De cuando San Cristóbal volvió a respirar

Iraida, Benito y sus flores después de la lluvia. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Las mañanas expectantes, las tardes recogidas, el trabajo imprescindible, los niños sin correr ni saltar, el transporte desde mil alternativas, la risa detrás de las mascarillas, la salud primero… La vida por encima de todo; así acomodó el municipio San Cristóbal su rutina en días de pandemia, cuando la COVID-19 se posó sin pedir permiso y nada fue como antes.

Hubo que esperar cada amanecer con la incertidumbre de una nueva noticia. Las palabras focos, eventos, zona roja y casos positivos dejaron de ser enérgicas o deportivas para servir de alertas. Aurelio, Carmita, Yuya, Esperanza o simplemente el campesino, estudiante, profesora, enfermera, aguador, florero, barrendero o cuentapropista, se arroparon en una sola fila de lucha, ventanas adentro, o mejor, casas adentro.

Solo cuando la doctora y la enfermera volvieron a tocar en las puertas para decir que todo se había ido, que podían salir a montar bicicletas, asistir a la escuela o tomarse un jugo en la cafetería, ese pedazo de historia vivida parecía entonces lista para contarse desde la intimidad de cada quien. Ya nada volvería a ser igual, pero San Cristóbal respiraba. Habían sobrevivido para siempre.

Paseos en tiempos de COVID-19. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Sandalio Márquez lleva a pastar a su caballo Palmiche. Sandalio es cochero desde hace 5 años. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Vida diaria en tiempos de pandemia. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Amanecer en San Cristóbal. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Vida diaria en tiempos de pandemia. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

El transporte desde mil alternativas. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Cotidianidad en San Cristóbal, Artemisa. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Un hombre lleva comida para sus animales al caer la tarde en San Cristóbal, Artemisa. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.