Atletismo cubano en 2017: Balance para un rey sin corona

Yarisley Silva le dio al atletismo criollo su única medalla en la principal cita del año.

Cuando el campo y pista antillano colocó el punto final a su temporada del 2017, cerró una campaña matizada por el frustrado regreso de Dayron Robles, triunfos esperanzadores entre los más jóvenes, la decepción luego de un mundial y la reconfiguración de buena parte de la selección nacional. Cumplido el primer año del nuevo ciclo olímpico, entre reclamos de unos y aplausos de otros, es un buen momento para analizar los últimos doce meses de uno de los deportes imprescindibles para sostener resultados en citas regionales.

Para el atletismo, el evento de más envergadura en la temporada resultó el XVI Campeonato Mundial, con sede en Londres entre el 4 y el 13 de agosto. Allí la Isla desembarcó con 27 representantes y culminó en un discreto lugar 38 por medallas y en el puesto 14 por puntos. En la capital británica solo la pertiguista Yarisley Silva pudo colgarse una presea y aunque otros ocho representantes consiguieron un lugar entre los finalistas, esos resultados mantuvieron encendidas todas las alarmas.

Por segunda ocasión en la historia la Mayor de Las Antillas concluyó una cita mundial con apenas una medalla. La escasa concreción de resultados cercanos a los registros de la temporada en buena parte de la delegación (solo el 18% de los inscritos logró superar sus marcas de inscripción), el pobre fogueo internacional de algunos de los convocados y la ausencia o escasa participación en pruebas de fuerte tradición en Cuba —como el triple, el martillo y la jabalina para las damas— conspiraron contra un mejor rendimiento.

Para Cuba este fue un mundial de récords negativos. Nunca antes la Isla participó sin al menos un representante varonil en los lanzamientos, por primera vez no clasificó a una martillista, solo dobló presencia en tres de las 15 pruebas que disputó y únicamente el triple masculino asistió con equipo completo. No obstante, frente a la concentración de fuerza en unas pocas especialidades y las escasas opciones de título, en Londres apareció también la nueva generación del campo y pista antillano y muchos de ellos evitaron un resultado más triste.

Cubanos entre los 20 primeros del ranking al cierre de 2017. Obsérvese a la derecha su actuación en el Campeonato Mundial de Londres (Fuente: Archivo Personal)

Junto al cuarto puesto de Yorgelis Rodríguez en el heptatlón, el resurgir del salto de longitud masculino y la alegría de clasificar a todos los triplistas entre los doce mejores, el atletismo vio cómo otro grupo de jóvenes salieron a las pistas para continuar su formación de cara al gran objetivo de Tokio 2020. La estrategia de la Comisión Nacional de incluirlos en un mundial es aplaudible por inteligente y necesaria, pues de ellos depende la presencia cubana en Tokio 2020 y necesitan codearse con el primer nivel, aunque de momento no suban al podio. Paso a paso se llega quizás más lejos.

Junto a esos adelantados, el saldo final de la temporada lo maquilló la actuación en el X Campeonato Mundial para menores de 18 años, una cita con solo 13 cubanos y más de un titular para ellos. El impresionante registro universal del triplista Jordan Díaz (17.30m), el un-dos de Maikel Vidal y Lester Lescay en longitud, así como el liderazgo de campaña para la martillista Amanda Almendáriz (71.12m) y el récord para los campeonatos de Marisleisys Duarthe (62.92m) en la jabalina, coronaron una actuación de excelencia.

De hecho, salvo María Calderín —descalificada en la semifinal de los 800 metros— y Melany Matheus — tres fouls en la final del lanzamiento del disco— el resto de la comitiva antillana terminó con ubicaciones entre los ocho mejores de cada prueba. Así, los cinco títulos en la capital kenyana, las otras tres preseas y el inédito tercer lugar en el medallero definitivo, hicieron del Mundial de Cadetes lo más destacado para el atletismo cubano en el 2017.

