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En claves: ¿Cómo Cuba ha podido contener la COVID-19?

No sabríamos a ciencia cierta si en este tiempo, la devastadora experiencia de la COVID-19 le ha bastado a la humanidad para ¿aprender? que somos tan dependientes unos de otros, como vulnerables. Pero sí ha evidenciado la urgencia de acortar las brechas de desigualdad existentes en todos los órdenes. Una de ellas, esencial, lograr que la salud universal sea realidad y no quimera.

El argumento: las miles de personas que murieron sin derecho siquiera a una atención médica. Un argumento mayor: las miles que cada día mueren de otras causas y enfermedades evitables, “comunes”, olvidadas, y que las comparaciones estadísticas de la pandemia también han venido a restregarnos en la cara. Porque antes de la era COVID-19, esos “dinosaurios” ya estaban ahí.

Era difícil imaginar el 31 de diciembre de 2019, cuando las autoridades de la ciudad de Wuhan en la provincia de Hubei, China, reportaron un conglomerado de 27 casos de síndrome respiratorio agudo de etiología desconocida, la tormenta que se avecinaba. Para el 11 de marzo la OMS declaraba pandemia a la COVID-19, y de este lado del Atlántico, Cuba reportaba sus primeros tres casos positivos al nuevo coronavirus.

Poco más de 100 días después, la nación caribeña casi en su totalidad, exceptuando la ciudad de La Habana, y las provincias de Matanzas y Mayabeque, lleva al menos 15 días sin reportar casos positivos al SARS-CoV-2 y 14 de sus provincias junto al municipio especial Isla de la Juventud han entrado en la primera fase de etapa de recuperación de la COVID-19.

Cuba ha contenido la pandemia, eso es un hecho. Pero para entender cómo ello ha sido posible desde el sistema de salud pública cubano hay que partir de dos elementos: el primero, la voluntad política expresa de que la salud de las personas es prioritaria. El segundo, anticipación al riesgo y prevención.

El Plan Nacional se adoptó desde enero y se reforzó en marzo

Mientras en China y en el mundo se desataba la cadena de acontecimientos antes narrados, Cuba ya reaccionaba a la alerta. La nación ponía en marcha la elaboración de estrategias de respuesta en fecha tan temprana como el 29 de enero, cuando el Consejo de Ministros aprobó un Plan para la Prevención y Control del Coronavirus que luego sería actualizado constantemente.

Dicho plan involucró desde su concepción a organismos y organizaciones sociales y comunitarias y sería evaluado todos los días por un Grupo Temporal Nacional, presidido por el Presidente de la República.

Para el 3 de febrero “comenzó la primera etapa de la capacitación para los profesionales de la salud y trabajadores de los organismos de la Administración Central del Estado en los temas de bioseguridad y el 12 de febrero se creó el Grupo de Ciencia para el Enfrentamiento a la COVID-19”, apunta el artículo Gestión gubernamental y ciencia cubana en el enfrentamiento a la COVID-19, de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de la República de Cuba y Jorge Núñez Jover Presidente de la Cátedra Ciencia, Tecnología y Sociedad, Universidad de La Habana.

En el texto, publicado en la Revista Anales de la Academia de Ciencias de Cuba se recoge minuciosamente cada paso que se dio entonces y que permitió a la Isla, porqué no, ganar el tiempo para minimizar el impacto de una crisis segura. Percepción del riesgo oportuna.

“El 17 y el 26 del mismo mes se establecieron, respectivamente, el Observatorio de Salud COVID-19 y el Comité de Innovación. El 28 de febrero se aprobaron los primeros cinco proyectos de investigación para la COVID-19. A la altura del 1 de junio se desarrollaban 460 investigaciones, de ellas 85 dirigidas por el Grupo de Ciencia del Grupo Técnico Nacional”.

Atendiendo a la expansión en el mundo y las experiencias internacionales, a principios de marzo, el General de Ejército Raúl Castro, primer secretario del Partido, convocó a una reunión del Buró Político solo para abordar el tema de la nueva enfermedad y el peligro real que representaba para nuestro país.

En esa reunión se tomó un grupo importante de decisiones, como actualizar el plan existente, con el fin de hacerlo más detallado y poder actuar ante cualquier caso que se presentase, además de desarrollar reuniones territoriales en oriente, centro y occidente con los dirigentes provinciales y municipales, para presentarles el plan actualizado y evacuar inquietudes y preguntas.

También se decidió sumar los hospitales militares del país –con excepción del Carlos J. Finlay, en el municipio de Marianao, en La Habana– a las instalaciones ya previstas para tratar los casos sospechosos.

El 5 de marzo se desarrolló una reunión del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros para analizar este tema, y esa misma tarde se reunió de manera extraordinaria el Consejo de Ministros para aprobar la nueva versión actualizada del Plan Nacional para la Prevención y Control del Coronavirus.

