EE.UU. debería quitarse el velo y reconocer que los grupos de Miami son parte de su Gobierno

Trascripción de las palabras de Ricardo Alarcón, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la Audiencia Pública del Parlamento cubano, celebrada el 10 de mayo de 2004.

Quiero ante todo expresar nuestro reconocimiento por la participación de los que están aquí, de los representantes del cuerpo diplomático, de representantes de diversas organizaciones sociales y de instituciones cubanas.  Por supuesto no tengo que decir lo que nos enorgullece contar, como siempre, con los familiares de los Cinco compatriotas, y saludar especialmente a un grupo de estudiantes cubanos, compañeros de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, que han sido muy activos y muy constantes en la promoción de la necesaria solidaridad con esta causa.
Muy especialmente quiero saludar la presencia de un grupo de jóvenes norteamericanos que se encuentran en nuestro país, y ojalá puedan ser muchos más los que nos visiten. Ojalá pronto se ponga fin a las arbitrarias restricciones, que con tanto empeño la actual administración ha impuesto para cortar los vínculos y contactos académicos.
Por razones bastante comprensibles, estoy seguro de que los jóvenes que están acá no habrán oído mucho del caso de los Cinco antes de llegar a nuestra patria -veo algunos signos de asentimientos entre ellos. Lo más importante del tema que ha ocupado esta reunión tiene que ver con derechos elementales de esos jóvenes norteamericanos y de toda la juventud de ese país.  Ellos tienen derecho a vivir en una sociedad sana. Tienen derecho a no ser víctimas del terrorismo, ni de la hipocresía de quienes envían a jóvenes norteamericanos a guerras injustas e innecesarias en nombre de la lucha contra el terrorismo, cuando, en realidad, constituyen un grupo en el poder, la actual administración, que es responsable de algunos de los peores hechos terroristas que han tenido lugar en este continente. 
Eso es, en el fondo, el motivo principal por el cual resulta tan difícil hacer conocer el caso de nuestros Cinco compañeros.  Ellos fueron detenidos, encausados, procesados y son castigados desde hace más de cinco años, única y exclusivamente porque dentro de EE.UU. actuaron  contra de los grupos terroristas, que allí viven con total impunidad. Esa impunidad con el terrorismo en EE.UU. es algo que también debería ser aireado y públicamente conocido. 
Leonard [Weinglass] mencionó varios casos, que todos los días la prensa norteamericana se preocupa en explicar: el proceso de la señora Stuart, de Michael Jackson o del famoso jugador de básquet, de cualquier cosa menos de un caso como el de los Cinco donde aparece demostrado, más allá de cualquier duda, que EE.UU. es un país gobernado por un grupo que no solo ignora el derecho internacional, pisotea las aspiraciones de la gente a la paz, promueve la guerra a todas partes, sino que lo hace hipócritamente en nombre de una supuesta oposición al terrorismo.
Los jóvenes norteamericanos seguramente no saben, o no sabían, quién era Orlando Bosch, porque no viven en Miami.  Si allí vivieran pudieran verlo en la TV, se enterarían de los muchos detalles y de las proezas que ha hecho en su larga carrera de terrorista. Este señor es terrorista según las normas norteamericanas. No lo digo yo:  como tal lo definió el Departamento de Justicia de EE. UU., la autoridad encargada para eso. 
Weinglass recordó mi intervención en el Consejo de Seguridad, donde mostré -y fue publicado-  el dictamen del Departamento de Justicia.  Allí se dice que Orlando Bosch no solo es un terrorista, sino el más notorio terrorista del hemisferio occidental.  Pero él no está en una cárcel.  No está castigado.  Aparece cada vez que le da la gana hablando por TV en Miami.
Ustedes seguramente tampoco habían oído hablar de Carlos Muñiz Varela, un joven, que nació en Cuba pero que era norteamericano. Vivía en Puerto Rico y hace 25 años fue asesinado a sangre fría en Puerto Rico.  Hubo un solo problema, las autoridades no pudieron encontrar a los asesinos.  Solo supieron, porque se publicó que el hecho había sido responsabilidad de una organización que se llamaba CORU, un grupo terrorista clandestino, que entonces supuestamente no se sabía quiénes lo integraban y por tanto, quiénes eran responsables del asesinato de Carlitos. 
Ahora se puede saber muy fácilmente.  Yo lo vi.  Lo vio cualquier cubano en la Isla -aquí se puso por la TV- la penúltima entrevista del señor Orlando Bosch, donde el dijo, entre otras muchas cosas, que él era el jefe del CORU.  Es decir, veinte y cinco años después del asesinato de Carlos Muñiz Varela, se le resolvió el problema al FBI. Supuestamente, nunca pudieron encausar a nadie porque no sabían quién era el jefe del CORU, y nadie fue encausado por aquel asesinato. 
Bien, el jefe del grupo que entonces asumió la responsabilidad por ese asesinato se ha identificado como jefe.   ¿Es que acaso 25 años prescribe un asesinato?  ¿Se puede alardear de ser terrorista en este mundo de hoy, en un país donde centenares de sus jóvenes han muerto en una guerra que, dicen, es parte de la lucha contra el terrorismo?  Bueno, ¿qué hace el FBI, por qué no le preguntan a Bush padre? ¿Por  qué no lo detienen,  lo interrogan? ¿Ustedes saben por qué no lo pueden hacer? Porque el progenitor del actual Presidente de Estados Unidos, que era el Presidente en aquel entonces, lo perdonó. Ignoró el dictamen del
Departamento de Justicia. Lo envió sencillamente para su casa.  Y él no se quedó tranquilamente en su casa: el va a la televisión,  hace declaraciones públicas, dirige una organización abiertamente… Y por tanto, otros jóvenes norteamericanos como Carlos, viven bajo la amenaza de un terrorista o un asesino de tan privilegiadas conexiones.