Sin embargo, ese rendimiento trae otras lecturas importantes. De un lado, habla del cumplimiento efectivo de un plan de entrenamiento para materializar la mejor actuación en el momento necesario. Del otro, muestra los resultados de un trabajo en la base, la competitividad de estos jóvenes y anuncia el potencial para el futuro. En Nairobi deslumbraron muchas de las estrellas llamadas a asaltar la élite en los olímpicos de 2024, aunque concretar ese talento entre mayores significa otro desafío importante para técnicos, directivos y atletas.

Ubicación en el ranking de los cadetes antes de su Campeonato Mundial y el posterior resultado en la cita de orbe. En Nairobi muchos de ellos superaron o estuvieron cerca de sus mejores marcas (Fuente: Archivo Personal)

Por otra parte, en 2017 nuestro atletismo asistió a más de 35 compromisos internacionales reconocidos por la IAAF, incluyendo el Mundial de Relevos, varias paradas de la Liga de Diamante, el World Challenge y la Copa Panamericana de Pruebas Combinadas, así como el Panamericano Juvenil y la Universiada. En ellos, amén de títulos y medallas, la gran deuda radicó en el poco aprovechamiento de esos espacios para mejorar registros.

Así, de los alrededor de 50 atletas que tomaron parte en esos torneos, solo diez superaron sus marcas históricas. Esa cifra —solo el 20%— resulta pobre para un deporte necesitado de mostrar avances en competencias de nivel. Por su parte, en el año Cuba aportó solo tres representantes a la final de la Liga de Diamante, mientras diez criollos se incluyeron en el top ten del ranking. El tercer lugar de Denia Caballero en la discusión de la gema y de Yaimeé Pérez en la lista anual representan lo mejor en cada apartado.

Con esos precedentes, el deporte rey antillano recibe el 2018 con la mirada puesta en los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, aunque enfrentará también la cita del orbe bajo techo, la novena edición de la Liga de Diamante, el Campeonato Mundial Juvenil, la Copa Continental de la IAAF y los habituales mítines internacionales. No obstante, el evento del área concentra buena parte de la atención y allí al atletismo le tocará probar su valía.

Ante el objetivo de la delegación criolla de mantener el primer lugar por naciones, el campo y pista necesita materializar el mayor aporte posible, sobre todo porque esta será la cita regional más difícil para el deporte cubano. Aunque la Isla debe dominar el atletismo centrocaribeño, sí parece complicado emular los 23 títulos logrados en Veracruz 2014, tanto por el creciente empuje de países del área como por el espacio cedido en algunas pruebas. Y en esa diferencia bien pueden estar los títulos vitales para conservar el cetro de los juegos frente a México o Colombia.

Jordan Díaz impresionó en Nairobi con su récord mundial en triple salto

Para solventar con éxito ese reto y enfrentar los restantes compromisos del ciclo olímpico, el atletismo nacional debe trabajar en dos direcciones esenciales: incrementar la eficiencia en las competencias fundamentales del año y garantizar un tránsito efectivo de los atletas cadetes y juveniles hacia la categoría de mayores. La primera, obligatoria para cualquier país que aspire a mantenerse en la élite de cualquier deporte. La segunda, imprescindible para sustentar resultados y evitar el estancamiento y la pérdida de nuevos talentos con excelentes registros para sus edades.

En el ámbito interno, la inauguración de un moderno gimnasio para los atletas, la instalación de una pista de óptima calidad en Camagüey y la proyectada reparación de la existente en el Estadio Panamericano, resultan pasos que ofrecen solidez a esos objetivos. Ellos, junto al fortalecimiento en la captación de talentos, la continua atención a atletas y entrenadores, así como una constante actualización científica y el paulatino rescate de la presencia extranjera en el Memorial Barrientos —justo como ocurrió en mayo pasado—, deben fortalecerse y mantenerse en el tiempo para sostener el rumbo.

De momento, nuestro atletismo no es similar al que vimos a finales del siglo pasado. Sin embargo, más allá de la reestructuración generacional vivida en 2017, de las grandes deudas de Londres y los aplausos en Nairobi, lo realmente vital de la última temporada radica en entenderla como la primera de un ciclo olímpico con final en Tokio 2020. Encauzar todos los esfuerzos hacia allí, solventando cada reto intermedio con inteligencia, sin malgastar oportunidades, pero también sin adelantar etapas, resulta esencial para que el deporte rey obtenga otra vez su corona.