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Carlos Martí: El béisbol también hace llorar

Carlos Martí Santos bajó la vista y alguien advirtió ahí mismo que estaba sollozando. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Sancti Spíritus.- Se levantó de la silla, perdió la postura de pierna cruzada que lo ha eternizado en el banco de Granma por 32 Series Nacionales. Saltó, saltó de emoción contenida tras el batazo decisivo de Guillermo García al bosque derecho. Se abrazó primero con Ciro Silvino Licea, luego con el resto de su cuerpo de dirección y salió caminando lentamente hacia el terreno. Granma era de nuevo campeón.

Carlos Martí Santos bajó la vista y alguien advirtió ahí mismo que estaba sollozando. ¿Quién ha dicho que el béisbol no hace llorar? Logró llegar al joven de 20 años y solo pudo decirle: ¡Felicidades, la diste…! Cubo de agua arriba, música de Cándido Fabré al fondo, rondas y carteles, risas, alegría, primeras declaraciones a la prensa.

Se acomodó la gorra, se ajustó el nasobuco y el improvisado encuentro con los periodistas fue más fugaz que las dos veces anteriores cuando disfrutó el primer y segundo título (56 y 57 temporada). Tenía muchas cosas que decir, pero “tengo el pecho apretado, estoy emocionado”, dijo como carta de presentación.

Pocas veces habíamos visto lágrimas en el rostro arrugado y sabio del mánager más exitoso en nuestras temporadas (1 151 victorias y 1 039 derrotas en su largo balance de dirección). Sus manos no querían secar lágrimas, pero estas salían a medida que conversaba. Ni siquiera con las dolorosas derrotas del IV Clásico Mundial, las dos Series del Caribe o los Juegos Centroamericanos y del Caribe del 2018 le habíamos visto así.

Sus manos no querían secar lágrimas, pero estas salían a medida que conversaba. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Respondía con la misma ecuanimidad de siempre, con el respeto al contrario y sin desbordar recelos u olvidar algún nombre imprescindible en este triunfo: Lázaro Blanco, Roel Santos, Carlos Benítez, Alfredo Despaigne, Yoel Mojena, Guillermo García, Osvaldo Abreu, Raico Santos, Guillermo Avilés, Iván Prieto, todos, todos, sin que quedara ninguno.

“El equipo siempre estuvo peleando y queríamos resolver esto en el sexto juego, aunque teníamos confianza en Lázaro para el séptimo”.

El optimismo volvió a ganarle y cuando parecía regresar a la inmutabilidad, al Carlos Martí que ha cargado en silencio por más de tres décadas los reveses, injusticias y no pocas insatisfacciones que deja siempre la función de director, llegó una pregunta inesperada y al mismo tiempo oportuna: ¿Qué diferencia hay entre este título y los dos anteriores?

Otra vez los ojos achinaron y abrieron a las lágrimas. “Todos son buenos, la diferencia es que yo creo que es hora de que venga otro a dirigir. Los años te van cayendo y a veces hay que pensar en el retiro. Sería lo mejor, pero no lo decido yo, dependo de las autoridades de la provincia”, fue la respuesta ahogada entre la nostalgia y la felicidad, la dialéctica y el deseo verdadero, el lógico cansancio y el real sentido que le imprimió desde joven a su vida.

A pesar de que quedaban más preguntas en el tintero, una frase cerró sin querer el diálogo que no buscaba primicias, sino sentimientos. “Lloro de alegría y tristeza”. Y todos los colegas entendimos el mensaje. El teléfono sonó y todavía le alcanzó el aliento para agradecer al campismo La Sierrita, donde pasaron el aislamiento por los casos de COVID-19 tras la semifinal.

El teléfono sonó y todavía le alcanzó el aliento para agradecer al campismo La Sierrita. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Con su número 45 en la espalda y los 72 en sus canas, el director más longevo hoy de nuestros clásicos beisboleros recibió el trofeo, lo levantó en sus brazos y antes de abandonar el terreno del estadio José Antonio Huelga agradeció a todos: jugadores, entrenadores, cargabates, médico, psicólogo, estadístico y choferes.

Habían derrotado muchos obstáculos en ocho meses: salida a contratos de tres de sus mejores peloteros (Roel, Avilés y Blanco); subestimación de muchos especialistas para vencer en una final agradecida sin refuerzos; la parálisis de 17 días por la pandemia; y la desconfianza en sus conocimientos de dirección por algunos técnicos.

Quizás Granma lo vuelva a ver en la misma silla con las piernas cruzadas en la 61 Serie. Y quizás no. Sin embargo, lo que nunca podremos olvidar es su sencillez, humildad, consagración y entrega a lo que por vez primera lo hizo llorar ante sus discípulos y la prensa. El béisbol también lo hace. Y eso es honor, Carlos Martí. Es un honor.

Carlos Martí abraza al cargabate Gerardo Campillo tras la victoria de Granma. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

“Lloro de alegría y tristeza”. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.