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¿Cuántas vidas tienes, Zizou?

Zinedine Zidane. Foto: Goal.

La respuesta a la interrogante que titula este texto sí que es un “clásico”, casi tanto como el hermoso partido de fútbol del sábado pasado en el Camp Nou, en el que un Madrid regular aprovechó la endeblez de un peor Barcelona. Y si uno lo piensa bien, Zinedine Zidane tiene más vidas que un gato, aunque también es probable que le alcance con solo una y su condición de consentido perenne del presidente del club, el señor Florentino Pérez.

Ahora importa poco. Si hace una semana sintió las cosquillas del filo de la guillotina, o al menos eso quiso hacer ver la prensa cotilla de Madrid, tumbar al eterno rival en su propio campo le devuelve el sitio supremo de mandamás exitoso y ratificado hasta el hastío por la planta noble del Bernabéu. Esto, por supuesto, después de una mejoría notable en el juego del equipo que entrena y de ganarle la partida táctica a su homólogo del banquillo contrario, moviendo a sus jugadores como movería Magnus Carslen las piezas en un tablero de ajedrez.

Pero de nada vale hablar de Zidane si no hablamos del Clásico y si no reconocemos con toda la franqueza de este mundo que el sábado reducimos tensiones con respecto a unos dos, quizás tres años atrás. Ni hablar de aquellos brutales enfrentamientos atizados por la cizaña del taimado José Mourinho y bien respondida por Guardiola, Tito Vilanova o cuanto técnico pasó por la banda en Can Barça. Tampoco está Cristiano, que coloreaba este enfrentamiento de manera especial con su histórica rivalidad con Messi.

Esta vez, por ejemplo, vimos sobre la grama a extremos, delanteros, centrocampistas sin la edad suficiente para sacarse la licencia de conducir. Lo único que manejan con acierto, en todo caso, es el balón de fútbol —¡pero caramba, vaya que lo manejan!— y su notable talento les llevó incluso a la tabla de titulares en un partido de semejante envergadura.

Y hablo, claro está, de Ansu Fati, la joya más lustrosa de la Masía, o de Pedri, desconocido para muchos y cuya extraordinaria campaña anterior con Las Palmas parece que se queda corta con lo que está sucediendo y lo que está por suceder, o de Vinicius, polémico a la vez que buen futbolista.

El brasileño, por ejemplo, tuvo poca efectividad con la pelota en sus pies. Raro es, aunque acostumbra a dejar con las ganas a quienes esperan goles y pases milimétricos, que ni siquiera haya estado fino con su arma mortífera: el regate. No obstante, el fútbol tiene una cara oculta que no todos ven y está sujeta al trabajo de sacrificio cuando el equipo no posee la esférica. Y ahí tanto Vinicius como Asensio, el otro extremo del 4-3-3 propuesto por Zidane, estuvieron impecables.

Lo de Fati y Pedri es de otra galaxia. Tocan, proponen, llegan y amenazan como si llevaran diez años en la élite. No les tiemblan las piernas. Les afecta el incomprendido desperfecto de algunos compañeros que ya no tienen el nivel para vestir la camiseta blaugrana. Ni siquiera el arduo trabajo táctico de Koeman, que ya deja mejorías palpables esta temporada con respecto a la anterior, impide ver a un equipo frágil e indefenso cuando está debajo en el marcador. Y eso que en la primera parte se encontró con una jugada tremenda de Messi y Alba que Fati terminó con eficacia.

El propio Messi, aunque por un motivo claro, no puede estar tan lejos del arco. Es como darle al rival por la vena del gusto y amarrarle las manos (los pies) a su mayor amenaza. En la franja rival del campo aparece un equipo diezmado sobre todo de tres cuartos de cancha hacia adelante, pero que sacó en el Camp Nou su versión más resolutiva. Si ante equipos inferiores no habían podido tumbar muros defensivos, les fue bastante sencillo abrir la lata ante los culés.

Esto dice mucho. Por una parte, del nivel del Barcelona y del nivel del Clásico en general. Sin embargo, estos partidos siempre sorprenden. Muchos esperábamos un enfrentamiento soporífero donde ambos elencos jugaran a no cometer errores. Los infravaloramos. Y usted en esta vida puede infravalorar a cualquier equipo del mundo menos al Madrid y al Barça, que con el orgullo herido de no ser lo que eran, salieron al campo con los dientes apretados e intercambiaron golpes. Así son los grandes. Y los grandes siempre vuelven. Por lo pronto, La Liga está preciosa y algunos esperan tumbar el dúo de líderes de siempre en la cima. No lo tendrán fácil… eso seguro.

La frase:

“Me preocupa más ser buena persona que ser el mejor jugador del mundo” (Lionel Messi)