Un golazo en La Habana

Tal parece que la novedad futbolera en La Habana por estos días es ir al cine Yara a ver los partidos del mundial.

Es una de las salas más famosas y antiguas de Cuba. Está situada en la esquina de la avenida 23 y la calle L, en La Rampa, en pleno corazón del reparto capitalino de El Vedado. Debe ser uno de esos pocos cines que quedan por el mundo con capacidad para 1500 espectadores y donde todavía es posible disfrutar de una película proyectada en 35 mm. A partir de la década del 50, del siglo pasado, comenzaron a desfilar por su escenario, en vivo y en directo o por el celuloide, estrellas de la radio, el cine y la televisión.

En diciembre, mes donde se celebra por espacio de 10 días el popular Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, es común ver inmensas colas que llegan anillar al Yara para complacerse con diversas propuestas audiovisuales. Quizás entonces, porque es inusual verlo repleto de público por estos días, algunos transeúntes pregunten qué tal la película que están poniendo.

Pues el filme se llama Fútbol, dura 90 minutos y trata sobre la «fiebre» mundialista de Sudáfrica 2010. Los actores deberán cumplir su rol: amar a su camiseta, disputarse y mandar el balón con arte dentro de una red, tras 90 minutos. «La alegría del juego bien jugado», como dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano quien por estos días ha colgado un cartelito en la puerta de su casa, en Montevideo, que reza «cerrado por fútbol».

Y, con las actuaciones de los futbolistas, a miles de kilómetros del continente africano, atentos siguen los cubanos el drama y la acción delante de una pantalla gigante. Enloquecen de felicidad -o dolor- y gritan gol, gol gol, gooooooolll (hasta donde la respiración del narrador le dé).

Así pasó este domingo de lluvia intermitente que fue bienvenida por los cubanos, a juzgar por el intenso calor que hace en la isla por esta época del año. Claro, domingo-lluvia, es una fórmula perfecta para no salir de casa, menos para invitar a una amiga al cine y no precisamente para ver una película. Ella aceptó y quedamos en vernos media hora antes del juego en el amplio portal del Yara, que en su interior ya estaba abarrotado para ver el partido entre Argentina y México.

Nunca he estado dentro de un estadio de fútbol donde se dispute un partido tan importante como el de un mundial. Sin embargo, debe ser -en mayor escala- como la adrenalina que emanaba de los presentes en la sala oscura: te trasladaba al escenario mismo de las acciones.

Pero, no olvidemos que estamos en Cuba donde, parafraseando el título de un documental del realizador cubano Arturo Soto, Bretón, el padre del surrealismo, es un bebé.

Al terminar el juego y vencer Argentina 3-1, un cubano cerca mío, con la camiseta de argentina, se paró de su asiento exaltado a vitorear mientras, cinco filas detrás suyo, se abalanzaba un coterráneo a retarlo en cuartos de final porque era entusiasta de Alemania. Y ahí comenzó la discusión acalorada hasta que ambos cesaron porque eran amantes de Industriales, el equipo de beisbol (deporte nacional de Cuba), uno de los conjuntos de La Ciudad de La Habana y actual campeón de la serie nacional.

No es un secreto que, como la calidad del conjunto cubano de futbol no se asoma a esta cita mundialista, los hinchas criollos se dividen, casi en su totalidad, entre Argentina, Brasil, Alemania, España, Italia y, en menor medida, México. Y me atrevo asegurar que, sin hacer ninguna encuesta, el equipo dirigido por Diego Armando Maradona se lleva los mayores afectos. Solo basta salir a la calle cuando juegan los gauchos y ver, a una buena cantidad de personas, vestir la casaca argentina o alguna prenda alusiva a ese país. Algo que pasa menos o no pasa, con el resto de los equipos.

Y es por ello también que el Yara, a pesar de la oscuridad y su fachada roja, se pintó de albiceleste este domingo en la tarde y no hubo agua que lo destiñera.