El hogar en un abrazo

El encuentro con familiares, compañeros de trabajo, y amigos. Foto: Ramón Barreras Valdés.

Como el héroe que regresa de una guerra a muerte, vivo y victorioso, y suspira fuerte al final del peligro sobre el hombro de la esposa, el cachete del hijo, el llanto de la madre que lo abraza otra vez y no lo suelta, así volvieron ayer a sus casas los hijos de esta tierra que enfrentaron el azote terrible del ébola en África.

Fueron pocos minutos de un encuentro esperado, de esos instantes profundos en que la alegría se convierte en lágrima y un abrazo largo dice más que las palabras; aunque hubo algunas que dijeron demasiado, como el grito de ¡Papá!, sin pena alguna, o el sonido de un beso reservado.

En la capital, Mercedes López Acea, miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba, acompañó a los familiares en la bienvenida al primer grupo de colaboradores tras cumplir su periodo de vigilancia epidemiológica.

El encuentro, efectuado en la Fragua Martiana, al que asistieron además compañeros de trabajo de esa brigada del Con­tingente Henry Reeve, la también vicepresidenta del Con­sejo de Estado y primera secretaria del Partido en La Habana ma­nifestó: “En este recibimiento se mezclan muchos sentimientos, de satisfacción, de humanismo, de patriotismo y del orgullo generado por lo que ustedes han hecho en esas hermanas tierras”.

Salvar vidas, incluso al costo del sacrificio hasta entregar la propia, es un gesto de altruismo que solo los seres humanos, concebidos bien humanos, son capaces de multiplicar en hechos tan extraordinarios como la gesta que han cumplido recientemente, aseveró López Acea.

Por estos días hemos vivido momentos de mucha alegría, de satisfacción, de lo que se siente cuando se es cubano y la representación que participó en la VII Cumbre de las Américas, el patriotismo con que allá esa delegación lo defendió, sin dudas los tenía a ustedes presentes.

En estos 56 años de Revolución los médicos cubanos han sido un ejemplo extraordinario de humanismo, de internacionalismo y de verdaderos sentimientos solidarios que han he­cho vibrar las ideas de Martí, remarcó.

Acto de reconocimiento a Médicos que lucharon contra el ébola en áfrica. mercedes López Acea entrega los reconocimientos Foto: Kimani Hernández.

En el terruño

En Granma fue un recibimiento rápido y hondo —a la altura del Céspedes y el Perucho Figueredo que enaltecen la Plaza de la Revolución de Bayamo— el que dio la bienvenida a casa a los médicos y enfermeros granmenses escogidos para la misión.

Sin detener las caricias sobre el niño en brazos, el enfermero Fabián Diego Smith describe su participación como un agradecimiento:

“Fue un deber que cumplimos como se nos pidió: de vuelta vivos y sanos, pero además victoriosos. Yo mismo, licenciado en Enfermería, soy resultado de esta sociedad que se preocupa por la salud de la gente, los de aquí y los de cualquier parte. Por eso di el paso al frente cuando se nos convocó. Eso hace un revolucionario agradecido”.

Niorge Matamoros, también enfermero, de 32 años, sintió vibrar en Sierra Leona el nombre Cuba: “Lo pusimos en alto, muy alto, y recibimos el premio del agradecimiento de muchas personas que, aunque no hablaban nuestro idioma, nos lo ha­cían saber de cualquier modo, en una nota, una mirada, una sonrisa por la vida salvada”.

También por Cuba y en nombre de sus colegas habló el doctor Ángel Mejías, especialista de primer grado en Medicina Interna, emplazado en Liberia: “Fuimos los primeros en llegar y demostrar que el modo de enfrentamiento era al lado del paciente. Luego de imponer nuestro protocolo, de vernos proceder con éxito, bien protegidos, pero de pie junto al enfermo, varias misiones de otros países comenzaron a atreverse. Fui­mos realmente un paradigma.

“Claro que temíamos por nuestras vidas. Religiosos o no, todos nos persignábamos antes de entrar a las áreas rojas, pero nadie dio un paso atrás y cada día confirmamos el sentido humano y altruista de nuestra Medicina”.

“No importan los nombres de quienes salvamos”, volvió Fabián, después de los abrazos. “Si algo aprendimos es que la vida es valiosa en cualquier hombre, sin importar el lugar. Es verdad que la muerte estaba ahí, desde que pisamos tierra africana hasta el día de vuelta sobre el avión, sabíamos que podía­mos o no regresar con vida, pero por nuestros principios fuimos… y aquí estamos”.

