Por David Vázquez Abella y Rafael Alejandro González Escalona, estudiantes de Periodismo
La juventud desborda los límites de la lógica. Es lógico que en un país como Cuba, donde es mínimo el índice de desempleo, los trabajadores decidan desfilar el primero de mayo como muestra de su alegría. Es lógico que los jóvenes cubanos se sumerjan dentro de esta vorágine revolucionaria, pero el ímpetu de sus años les hace convertir cada momento en una fiesta.
Durante la marcha sus voces se elevan entre consignas y canciones de moda, bailan al compás de los altoparlantes y convierten en instrumento musical cuanto hallan a su paso, todo esto sin olvidar las razones que los convocan. Su risa contagiosa refresca como aguacero, mitiga el calor excesivo provocado por un sol que tampoco se pierde la celebración de los trabajadores.
El acto de caminar puede trocarse en un delicioso pasacalle y un lema quizás queda convertido en una pegajosa rumba, pero los universitarios cubanos no desaprovechan la oportunidad de defender el derecho a construir una sociedad distinta.