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Cuba: Disidencia en “posición normal”

Se cuenta que el célebre poeta cubano Nicolás Guillén solía decir a los grupos de personas que querían retratarse con él “pongan cara de inteligentes” , y al terminar les espetaba sonriente “regresen a la posición normal”. La foto de grupo de la llamada disidencia cubana podría imitar esa broma pero en algo mucho menos divertido e inocente: Una breve pose para simular algo que nunca ha sido.

El 15 de abril de 2009 Jonathan Farrar, entonces Jefe de la diplomacia estadounidense en Cuba escribía un cable que en 2011 desclasificaría Wikileaks. Allí se descalificaba por corrupta, dividida, y carencia de programa y alcance popular a la contrarrevolución que desde mediados de los años ochenta del siglo XX Washington venía cultivando en la isla, con financiamiento millonario, giras internacionales y resonancia mediática internacional. Estas eran algunas de sus afirmaciones:

Ante tal panorama, Farrar proponía una “nueva generación de ‘disidentes no tradicionales’” formada por “blogueros, músicos y artisticas plásticos, (que) no pertenecen a organizaciones de disidentes” que, según él, adoptaban «mucho mejor, posiciones rebeldes de gran impacto”.

En los años posteriores, y coincidiendo con el progresivo incremento del acceso a internet y sus redes sociales, hacia allí fueron de manera creciente los 40 millones de dólares que como promedio anual ha venido destinando Estados Unidos a la “promoción de la democracia” en Cuba, incluyendo el traslado hacia internet de los fondos de la emisora gubernamental Radio Televisión Martí.

La administración Obama rompió récord de esos financiamientos, y apoyado en ellos y otras fuentes como la Open Society de George Soros, floreció un nutrido y articulado sistema de medios privados que contrató, y formó con cursos, premios y becas, no pocos colaboradores dentro de la isla, entre los que estaban representados los sectores mencionados por Farrar.

Con la llegada de Trump, surgió desde Miami una maquinaria más asociada a la agitación política y el terror mediático con base en las redes sociales digitales complementario al primero. Los blogueros de los que habló Farrar devinieron líderes de “medios independientes”, los músicos en reguetoneros premiados en los Granmy Latinos y a más de un provocador político se le privilegió su “obra” en los circuitos internacionales del arte.

El incremento de sanciones por parte de Trump, sumando 243 nuevas medidas a las ya preexistentes del sexagenario bloqueo, a lo que se unió el impacto de la pandemia del nuevo coronavirus sobre la economía, y en particular en el turismo, creó la base para que el discurso de descalificación hacia la gestión gubernamental encontrara en los cortes eléctricos, el desabastecimiento, y el pico pandémico de la covid-19, el asidero que nunca antes tuvo. Así las protestas del 11 y 12 de julio, y no su rápida extinción con participación de revolucionarios organizados, fueron esgrimidas por los sectores asociados a los proyectos comunicacionales y de “promoción de la democracia” financiados desde EE.UU. como prueba de que, al fin, la Revolución cubana tenía las horas contadas.

Ese es el “análisis” que compró en Miami el gobierno de Joe Biden para lanzarse de barriga con la convocatoria a una “marcha pacífica”en noviembre, en la que uno de sus entrenados cursistas apareció como la reencarnación tropical de Vaclav Havel. Con él toda la maquinaria mediática global fabricó un apoyo inexistent en la realidad,, mientras la prensa cubana iba desnudando paso a paso las conexiones del mártir made in Facebook con la embajada estadounidense en La Habana. Llamados a marchar multitudiariamente fueron reduciéndose a “caminar en solitario”, y luego a “aplaudir desde casa”, para terminar con una marcha…. hacia Madrid.

Si ese fuera el único daño no sería tan grave, pero es que el despliegue comunicacional, diplomático y político en apoyo al supuesto líder fue de tal magnitud que con su estampida toda la empleomanía, que al costo de más quinientos millones de dólares en doce años Washington ha sostenido en Cuba, se sintió en la obligación de seguirlo… en el fracaso. Dispersos ahora entre Madrid y Miami los que en 2021 liberarían a La Habana del comunismo se maltratan entre ellos en busca de dinero y protagonismos estériles mientras los líderes de su causa echan a mano a cualquier mentira que dura cada vez menos tiempo.

El sueño de una nueva contrarrevolución intelectual, no dividida, glamorosa y honesta, se esfumó con el intelectual “pacifista”, “de izquierda”, que hoy va de la mano del derechista Partido Popular para acompañar al facistoide y violento venezolano Leopoldo López. La clásica frase de Groucho Marx (Estos son mis principios, si no te gustan, tengo otros), ha encontrado en ellos -con mucho menos talento- la encarnación perfecta. Total, no hacen más que imitar a sus jefes, que cuando les escasea el petróleo dejan colgadas sus antiguas fobias hacia Nicolás Maduro y salen a arreglarse con aquel que antes pintaron como el mismísimo diablo.

(Tomado de La Pupila Insomne)

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