En Cienfuegos, Omar Suárez Alba, licenciado en En­fer­mería, narró experiencias del ejército de batas blancas y reiteró la voluntad de los especialistas de cumplir cualquier tarea en el refuerzo a los servicios de salud.

Fue una labor muy difícil, señaló, porque Sierra Leona, con seis millones de habitantes y donde solo el 35 % sabe leer y es­cribir, hubo que educar a la población de los peligros de la en­fermedad, su fácil contagio y la importancia de recibir ayu­da, añadió.

Tras una espera cargada de emociones, abrazos y besos pen­dientes, los tres espirituanos que durante casi seis meses combatieron el ébola en naciones del continente africano arribaron a Sancti Spíritus, donde les esperaba una multitud que los envolvió en aplausos cuando llegaron, en vehículos ataviados con banderas cubanas, al Memorial de los Mártires enclavado en la Carretera Central, donde depositaron una ofrenda floral a la memoria de los hijos de la tierra del Yayabo caídos en las luchas por la soberanía de Cuba.

Miguel Sacerio Caballero, médico jatiboniquense; Fran­cisco Prada Morales, trinitario licenciado en Enfermería, y Ju­­lio César Gómez Ramírez, licenciado en Enfermería del ser­vi­cio de Anestesia en el hospital provincial Camilo Cienfue­­gos, recibieron el agasajo con la emoción del reencuentro y la sa­tisfacción de haber ayudado, a riesgo de sus propias vidas, a reducir la mortalidad por una enfermedad que se convirtió en epidemia en varios países, con predominio en Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry, donde laboraron brigadas cubanas integrantes del contingente Henry Reeve hasta hace solo días.

Al intervenir en el acto, Juan Luis Marcelo Pentón, director provincial de Salud en Sancti Spíritus, halagó el gesto protagonizado por estos tres hombres, lo cual habla muy bien —dijo— de la solidaridad del pueblo de Cuba, que contribuyó de manera activa a la preparación de nuestro personal, junto a profesionales de países desarrollados como Gran Bretaña, Italia, Sue­cia, la Unión Africana e incluso de los Estados Unidos de América. También dedicó sentidas palabras al espirituano Jorge Juan Guerra Rodríguez y a Reinaldo Villafranca, quienes fallecieron durante el cumplimiento de la honrosa y arriesgada misión.

En Villa Clara los cooperantes cubanos recibieron el sello Del combate diario a la victoria segura, que reconoce a per­sonalidades e instituciones con respeto ganado entre los vi­lla­clareños, así como el reconocimiento por la misión cum­plida.

El doctor Juan Carlos Dupuy Núñez, al frente de la brigada médica que laboró en Liberia, evocó momentos cruciales de la estancia, y agradeció el recibimiento a una parte de los más de 250 colaboradores que bridaron sus servicios en los tres países más afectados: Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry, donde aún permanecen dos villaclareños.

“Cuba —dijo— fue el primer país en responder con recursos humanos al llamado de Naciones Unidas y la OMS, y al partir desconocíamos el panorama a enfrentar, pero el instin­to humano y solidario de esta tierra vence todos los obstáculos”.
La población de Liberia nos quería mucho, decía que el que fuera con los médicos cubanos se salvaba, dijo a la AIN el galeno de Las Tunas Ronald Hernández, quien destacó la buena preparación y conocimiento demostrada por esos profesio­nales.

El doctor Enrique Ortiz, también tunero, evocó la llegada de los cubanos a Liberia el 22 de octubre del pasado año, y refirió que pronto creció en la población un gran cariño y confianza hacia ellos.

Para el licenciado en Enfermería Camilo Puga, los primeros días de estar en Sierra Leona fueron muy impactantes, por tener que soportar temperaturas de hasta 40 grados y un equipo de protección que no era fácil resistir por la hermeticidad. Al llegar ahora a su casa en Las Tunas, Camilo tuvo el gran regocijo de conocer a su pequeña Carolina, que nació en el municipio de Colombia a los pocos días de estar en Sierra Leona.

El camagüeyano Leosvel Pérez Gutiérrez, natural del municipio de Vertientes, comentó a su llegada que fue una experiencia extraordinaria que nunca olvidará, porque además de la oportunidad que tuvo de salvar vidas humanas, se enfrentó a un enemigo invisible del cual podía ser la próxima víctima, y cuando se está tan cerca de la muerte se aprende a ver el mun­do de otra manera.

El recibimiento en cada territorio estuvo encabezado por las máximas autoridades del Partido, el Gobierno y la Salud en las provincias.

(Tomado de Granma)