Obama ¿a “dos pasos” de un cambio?

Renato Recio

Un Barack Obama eufórico por la aprobación ayer en la Cámara de Representantes de un proyecto de ley que pretende reformar radicalmente el sistema de seguros para la salud, calificó ese hecho como una gran victoria para el pueblo estadounidense y aseveró que el país está "a dos pasos” de lograr la reforma, lo cual, según la opinión generalizada, significaría el primer verdadero cambio que lograría su gobierno.

La reforma, que fue aprobada reñidamente por 219 representantes demócratas y 1 republicano; y rechazada por  176 republicanos y 39 demócratas, garantizaría extender la asistencia médica al 97% de los estadounidenses, muy por encima de la cobertura actual cuando más de 50 millones de personas no tienen derecho a la asistencia médica, por no poder pagar un plan de cobertura y otros 25 millones tienen seguro insuficiente que no protege a quien padece de enfermedades crónicas y graves.

En el futuro, si el proyecto de la Cámara llegara a convertirse en Ley, las aseguradoras no podrán excluir a personas por  las enfermedades que padecen, ni podrán aumentarse las primas en función del historial médico.

Estos aspectos, de extraordinario contenido humanista y popular son prácticamente inmunes a la crítica basada en intereses políticos o económicos y, si de ellos dependiera,  el plan de reformar los servicios de salud tendría pocos obstáculos en los “dos pasos” que menciona Obama, a saber: que el Senado apruebe su propia versión de la reforma y que luego se funda con el proyecto de la Cámara para convertirse en un solo cuerpo legal.

Pero el gran escollo que tiene que superar la reforma es su esencial postulado de crear una llamada “opción pública” de seguros de salud, mediante la cual el gobierno deberá complementar al sector privado y de hecho, competir con él disminuyendo así su poder monopólico. Sin este elemento absolutamente polémico dentro de la sociedad norteamericana,  no podría hablarse de extender la cobertura médica ni en cantidad ni en calidad,  pero las grandes aseguradoras se oponen porque sienten fuertemente amenazadas sus ganancias.

El sector farmacéutico, y en general la industria de salud, también miran con ojeriza no disimulada a un plan de salud en parte administrado por el gobierno. Cuando se calcula la viabilidad del proyecto, es difícil no tener en cuenta que hay 2,3 lobbistas de la industria farmacéutica por cada legislador.

Por otra parte, tanto a los senadores y representantes republicanos, como a los demócratas conservadores (los llamados “perros azules”), la palabra reforma les produce urticaria, debido principalmente a que ellos representan más que todo a lo que John Kenneth Galbraith llamó la Mayoría Electoral Satisfecha, esa que no está constituida por los electores todos, sino por los que acuden a votar y han sido históricamente reacios a la intervención pública para beneficiar a las capas de la población que no pertenecen a esa mayoría electoral satisfecha, egoísta y poco solidaria.

De acuerdo a un informe reciente, 237 congresistas y senadores son millonarios. Eso significa el 44 por ciento del cuerpo mientras solo el 1 por ciento de los estadounidenses alcanzan esa fortuna. Quiere decir que los que están decidiendo sobre si habrá o no reforma radical en el sistema de salud, son miembros muy prominentes de la mayoría satisfecha que, por definición, prefieren que el gobierno no intervenga en asuntos que mal que bien pueda realizar el sector privado.

Esa preferencia por la no intervención gubernamental en campos como la cobertura de salud, la educación y otros servicios sociales, es artículo de fe que comparten los políticos con los segmentos de la población que votan por ellos, sobre todo porque la actuación estatal podría requerir la creación de impuestos. Ciertamente la mayoría satisfecha no es proclive a pagar para que las capas menos favorecidas mejoren su nivel de vida.

Si a pesar  de lo dicho anteriormente Obama logró salir electo en las últimas presidenciales fue porque capitalizó el voto de insatisfechos que esta vez fueron a las urnas. Así obtuvo un apoyo sin precedentes entre la población joven, entre aquellos que votaron por primera vez y entre la población negra, pues el candidato demócrata llegó al corazón de los afroamericanos de una manera en la que nadie lo había hecho antes.

“Sin Obama en la Casa Blanca esta victoria no habría sido posible” afirmó Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara, al leer ayer los resultados de la votación.

Al inicio de la jornada sabatina, Obama había realizado una inusual visita al Capitolio de Washington, en un esfuerzo de última hora para persuadir a algunos legisladores de su propio Partido Demócrata cuyo voto positivo se necesitaba y que no estaban del todo convencidos con el plan, reportó BBC.

Al parecer el liderazgo de Obama, a pesar del desgaste que obviamente ha sufrido,  todavía es potencialmente capaz de dar batalla a la ultra derecha estadounidense, la que podría, en lo que resta de año, calentar aún más su campaña de descrédito contra el Presidente.

La élite conservadora de Estados Unidos podría estar observando con nerviosismo  la posibilidad de que triunfe también en el Senado una reforma radical que Obama ha preconizado desde su campaña, con lo cual se fortalecería mucho su poder y luego, quién quita que quiera cambiar algo más.