EL CASO ELIÁN GONZÁLEZ

Hace aproximadamente cuatro años, por esta época, en Miami, tenía lugar algunos momentos importantes relacionados con el proceso judicial de los Cinco. Se ha recordado que fue uno de los procesos más largos, y también uno de los más demorados. Hubo muchos meses de litigio pre-juicio, anterior al juicio, que giraron en gran medida alrededor dela cuestión dela sede. Los abogados defensores presentaron numerosas mociones para tratar de conseguir que el juicio no tuviera lugar en Miami.
Hace cuatro años, entre los meses de abril y mayo, Miami llegó a ser muy conocida por todos ustedes en EE.UU., porque ocurrieron cosas insólitas. Un niño de cinco años fue secuestrado. Aparecía todos los días ante las pantallas de los televisores. Los secuestradores no se ocultaron. Estaban en Miami y rechazaron la determinación del Gobierno Federal, que había dicho: "el niño debía regresar con su padre". Solo en Miami un grupo de facinerosos pudo decir: "pues no, no nos dala gana". No lo decía en la oscuridad de la noche, sino delante de las cámaras y nadie, ninguna autoridad, logró que se cumpliera esa determinación justa, elemental, basada en la ley norteamericana. No lo logró tampoco un juez, cuando un tribunal falló a favor de que el niño fuera devuelto a su padre. La familia dijo, no, estamos en Miami, aquí no funciona la ley, sino lo que queramos hacer: "estamos en Miami".
Cuando el Gobierno federal les pide a las autoridades locales cooperación para lograr que la ley fuese aplicada en declaraciones públicas, el alcalde y jefe de la policía dijeron que no cooperaban con el FBI. Miami parecía que se había secesionado. Finalmente, el Gobierno Federal tuvo que realizar un operativo en abril, enviar fuerzas a donde estaba el muchacho -rodearon varias casas con hombres fuertemente armados-, y rescatarlo. ¿Qué dijo el alcalde, el jefe de la policía y el jefe de los bomberos? ¿Aplaudieron que el Gobierno Federal hubiese aplicado la ley? No, amenazaron con incendiar la ciudad. Todo EE.UU. fue testigo de la violencia, los disturbios y la quema de la bandera norteamericana, que fue además pisoteada.
En esos mismos días el Gobierno Federal, a través de la Fiscalía General, les estaba negando a los abogados defensores de nuestros Cinco compatriotas la posibilidad de mover el juicio para media hora de distancia, para la ciudad Fort Lauderdale, solo a media hora de Miami, a 50 kilómetros, al mismo distrito Sur. Fueron tan modestos los abogados que no pidieron irse para otro Estado, para otra parte del estado de la Florida. Aceptaban que el juicio tuviera lugar dentro del Distrito Sur,  solo a media hora de Miami.
El Gobierno dijo que no, que había que hacerlo en Miami. Y esa ciudad -a riesgo de ser destruida, incendiada, pisoteada por aquellas turbas, que hicieron lo que nunca hizo nadie en ninguna ciudad de EE.UU-, para el Gobierno norteamericano era una ciudad ideal, maravillosa, cosmopolita, para que fueran juzgados sin problemas. Y eso lo decían en medio del humo, los gritos, la vociferación y el escándalo. ¿Es que alguien se le olvidó el Miami del secuestro de Elián? ¿Y a alguien se le ha ocurrido conectar ambas cosas, lo de Elian y que en esos mismos días ese Gobierno le negó a la defensa la posibilidad de irse a media hora de distancia?
Weinglass recordó que un año después de concluir el juicio, ese mismo Gobierno fue acusado en un proceso de tipo administrativo, pero que tenía que ver indirectamente con el caso de Elián. Sin embargo, en este caso el Gobierno dijo que se llevaban el juicio para Fort Lauderdale, porque en Miami no podía ser.
