Mariano no quiso ser profesional

Mariano Álvarez.

Para Ramón (Mon) Goenaga

Cuando se habla de la pelota cubana anterior a 1959, por lo general se acude a la Liga de Béisbol Profesional, las Menores y las Grandes Ligas, donde indudablemente hemos tenido excelentes jugadores. Pasan a un segundo plano los torneos amateurs, cada cual con sus características, fuente y consecuencia del desarrollo. Los mismos donde se abarrotaban y abarrotan los estadios de todo el país, pues representan al terruño.

Pocos eran los peloteros en las décadas anteriores a la Revolución que se negaran a firmar, además de realizarse, era una forma de sacar de apuros a la familia. Algunos triunfaron, la mayoría no. Estos últimos también corrían el riesgo de no volver a participar en torneos de aficionados, aunque lo hacían en otros a los que llamaban Libres.

Mariano Álvarez Montalván, quien se acerca a las fecundas nueve décadas de vida en su morada del Central España, hoy España Republicana, allí llegó un día para destacarse como ningún otro con el guante y el bate; allí se enamoró y allí vive en su viudez. Excelente jugador de cuadro que prefirió el campo corto. Nació el 23 de noviembre de 1929, en Florida, Camagüey. Bateaba y tiraba a la derecha.

Tuve la suerte de conocer a Rodolfo (Lalito) Landín, ya desaparecido, un acucioso investigador de la Liga Pedro Betancourt y su central España. El amigo, periodista y escritor Luis Sexto, me lo presentó por teléfono (no lo traté en persona) y a partir de ahí establecimos una bonita amistad. Poco a poco me ayudó a profundizar en aquellos parajes donde se desempeñaron figuras extraordinarias de la pelota cubana y mundial, entre ellos varios de las Ligas Mayores como Orestes Miñoso (allí nacido en la finca La Lonja), Tani Pérez, Tony Taylor, Edmundo Amorós y otros.

En el central, entre Lalito y demás estudiosos de la zona, constituyeron una Peña Beisbolera. Por él me mantenía informado. Allí, entre tantos, estuvo hasta su muerte el gran Ervin (así fue su nombre) Walters, el primer campeón de bateo en Series Nacionales. Poco antes de fallecer, Lalito me envió parte de su archivo con interesantes datos e imágenes. Hicimos una bonita amistad.

Por él profundicé en la figura de Mariano Álvarez, a quien recordaba de las Series Nacionales, pero más porque mi tío Ramón (Mon) Goenaga, maestro en el Perico y Colón, me hablaba mucho de él. Y cosas de la vida, por el apellido me preguntó Mariano (siempre por teléfono) si éramos familia. La mente de este hombre, al redactar estas líneas, está tan clara como sesenta años atrás.

De constitución fuerte y estatura más bien pequeña, Mariano jugó en casi toda la Isla. Desde joven se vio obligado a trabajar fuerte en diferentes oficios, hasta que en 1950, a los veintiún años de edad, comenzó a trabajar en el Central Agramonte, donde formó parte del equipo de pelota del ingenio, con estupenda labor.

Por aquellos tiempos el equipo del Central Francisco de Guayabal, tenía un tope en La Habana contra el poderoso Hershey Sports Club. Por tal motivo contactan con Mariano, con fama de buen bateador, para reforzar el equipo. El joven aceptó y se destacó con dos cuadrangulares, más excelentes jugadas.

Es ahí donde la vida comenzaría a darle un  vuelco, porque conoció en persona al famoso torpedero Antonio (Quilla) Valdés, entre los mejores de cualquier época, quien quedó sorprendido con su forma de jugar. Al finalizar el tope, Quilla le habló sobre su decisión de retirarse para trabajar como entrenador y el interés porque Mariano se presentara a una preselección. El avezado jugador, que también había rehusado el profesionalismo, lo destacó para su reemplazo, pero tendría que eliminarse entre otros.

Aceptó la proposición y el 8 de marzo de 1952, la dirección del equipo le pagó el pasaje en tren, para presentarse junto a otros nueve jugadores, entre los cuales se escogería el sustituto de Quilla. El muchacho recibió todos los elogios y resultó seleccionado. De esa forma pasaría a la fortísima Liga Nacional Amateur, de la Unión Atlética de Amateurs de Cuba entre 1952 y 1958, como short stop titular del Hershey Sports Club. Precisamente, en 1958 alcanzó los liderazgos en jonrones (11), impulsadas (48) y anotadas (32).

Por primera vez Marianao jugaría al nivel precedente de la Liga Profesional Cubana, pero a pesar de los logros, según confiesa, no fue lo suficientemente feliz, ya que cuando miraba a las gradas, los negros y los blancos no la compartían; cada uno en su bando. Aquella liga, la más fuerte entre aficionados, era un remedo racista del siglo XIX.

