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El hijo de Martí

José Martí y el Ismaelillo

La vida de los hijos de los grandes hombres despierta siempre la curiosidad de todos. ¿En qué se parecieron a sus padres y en qué se diferenciaron? ¿Fueron tan valientes, inteligentes, virtuosos como sus progenitores?

Cierto es que en la mayor parte de los casos la descendencia de los grandes rara vez supera el accionar de sus progenitores, pero es constante el interés de saber en qué esos hombres fueron útiles a su época, a su país, a su cultura.

En el caso particular del hijo de José Martí, Apóstol de nuestra
independencia, esa curiosidad suele rayar casi en lo morboso. ¿Fue Pepito
Martí, aquel hombre a quien de niño el padre dedicó el poemario Ismaelillo,
digno heredero de su padre?

“Tengo para mí… la satisfacción del deber cumplido; fe y esperanza en
la utilidad de la virtud y en el mejoramiento humano...” escribe el hijo de Martí
en una carta que remite al gran periodista Ramón Vasconcelos quien, desde
las páginas del periódico habanero El País, lo había acusado de su “falta de
deseos de servir a la patria» y de mostrar una «enervante y plácida tendencia a
la vida fácil y alegre”.

Confiesa el hijo de Martí la pena que le provocó leer el artículo de
Vasconcelos, que consideró “injusto e inexacto” y quiere “aclarar y rectificar” ciertos conceptos. Ese es el motivo de la misiva que dirige al periodista de Dos años bajo el terror en mayo de 1927, y con la que quiere que Ramón Vasconcelos y todos sus conciudadanos sepan cómo siente Pepito Martí.

Aclara enseguida que se alude a sí mismo de esa manera porque por ese
diminutivo lo conocían y llamaban cariñosamente sus compañeros de armas en la manigua. Diminutivo al que añadían el apellido que, dice, “creo haber sabido llevar con el decoro y respeto que exige ese nombre que pesa tanto”.

Ya para entonces el hombre que nació en 1878 en una modesta casita
de la calle Tulipán, en el Cerro, está fuera de las Fuerzas Armadas. Pasó a
retiro con el grado de general. Fue, en el gobierno de José Miguel Gómez, jefe
del Estado Mayor del Ejército y jefe interino de dicho cuerpo, y, con
posterioridad, ministro de Guerra y Marina en el gobierno de Mario García
Menocal.

Participó, en 1912, en la represión de la protesta de los Independientes de Color, Dice el hijo de Martí a Vasconcelos:

“Hace treinta años, a los 17 años de edad, no usaba yo uniformes de galones dorados, ni sable centellante, ni abultadas hombreras de oro, sino la guerrera y el pantalón de mambí, mi machete paraguayo en la cintura y sobre el hombro izquierdo la bandolera en que llegué a ostentar las estrellas de capitán”.

Precisa que de esos días guarda, con especial orgullo, un diploma que lleva la firma de “aquel caudillo que ostentaba en la frente luminosa la afirmación indeleble de su heroísmo”, y que dice textualmente: “Por su heroico comportamiento sirviendo en el cañón dinamita en la toma de la ciudad de Tunas de Bayamo. Calixto García”.

No saca Pepito Martí a relucir esos hechos por pura vanagloria. Pero
llegó el momento en que decidió actuar en la vida pública y quiere que por lo menos se conozca su actuación ya que en su artículo Vasconcelos parece desconocerla o la pasa por alto.

Lo cierto es, dice en el hijo de Martí, que sirvió a Cuba en su lucha por la independencia en las filas del Ejército Libertador y que en cumplimiento de ese honroso deber mereció el elogio de Calixto García, uno de los grandes de las gestas mambisas. No lo dice en su carta, pero participó en otros muchos combates.

Desde que salió de las Fuerzas Armadas, apunta, no ha dejado de
interesarse por los problemas políticos del país. Cree que hay que desarraigar
la podredumbre, acabar con la oligarquía encasquillada en privilegios y
prebendas, romper toda una muralla de intereses creados.

Su salud, sin embargo, es precaria y lo obliga a reiteradas salidas de la Isla en busca de mejorías. Se opuso a Machado y gracias a sus esfuerzos fue posible reunir, el 4 de abril de 1938, en su residencia de la calle Calzada, a jefes antagónicos de la oposición al coronel Batista que fijarán allí una estrategia común con vistas a la asamblea constituyente de 1940, estrategia que se resume en una sola frase: “Constituyente primero, elecciones después”, principio contrario a lo que estipulaba el jefe del Ejército.

Militó Pepito Martí en el partido ABC. Murió en su residencia el 22 de octubre de 1945, a los 67 años de edad. Luego de un corto velatorio privado en su propia casa, sus restos se expusieron en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio. Fue inhumado con honores de Mayor General.