¿Se quiere una prueba mayor que esa de la actitud dolosa de la fiscalía floridana, que decía en mayo o junio del año 2001 que  en Miami sí se podía discutir con imparcialidad cualquier asunto relacionado con Cuba, pero que en junio del 2002 dijeron lo contrario?

NO FUERON JUZGADO POR ESPIONAJE

Se les presenta a veces como espía y ni siquiera el Gobierno los acusó de espionaje. Presentó una acusación de "conspirar para practicar el espionaje", una acusación contra tres de los Cinco. Ni siquiera involucraron en ese cargo a los Cinco. Al mismo tiempo el Gobierno aclaró que no hubo espionaje, ni ninguna información protegida por el Gobierno. Ante el tribunal desfilaron generales, especialistas de seguridad y todos, bajo juramento, aseguraron que allí no había nada de espionaje. Reconocieron que los compañeros se dedicaron a tratar de saber los planes de los grupos terroristas.
El espionaje es la búsqueda de datos e información secreta de un gobierno. No hubo espionaje en este caso, salvo que el Gobierno de EE, UU identifica  a los grupos terroristas con  el Gobierno de EE. UU. En ese caso, hasta cierto punto hay algo de razón en la acusación, por lo que deberían quitarse el velo de la hipocresía, y reconocerlo. La realidad es que para la administración norteamericana,  esos grupos terroristas son parte del sistema, como puede serlo el Departamento de Educación o de Salud, o cualquier otro. Después de todo los tratan con gran deferencia. Han gozado de tanto apoyo del Gobierno federal que quizás cometieron ese desliz de identificarlos públicamente, como si los grupos terroristas fueran parte de ellos mismos, del sistema norteamericano.
Pero eso no es legal conforme a la ley, y no debería ser admisible que alguien esté guardando prisión por haber actuado no contra el Gobierno y las leyes, sino contra terroristas y criminales, contra las cuales debía haber actuado el FBI, una institución en vez de cumplir su deber -a favor de los jóvenes y las familias norteamericanas- han estado detrás de heroicos combatientes contra el terrorismo.
Nadie lo ha hecho, pero sería interesante hacer un paralelo y seguir como evolucionaban los acontecimientos. Mientras nuestros compañeros estaban en el hueco, otras personas se movían en el aeropuerto del Sur de la Florida, preparando armas mortíferas contra el pueblo norteamericano, y el FBI no pudo darse cuenta de eso. Esas armas mortíferas serían usadas el 11 de septiembre del 2001 contra dos edificios en Nueva York.  Mientras nuestros compañeros eran encausados y se levantaban contra ellos acusaciones completamente inventadas y falsas, que tenían que ver con la aviación, no vieron a los otros señores entrenándose para matar norteamericanos. El FBI no estaba para eso, porque en realidad no está para perseguir a esos terroristas. Está para protegerlos.
Los jóvenes de EE. UU tienen derecho a reclamar coherencia y consistencia de sus autoridades. Ahora mismo lo han hecho varios senadores norteamericanos. Han formulado algunas preguntas a la administración y veremos qué respuesta les dan. Ellos, por ejemplo, lo que hace la Oficina de Control de Activos Extranjeros, que  pertenece al Departamento del Tesoro -la misma que aplica el bloqueo contra Cuba- y que también se supone que debe aplicar todas las sanciones económicas, entre ellas controlar los movimientos financieros que tiene que ver con el terrorismo. No entienden por qué esa oficina tiene cuatro empleados contra Al Qaeda y los terroristas, pero para aplicar las restricciones contra Cuba hay por los menos dos docenas. ¿Son esas las prioridades de EE. UU.? ¿Por qué hay más burócratas detrás de ustedes, los norteamericanos, que detrás de los asesinos? ¿Cómo se explica eso? Ahí está la pregunta. La han hecho varios senadores. Me imagino que en algún momento les tengan que dar una explicación.