Gobierno cubano actualiza Plan para la prevención y control del COVID-19

Los días 6 y 7 de marzo, el Presidente de la República y el Primer Ministro encabezaron las reuniones territoriales en el centro, occidente y oriente, por ese orden, con la participación de los primeros secretarios del Partido, los gobernadores, jefes de regiones militares, delegados del Ministerio del Interior y los directores de Salud de las provincias, así como con los secretarios del Partido, presidentes de las asambleas municipales del Poder Popular, intendentes y directores de Salud de todos los municipios del país.

En esos dos días, encabezados por el presidente de Cuba, un grupo de dirigentes nacionales y de las organizaciones políticas tuvimos contacto directo con 759 compañeros que de primera mano recibieron la explicación del Ministro de Salud sobre este plan actualizado; además, se efectuaron precisiones y se escuchó la opinión de los presentes”, informaba en la Mesa Redonda del 9 de marzo el Primer Ministro Manuel Marrero Cruz.

Dos días después se confirmaban los tres primeros casos positivos en Cuba.

Abordaje integral, el mayor acierto

Ilustración: José Alberto Rodríguez Ávila/Cubadebate.

Las experiencias de cómo cada uno de los 185 países han afrontado la crisis sanitaria son diversas, en un contexto donde el SARS-CoV-2 sigue siendo una amenaza real.

Cuba llegó al cierre de este sábado 27 de junio, el día 110 de la epidemia en la isla caribeña, con 2 332  casos confirmados a la COVID-19; de los cuales 43 permanecen activos, mientras un total de 2 201 pacientes se han recuperado de esta enfermedad, más del 90 % de todos los contagiados.

Se acumulan 86 personas fallecidas, para una letalidad de 3.69 (por cada 100 personas) que ubica al país en el lugar número 19 en cuanto a este indicador en la región de las Américas y en el puesto 96 en el mundo.

Junto a medidas de probada efectividad como el cierre de escuelas y las fronteras, la suspensión de eventos deportivos y culturales, así como el transporte público, fue decisiva la rápida organización del sistema de salud pública, que creó y adecuó las capacidades necesarias para asegurar la atención médica en todo el territorio nacional.

Ni un solo eslabón dentro del sector sanitario quedó fuera de esta estrategia, basada en la integración de elementos epidemiológicos, asistenciales y del potencial científico cubano, con el manejo clínico y preventivo de la infección como una prioridad.

De esa forma, la respuesta a la emergencia sanitaria se estructuró desde la atención primaria de salud hasta el resto de los niveles de atención. Las acciones de contención de la pandemia comienzan en la comunidad y terminan en este mismo escenario, mediante vigilancia y otras medidas preventivas, profilácticas, de recuperación y rehabilitación de las personas, una vez recuperadas.

“El modelo se sustenta en el sistema de información de estadística y la vigilancia en salud. El mismo se caracteriza por ser un sistema integrado e integral de vigilancia en todos los estadíos epidemiológicos; intersectorialidad en las acciones; transdisciplinariedad en las intervenciones, inmediatez en la toma de decisiones, así como una atención individualizada, sin exclusión. Su concepción integra a la industria biotecnológica y farmacéutica cubana”, explicaba en días recientes en intercambio virtual con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el doctor José Angel Portal Miranda, ministro de Salud Pública.

Cubadebate comparte con sus lectores algunos de estos elementos que caracterizaron la estrategia de salud exitosa de Cuba frente a la pandemia:

En el país, ya se han tratado con esta ñultima terapia 29 personas, a las que se le ha administrado este suero. Para lograr tratar estos 29 pacientes se han procesado 138 muestras de suero de personas recuperadas que han donado su plasma.

“No se reportan niños, niñas y adolescentes fallecidos, tampoco hemos tenido que lamentar muertes maternas, ni de ningún personal sanitario”, destacaba el Ministro de Salud Pública en días recientes.

Tampoco ha colapsado el sistema en ninguno de sus niveles de atención, lo cual no solo ha permitido sortear la pandemia, sino prepararse para la reapertura y vuelta a la normalidad de un grupo de servicios que redujeron sus actividades en medio de la contingencia epidemiológica.

Cien días: Ni Uno, ni Una

La base de una sólida organización y capacitación de los recursos humanos, permitió a Cuba además aportar a la lucha contra el virus en el escenario internacional. En estos meses han salido 38 brigadas del Contingente Internacional de Médicos Especializados en el Enfrentamiento de Desastres y Graves Epidemias “Henry Reeve”, conformadas por más de 3 440 profesionales de la salud, a 31 países, que han atendido más de 126.000 pacientes. Estos profesionales se unieron a los más de 28 000 colaboradores presentes en 59 países.

De estos meses hay un sinnúmero de lecciones, pero una sobresale y Cuba es el ejemplo. Que las naciones garanticen el acceso a la salud universal de sus ciudadanos, mediante el fortalecimiento de sistemas de salud que pongan a las personas en el centro de sus prioridades no es un lujo. Si esta premisa hubiese dejado de ser una aspiración y se hubiese materializado en cada rincón de este planeta, la historia de la COVID-19 y sus escalofriantes números sería otra.

No deberíamos esperar a la próxima amenaza.