No me protejas, compadres de la OTAN

¿Cuántos crímenes se han conocido contra la Humanidad, de modo significativo desde que el imperialismo yanqui incursiona en la escena mundial, y que se han pretendido justificar con endulzados vocablos?

"Proteger a civiles" es la última etiqueta humanitaria empleada en la aventura militar de la OTAN, encabezada por Estados Unidos, contra Libia.

Al parecer, por ser tan poco creíble, se ha dejado atrás aquello de dar protección a ciudadanos norteamericanos que residían o se encontraban en los países agredidos, tal como ocurrió en numerosas de las intervenciones militares lanzadas en América Latina y el Caribe en el anterior siglo.

Cálculos, ambiciones e intereses materiales han estado siempre muy presentes en las aventuras militares del Imperio y sus secuaces. Así lo hicieron en Cuba, territorio que deseaban poseer desde la segunda década del siglo XIX. Desembarcaron en 1898 para quitársela a España e impedir, al mismo tiempo, la victoria del Ejército Libertador de Cuba. Apoyados por Hearts y Pulitzer y sus emporios mediáticos, para convencer a la opinión pública estadounidense y mundial, se presentaron como defensores humanitarios del pueblo cubano, diezmados por la reconcentración del sanguinario Valeriano Weyler. Y por la fuerza se apoderaron de Cuba y también, en virtud de esa fuerza, le impusieron la Enmienda Platt y el establecimiento de la base naval en Guantánamo, y, además,  el derecho a desembarcar tropas cada vez que consideraran en peligro sus intereses a causa de conflictos internos.

Y, de igual modo, como gendarmes del mundo, invocan en el caso de Libia la necesidad de proteger a la población civil, salvaguardar el orden y quitar del poder al gobernante Gadafi, quien políticamente ha sido una veleta que no ha dejado de dar tumbos de un lado a otro. Los gobiernos de Estados Unidos y de Europa lo quieren aplastar en momentos en que Gadafi tenía calurosas relaciones diplomáticas, económicas y hasta militares con ellos. Con el imperialismo -enseñó Che Guevara- no se puede confiar "ni un tantico así..." El oportunismo de las potencias capitalistas, sin duda, ha guiado esos pasos que van dirigidos a adueñarse del petróleo liviano libio. Se dice que el 3,5 % de las reservas de petróleo mundiales están en Libia, en su mayoría bajo las arenas de la parte oriental del país, donde precisamente nació la sublevación de "la población civil". Por algo hay versiones que hablan de la posibilidad de dividir a Libia. Frei Betto, en un reciente artículo, sintetizaba la esencia de la agresión con pocas palabras: "El discurso de Occidente es la democracia; el interés es el petróleo. Al capitalismo sólo eso interesa: privatizar las fuentes de riqueza".

No es nuevo tampoco el ejercicio de políticas oportunistas en las aventuras militares de los imperialistas. Recordemos el episodio de la pequeña islita de Granada, en 1983. Aprovechando una situación interna (el conflicto entre personalidades del gobierno y de concepciones de métodos de dirección que llevó al asesinato del primer ministro Maurice Bishop), Estados Unidos desembarcó miles de soldados de la 82 División Aerotransportada con el pretexto de salvaguardar las vidas de casi mil estudiantes estadounidenses en ese país. Fue una de las muchas mentiras que se dijeron entonces y, en particular, sobre la colaboración de Cuba con ese pueblo, en la construcción de un aeropuerto civil. Monstruoso fue el crimen cometido por Estados Unidos en busca de destruir la revolución granadina, algo que ya habían hecho los propios revolucionarios granadinos con su división y sus errores.

Desde los días de Teodoro Roosevelt, el de la época del desarrollo de las cañoneras y de la política del "Big Stick" (Gran Garrote), a finales de siglo XIX expresó que Estados Unidos estaba necesitado de una guerra, y apropiarse de Cuba, Puerto Rico, Las Filipinas estuvo en sus decisiones, y que años después recibió el Premio Nobel de la Paz, se planteó el Destino Manifiesto de ese país. Albert Beveridge, uno de los asesores de Teodoro Roosevelt, lo esbozó con estas palabras: "Dios ha preparado a los pueblos teutónicos y a los pueblos de habla inglesa...para que establezcamos el orden allí donde reina el caos. Nos ha hecho aptos para que (...) podamos administrar a los pueblos bárbaros y seniles. Sin esta fuerza, el mundo volvería a caer en la barbarie y en la oscuridad".

Esas ideas, insensatas y dementes, no han sido abandonadas ni en el anterior ni en el presente siglo. Lo ocurrido en Iraq, Afganistán y ahora Libia son muestras bien  elocuentes de las últimas fechorías lanzadas en nombre de la democracia, de la libertad, de proteger las vidas de la población civil. Un millón de muertos solo en Iraq, 40 mil en Afganistán. ¿Cuántos se contabilizarán en Libia?

Ni siquiera gobernantes de Estados Unidos, sin importar el color de su piel, que prometieron antes de las elecciones tener una ética diferente, han podido ceder a ineludibles realidades y apremiantes intereses del Imperio. Un  idealista como Woodrow Wilson, quien decía en sus discursos "no deseamos ni conquistar ni dominar; no perseguimos ningún fin egoísta", envió tropas a México, Santo Domingo, Haití, Cuba, Nicaragua, Panamá y Honduras bajo su mandato. Llegó, en fin, a realizar más intervenciones militares en América Latina que las ordenadas por sus predecesores Ted Roosevelt y Taft, en las primeras décadas del siglo XX. Y a Obama, que llegó a la Casa Blanca con un programa que prometía cambios, entre ellos fomentar la causa de la paz, no ha podido poner fin a la presencia militar en Iraq, se ha empantanado en Afganistán y ahora ha dado la orden de arrojar misiles desde sus barcos y aviones contra Libia.

Por estos días, la revista Der Spiegel ha publicado tres impresionantes fotos de crímenes de civiles cometidos por tropas norteamericanas en Afganistán, el 15 de enero de 2010, cuando ya hacía un año que Obama estaba en la Casa Blanca.  En una de ellas, la más ofensiva, aparece uno de los soldados riéndose frente al cadáver, ensangrentado, de una de las víctimas. Mataron por diversión. Y hay 4 000 fotos similares no publicadas sobre tal masacre. Nos preguntamos: ¿Acaso la población civil de Libia podrá tener mejor suerte que la de Afganistán?

Lo dudamos.

Y, por eso, todos los pueblos agredidos y hoy los libios tienen todo el derecho a decir, a los países de la OTAN, y en particular a su cabecilla Estados Unidos: "No queremos ni necesitamos la protección humanitaria de ustedes". Déjennos tranquilos y en paz para poder por nosotros mismos resolver los problemas. Lo mejor que pueden hacer es ocuparse ustedes de sus problemas domésticos que son bastantes: desempleo, déficit presupuestario, gigantescas deudas, enfermedades, gente sin hogar, corrupción, contaminación ambiental...y etcétera, etcétera.