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VALIENTES: Yordi, el “intruso” en la zona roja de la Covadonga

Yordi Mazar, quien trabajó como voluntario en la zona roja del Hospital Clínico Quirúrgico Docente “Salvador Allende”, en La Habana. Foto: Cortesía del entrevistado.

Mayo de 2020. Zona roja del Hospital Clínico Quirúrgico Docente “Salvador Allende”, en La Habana. Mientras médicos y enfermeras asisten a pacientes positivos de COVID-19, un “intruso” se encarga de la limpieza de la sala. Así sucederá, invariablemente, durante 15 días. Para ese entonces, el rostro de Yordi Mazar dejará de ser desconocido en la Covadonga.

Había dejado su puesto en la sucursal de Caracol de Playa para sumarse, junto a otros colegas del sector del turismo, a una brigada de apoyo a la salud pública. De forma voluntaria, “di el paso al frente”, me escribe vía Whatsapp desde su casa, donde cumple los 14 días de asilamiento tras la cuarentena obligatoria.

La terapia intensiva fue su área de trabajo. De traje verde y con guantes, “limpiaba el piso, los cristales, el baño… botaba la basura”. Y tenía una manera peculiar de encarar este reto, el “cantarín”, le decían, “porque siempre estaba contento, para darle energía positiva a los pacientes y enfermeros que se mantenían permanentemente en esa zona roja, a pie de guerra”.

Cuando Yordi entró por primera vez a la sala de terapia asumiría otra “misión”. Un hombre asmático crónico se encontraba desde hacía días en estado grave, a quien sintió la necesidad de ayudar. “Me miraba de reojo, mientras yo limpiaba y trataba de animarlo”. Una y otra vez esta escena se repetiría.

“Solía comentar sobre su caso con mis compañeros. Pedí mucho, recé tanto que se hizo un milagro: fue rebasando poco a poco la enfermedad. Justo una semana después, cuando entré al cuarto lo habían pasado a terapia intermedia, y luego se recuperó y fue dado de alta”.

Pero también hubo historias tristes. “También me tocó ver morir a personas. Fueron tiempos muy duros”, dice quien a los 43 años de edad ya conoce el dolor de perder a seres queridos. Quizás, por eso, “encontré fuerzas para enfrentar esa situación”.

¿Por qué, pese a los riesgos, decidió ir la Covadonga? Y la respuesta llega en mensaje de audio: “Una de las razones que me hizo dar el paso al frente fue porque necesitaba darle ese apoyo a la salud pública cubana, que tanto me ayudó cuando mi mamá fue diagnosticada con cáncer. 5 años estuvo en el Oncológico, hasta fallecer. Con mi hermana sucedió igual, siempre me apoyaron”.

Yordi no niega que sintió miedo. Sin embargo, “nunca lo di a entender, siempre estaba alegre”. “Le pedía a Dios que me protegiera a mí y a todos mis colegas. Cuando estuvimos en la cuarentena no estuve tranquilo hasta que llegó el resultado del PCR”. Porque su mayor preocupación era regresar sano a casa, donde lo esperaba su esposa, hijo y nietos.

Luchar contra ese “enemigo invisible y silencioso”, que “está dondequiera”, es un empeño de muchas manos. El “cantarín” de la sala de terapia, el “intruso”, de alguna manera también salvó vidas.

El rostro de Yordi Mazar dejó de ser desconocido en la Covadonga. Foto: Cortesía del entrevistado.

Yordi Mazar junto a los demás colegas que trabajaron como voluntarios en el Hospital Clínico Quirúrgico Docente “Salvador Allende”, en La Habana. Foto: Cortesía del entrevistado.

De forma voluntaria, “di el paso al frente”, dice Yordi. Foto: Cortesía del entrevistado.