INCAPACITACIÓN

Si la sede era el lugar menos concebible para un juicio justo, era lógico que ocurriesen las cosas insólitas que ocurrieron. Estoy seguro de que Gerardo Hernádez es la única persona en el mundo que está condenado a dos cadenas perpetuas y una de esas, por algo de lo que no era acusado en el momento de la condena. Es decir, el Gobierno lo había acusado inicialmente, pero en el desarrollo del juicio es el propio acusador el que se ve obligado a reconocer por escrito, el 25 de mayo del 2001, que no puede probar ese cargo y solicita que esa acusación fuera modificada. (Recuerden que según la ley norteamericana, el jurado tiene que encontrar culpable a alguien más allá de cualquier duda razonable.)
¿Se  imaginan a doce personas que no tuvieron ninguna duda de condenar  alguien, a pesar de que el acusador había dicho por escrito que la acusación no se podía probar?  Había duda total, cuestionamiento total, y cito lo que dijo el propio acusador, la Fiscalía General de EE.UU.:

A la luz de las pruebas presentadas en el juicio, esto constituye un obstáculo insuperable para Estados Unidos y probablemente resultará en el fracaso de la acusación en este cargo, ya que impone una barrera insuperable a esta Fiscalía.

Ese es un documento que fue del conocimiento del jurado y a ninguno le provocó ninguna duda razonable. Todo lo contrario: el jurado lo encontró culpable de aquello respecto a lo cual ya nadie lo estaba acusando. Dudo que haya una persona en este momento en el planeta cumpliendo una condena a perpetuidad por algo de lo que nadie lo acusaba.

EXTRAÑA SANCIÓN ADICIONAL

Aquí se puso un pequeño documental que termina presentando la sentencia de cada uno. Faltó mencionar algo que es la clave que explica el manejo tan sinuoso, de total ocultamiento de la verdad. Ellos no solamente fueron condenados a esas sanciones. Hay una extraña sanción adicional, que voy a dar lectura:

Se le prohíbe al acusado asociarse con o visitar lugares específicos donde se sabe que están o frecuenta individuos o grupos tales como terroristas. (Página 45, del acta correspondiente dela Sesión del Tribunal, del 14 de diciembre del año 2001.)

