Por Nuestra Mayúscula América: Sucre

Foto: Kaloian.

Desde Potosí partimos a Sucre, capital del Departamento de Chuquisaca, conocida también como la ciudad de los cuatro nombres: “Charcas”, “La Plata”, “Chuquisaca” y “Sucre”.

Se dice que está es la capital oficial del Estado Plurinacional de Bolivia. Y en cierta forma lo es. En esa ciudad, al sur del país, radica el Poder Judicial, mientras que en La Paz están los poderes legislativo y ejecutivo.

En Sucre se encuentra también la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, fundada el 27 de marzo de 1624, una de las primeras del continente. La magnificencia de esta urbe revela, entre otros atributos, su arquitectura milenaria, sus museos y el Cementerio General de Sucre, el primer camposanto patrimonial de Bolivia y el más importante.

Pero más allá de sus hermosos y pulcrísimos jardines, de los fastuosos panteones, de las prominentes figuras de la política y la cultura boliviana que descansan aquí, este cementerio tiene una particularidad: los centenares de niños, adolescentes y jóvenes que allí trabajan como escaleristas, rezadores o guías.

Por ese orden y desde los ocho años de edad pasó Ángel, nuestro guía. Hoy tiene 19, estudia ingeniería Industrial y los fines de semana trabaja en el cementerio.

De manera excelente Ángel nos contó de Don Francisco Argandoña Revilla, un príncipe boliviano, famoso por su ayuda incondicional a los pobres; de heroínas como la generala Juana Azurduy o de  los restos de siete ex-presidentes de la República que en Sucre descansan.

Sucre. Foto: Kaloian.

De la misma manera nos contó del trabajo de “rezista”, como ellos le llaman. Por lo general son niños o personas ciegas, a quienes los familiares le piden oraciones, en castellano o quechua, por las almas queridas de los que físicamente ya no están. A cambio reciben unas monedas. Algo tienen que ver los rezos con la pureza que entrañan los niños y los sentidos desarrollados de las personas no videntes.

Por su parte, el oficio de escalerista “es el más solicitado de los tres”, revela nuestro guía.

Son niñas y niños entre 8 y 13 años cuya labor consiste en cambiar las flores de los nichos altos. Están a la entrada del cementerio y son requeridos por los familiares del fallecido cuando estos ingresan al recinto. Entre ellos mismos se organizan y se distribuyen los clientes. De este modo todos ganan. Cobran cinco bolivianos por el servicio (menos de un dólar). Y un poco más cuando tienen la suerte de limpiar los nichos. Ellos mismos fabrican sus escaleras, las que dejan guardadas dentro del propio cementerio.

Al parecer no les da miedo trabajar en un cementerio. No creo que tengan tiempo para reparar en ello. Es un trabajo el cual han tenido la suerte de conseguir y con ello poder ayudar a sus familias. Tampoco es que hayan perdido la inocencia propia de esa edad. Pequeñuelos al fin, mientras aparece algún cliente, aprovechan para jugar sin alterar el orden del lugar.

Unas fotos a las niñas y los niños escaleristas y termina nuestro periplo por el Cementerio General de Sucre.

Cayendo la tarde atravesamos el portón de salida y entrada. En el arco volvemos a ver la frase esculpida en latín con la que Ángel nos introdujo en nuestro tour: Hodie Mihi Cras Tibi ("Hoy por ti, mañana por mí").

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

Ángel, nuestro magnífico guía. Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.