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Carta errática al Maestro Lecuona (+ Video)

(Después de haber hojeado los dos tomos de la obra Ernesto Lecuona: cartas, del investigador Ramón Fajardo Estrada)*

Ernesto Lecuona: Cartas

Ernesto Lecuona: cartas, selección y anotaciones de Ramón Fajardo.

Querido Maestro:

Perdone que me abalance sobre usted con esta familiaridad. Digo perdone y no disculpe, yo no suelo tenerle miedo a la palabra que uso. Usted es mío y del otro y del de más allá aunque, si lo hubiera conocido en persona, me habría pasado la vida sin tutearlo, precisamente como una forma  de defender la familiaridad. Esta mañana de domingo armé un rincón en mi portal y comencé a dar vueltas entrando aquí y allá en esta obra compilatoria de Ramón Estrada llena de celo y amor hacia usted y me di cuenta de que, para llamar la atención sobre alguno de sus valores y recomendar el acercarse a ella, necesitaría asomarme por este sitio durante una buena cantidad de domingos sin otro resultado que ofrecer mi percepción personal. Soy aficionada a escribir cartas --igual que lo fue usted—y esa es la razón por la que aquí me tiene.

Me duelen sus angustias ante la voracidad de los editores, empresarios y toda esa raza que comienza a aparecer con papel y lápiz pidiéndonos la firma para ser más dueños de nosotros que nosotros mismos en toda suerte de sitio, tiempo y situación aunque, muchas veces, no estén capacitados para silbar o tararear un simple motivo melódico de cuantos pueblan nuestra obra musical (ni manifiesten la mayor inclinación al respecto). Me conduele el desenfado de los disparadores de clics, el asalto a la imagen predestinada a trucidarse, asociarse, manipularse de mil maneras bajo la pretensión de una cesión absoluta y total, planetaria y multipropósito –infinita-- de esa firma nuestra a puño y letra que más bien merecería enternecer al corazón más frío. Expresiones todas de ese amor sordo, pendiente de convertirse en tema de bolero, que convierte al monedero del mercader en el norte magnético de todos los hermosos momentos que pasamos desechando una palabra y colocando la otra, rediseñando la curva de una frase que hace más hermosa la entonación y enaltece la musicalidad de quien la escuche.

El cruce de cartas, el catálogo de imágenes expresivas de lo que viene a ser el asunto de los episodios que les dieron razón de ser, son razones para recomendarles a las buenas personas un acercamiento y una valoración justa al esfuerzo de Ramón Fajardo Estrada. Se cumple, en estos dos volúmenes, una constante apreciable en su obra sobre Rita y Bola --por citar sólo dos ejemplos más que elocuentes--: la aproximación perenne al conocimiento mediante la precisión del dato y la autenticidad de las fuentes que convierten cualquiera de sus libros en verdaderas, palpitantes vías de acceso a cualquier período de nuestra historia.

Me he disgregado un poco, Maestro, pero estoy segura de que usted me está entendiendo. Aprendí a levantar los ojos para pensar en usted desde los años de mi primera infancia cuando mi tía, una humilde muchacha de Luyanó, me puso una bata nueva y me llevó a un concierto suyo en algún sitio por los alrededores del Capitolio. Usted no lo creerá pero, a fuerza de saberlo familiar, no me había dado cuenta de que mi graduación como bachiller en Letras, en el Teatro América, en 1952, tuvo como colofón un recital a cargo de ¡Esther Borja y Ernesto Lecuona! En los años siguientes, no me perdía los programas de televisión del Canal 4 donde, invariablemente, usted asumía un espacio que supo ganarse con sus manos prodigiosas.

Maestro, más allá de su obra, escuchar cómo usted la convierte en música es una experiencia incomparable. Una sensación de extrema plenitud me toma por completo cuando usted hace unos silencios que no pueden medirse, unas respiraciones mínimas que son su más elocuente retrato en vivo imposible de meter en soportes y convertir en pieza de mercado porque van directo, alma con alma (como diría Juanito Márquez), de usted a mí o a quien pueda captarlas y no tenga reparos en abandonarse a la emoción.

Siga repartiéndose por el mundo como la más absoluta expresión del alma cubana (que es, no cabe duda, una Obra Maestra nacida de la mano de Dios).

Lo quiero mucho. 

Almendares, 16 de junio de 2013

*Ediciones Boloña, 2012

En Video: Fragmento de una película en la que aparece el compositor y pianista Ernesto Lecuona (1895-1963), probablemente grabada en 1945.  

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