Recogieron en acta un memorando escrito por el Gobierno de EE.UU., presentado ante el tribunal, que se le imponga al acusado una sanción extra. Se tomaron el trabajo, además, de pedir en el caso de dos compañeros que tienen la ciudadanía norteamericana, René y Antonio -en los otros tres casos el problema lo resuelven con la expulsión de EE.UU. después que cumplan su sentencia- la "incapacidad". Eso significa, sencillamente, impedir que vuelvan a hacer lo que hacían. Impedir que vuelvan a averiguar los planes de los terroristas.
Alguien hubiera podido pensar que incluir semejante cláusula en la sanción de Rene, era una exageración o un momento de desatino del Gobierno norteamericano. Pero dos semanas después, cuando se dictó la sentencia de Antonio, repitieron lo mismo. Y esta demanda de incapacitación es tan importante, que la señora Fiscal se tomó el trabajo, por escrito y verbalmente, de insistir con el tribunal para que después que Antonio pasara toda su sanción -una cadena perpetua más diez años-, se estableciese esta condición: "se le prohíbe al acusado asociarse con o visitar lugares específicos donde se sabe que están o frecuenta individuos o grupos tales como terroristas".
Diciembre del 2001. Ustedes recuerdan aquellos días, lo que había ocurrido tres meses antes en New York y en la vida norteamericana. ¿Cuántas veces el señor Bus dijo que el que acoge o alberga a un terrorista es tan culpable como el terrorista mismo? ¿No es tan culpable esta administración como esos asesinos y terroristas que acoge? Si algo repitió fue esa frasecita, y sin embargo, el que protege, ampara y castiga a norteamericanos para proteger a terroristas que acuden a EE.UU, no es tan culpable como el terrorista mismo. Esto quizás ayude a entender por qué cuesta tanto trabajo que los norteamericanos entiendan la verdad de este caso y se les permita acceder a esa verdad.
Ahora hay un escándalo en EE. UU en relación con el tratamiento a los prisioneros en Irak, con las torturas aplicadas a los iraquíes capturados por las fuerzas norteamericanas y británicas. En Inglaterra se sabía algo desde enero del año pasado y algunos materiales han sido reproducidos en varios diarios, entre ellos los materiales de Robert Fisk, que se replicaron en México (La Jornada) y también en Cuba (Juventud Rebelde), pero solo ahora se le ha permitido al pueblo norteamericano la información. La Cruz Roja Internacional afirma que desde febrero hasta diciembre del año pasado estuvo advirtiendo al gobierno norteamericano lo que estaba ocurriendo en esas prisiones.
Algún día se conocerá mucho más sobre la verdad acerca de nuestros Cinco compatriotas. Algún día los norteamericanos tendrán la posibilidad de leer lo que su Gobierno dijo en defensa del terrorismo en un tribunal de Miami. Algún día conocerán la incalificable crueldad, la tortura que han impuesto contra esos muchachos, y contra sus madres, esposas y sus niñas. Algún día se enterarán. No importa que los poderosos que dominan los medios de comunicación en ese país se sigan oponiendo y tratando de impedirlo. Si solo es mediante anuncios pagados que se puede lograr que una publicación honorable diga algo sobre los Cinco -como el New York Times, en en marzo- , lo seguiremos haciendo y algún día sabrán qué pasó.
Lo que sí no hay dudas es que vamos a seguir luchando, y vamos a seguir luchando, sin cansarnos. Lo que hemos logrado hasta ahora es insuficiente, y no nos da derecho a descansar un momento, porque nuestros cinco compañeros y sus familiares no descansan, y están sufriendo esta situación con gallardía y honor, por nosotros, por nuestro derecho a la vida, a la dignidad, y también, por ustedes, jóvenes norteamericanos, por el pueblo norteamericano, por el derecho de ustedes a la verdad y a la vida.
Tenemos que encargarnos todos, los cubanos y los que no son cubanos, de dar a conocer esta situación y quiénes son los Cinco, cuyo verdadero altruismo es la expresión de las virtudes más altas que nuestro pueblo ha logrado sintetizar.