Aquello de negros y blancos separados en el graderío y no jugar los de piel oscura con nosotros, no solo lo veía mal yo, todos lo comentábamos, porque sabíamos de negros que jugaban mejor que los blancos. Eran cosas de aquella época.[1]

De allí también conserva gratos recuerdos, pues su economía mejoró con cuarenta pesos por juego, cincuenta de salario y todos los gastos pagados. Scouts y periodistas lo acosaban para que saltara el profesionalismo. Mas él no los tuvo en cuenta.

A mí me cayeron atrás varios scouts para llevarme al exterior y jugar en la Liga Profesional Cubana, pero no acepté. Yo veía aquellos jugadores grandes y fuertes y yo no era así, mi estatura me delataba. Monchy de Arcos, del Almendares, me propuso villas y castillas. Rubén Rodríguez, el famoso locutor también se fijó en mí, no me perdía ni pie ni pisada, pero yo más bien les huía, en lugar de darles entrevistas, aunque hubiera bateado un par de jonrones, cuando los veía saltaba la cerca y me iba para el albergue. Además, veía cómo muchos que firmaban regresaban sin un centavo y no quería correr esa suerte.[2]

De todas formas, a petición de la dirección del Hershey, en una ocasión lo sentaron ante varios scouts, junto a Octavio (Cookie) Rojas, entre los mejores defensores del cuadro en cualquier época, quien poco después se destacaría en las Grandes Ligas. Ellos quisieron llevarse a los dos, pero Mariano, plantado en sus trece, no aceptó.

Entre los años 1953 y 1956, en los meses de julio, agosto y septiembre, se iba a jugar en la Liga Popular de Oriente, donde en 1954 resultó Champion Bate. También lo hizo con el Central Preston (hoy Guatemala). Aunque el equipo no ganaba, siempre discutía el campeonato y él sobresalía entre los demás. Lo suyo era jugar a la pelota.

Por la década del cincuenta, en la matancera Liga Pedro Betancourt, nuestro hombre brilló como ninguno con el Central España, al extremo de resultar el Mejor Jugador de la misma. Allí participó en seis temporadas y se echó encima a la fanaticada con su juego alegre: En 1955 (.354), 1956 (.547), 1957 (.391), 1958 (.357), 1959 (.408) y 1960 (.441).

En 299 veces al bate, conectó 123 hits (.411), con 88 anotadas, 96 impulsadas, 36 dobles, 7 triples, 17 jonrones y slugging de .736. En 1959 resultó líder en anotadas (15), empatado con Roberto Valdés. Se recuerda su jonrón para decidir el torneo en la temporada de 1955, con las bases llenas.

En 1956 alcanzó la Triple Corona: líder de los bateadores (.547, 53-29), impulsadas (26) y jonrones (6), así como el total de bases (55), con astronómico slugging de 1,037. En 1958 promedió .357, 10 hits en 28 veces al bate, 5 anotadas y 10 impulsadas. En 1960 lo hizo para .411 (56-23), dominó en los dobles (7) y en bases por bolas (18).

Lo vi en las primeras Series Nacionales, ya veterano, con un físico mediano, ya le faltaba un poco el pelo. Sabía jugar a la pelota, de esos que conocen lo que hay que hacer en el terreno. Años atrás lo había visto en la Liga Pedro Betancourt, muy destacado, las cogía todas y bateaba por encima del promedio siempre.[3]

Con treinta y tres años de edad, estuvo entre los fundadores de las Series Nacionales (1962) con el Occidentales de Fermín Guerra, que se proclamó campeón. Repitió con ese equipo en 1964, bajo la pupila de Gilberto Torres, y en 1965 con el Centrales de Asdrúbal Baró, entre otros torneos.

Recuerda Mariano que en un juego contra Occidentales de 1965, tuvo una tarde perfecta. El Gibarito lo llamó y le dijo: “Oye, te las estás gastando todas, como en tus buenos tiempos”. Y él le contestó: “Ah, ¿por qué me dejaste fuera?”.

Lector inveterado, de memoria limpia y abierta al prójimo, ahora vive la ancianidad y viudez como lo que es, un patriarca silenciado después de tantos años, de memoria fértil y enamorado como siempre de la pelota, su pelota. De él y tantos otros, deben beber las nuevas generaciones.

Notas:

[1] Mariano Álvarez: Entrevista telefónica con el autor, agosto de 2017.

[2] Ídem.

[3] Roberto Llende: Entrevista con el autor, 1ro. de septiembre de 2018.

Con el Hershey, segundo de izquierda a derecha (debajo).

Rodolfo Landín (Lalito).