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La forma del agua: Arte y pasión para criaturas incomprendidas (+ Video)

Una película sobre la relación entre una chica y un monstruo parece un asunto condenado desde el principio al fracaso. Sin embargo, La forma del agua se encarga de echar por tierra cualquier mal augurio y llega a los cines como una de las historias de amor más insólitas y poética de los últimos años. Dirigido por Guillermo del Toro, este filme habla de la pasión más allá de las diferencias, pero también de seres marginados que tienen en la sensibilidad su mejor arma contra una sociedad que los desprecia.

Ambientada en plena Guerra Fría, la obra centra su atención en Elisa Esposito, una joven muda que trabaja como empleada de limpieza en una de las instalaciones científicas del gobierno de Estados Unidos. Allí encuentra a un ser enigmático —especie de hombre anfibio con cualidades únicas— que le cambiará su vida marcada hasta ese momento por la soledad y la monotonía. A todas luces, este parece un argumento común con códigos ya vistos en infinidad de ocasiones, pero contado con una maestría envidiable.

Tanto en la cuidada fotografía de tonos verdeazulados como en el movimiento inquieto de la cámara, resulta evidente la atención a los detalles y el deseo de narrar esta fábula con la delicadeza propia del mejor cine. Mientras tanto, una exquisita banda sonora que por momentos supera a lo visual, un ritmo ágil y actuaciones como la de Sally Hawkins en el rol protagónico o Michael Shannon como el antagonista principal, significan aciertos importantes de un filme capaz de combinar poesía y belleza sin caer en lo superfluo.

Con un lirismo excepcional, esta producción logra unir dos épocas históricas diferentes. Si el año anterior La La Land estuvo en los cines como un homenaje a los grandes clásicos del musical, en esta ocasión La forma del agua rinde tributo a las gustadas películas de monstruos de mediados de la pasada centuria.

Sin embargo, junto a la estética de aquellos años, aparece también un discurso enfocado a dialogar con muchos de los temas inevitables en los debates actuales. Como en tantas otras creaciones del director mexicano, lo fantástico resulta la justificación escogida para hablar de la realidad.

El cuidado de la fotografía y el color de las escenas es uno de sus puntos fuertes

Más allá de la historia de amor que esta película nunca obvia, Guillermo del Toro deja otros matices en el camino y conforma una obra con más de una lectura interesante. Para él, Elisa encarna un modelo de heroína diferente, capaz de blasfemar, dispuesta sin tabúes a la sexualidad, imperfecta y sensual.

Mientras tanto, el personaje interpretado por Shannon casi representa una caricatura del modelo de hombre ideal para la propaganda de la década del ´60: comanda una familia perfecta, tiene fe ciega en un futuro luminoso liderado por Estados Unidos y cede ante la sabiduría de una publicidad con todas las claves para obtener el éxito.

Así, La forma del agua puede interpretarse como un romance entre una muchacha y un monstruo, pero también como un filme sobre una cultura que ignora y liquida a los diferentes. Junto a la criatura humanoide, la propia Elisa es también un ser distinto, colocada en un escaño inferior por su incapacidad para hablar. A ellos se unen un diseñador gráfico gay, una mujer negra que sufre el machismo de su esposo y el racismo de su jefe, así como un espía soviético en constante debate entre la lealtad acrítica al poder o la fidelidad a sí mismo.

Hasta cierto punto, todos son personas aplastadas por la sociedad, con sus propios dramas particulares, incomprendidos y marginados por un sistema que los obliga a unirse en una especie de cofradía donde la nobleza del espíritu parece el modo primero para resistir y reclamar su lugar. Esa combinación entre lo romántico, lo fantástico y las preocupaciones sociales confluyen durante casi dos horas y se mezclan en una magistral puesta en pantalla para hacer de esta obra una de las mejores películas de los últimos tiempos.

Con buena dosis de sensualidad y erotismo, este filme posee la virtud de la nobleza y la fuerza de la crítica más inteligente. Aunque temas como el racismo, la homofobia, la rebeldía o una dura sátira hacia el american way of life tienen un espacio fundamental en la trama, esos elementos funcionan en segundo plano y se entrecruzan en un argumento donde la imaginación y la fantasía nunca pierden protagonismo. Desde la metáfora del título hasta la voz en off del inicio y el final, todo aquí destila ternura, sensibilidad y elegancia.

Ya sea como un canto a la belleza más allá de las formas exteriores, una defensa del amor en su estado más natural, una subversión del canon clásico de lo monstruoso, un desafío a los estereotipos o un reclamo hacia un sistema marcado por la intolerancia, el gran mérito de La forma del agua radica en no renunciar nunca a la sencillez para contar su historia. Poética y desinhibida, tal parece recordar cuánto queda por decir sobre seres dañinos que en apariencia solo existen en la ficción.

La interpretación de Michael Shannon encarna un modelo de hombre basado en estereotipos

Poco a poco, la relación entre Elisa y la criatura humanoide gana complejidad durante la trama