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Israel y las excepciones a las reglas

Estado de Israel. Foto: AFP.

En política no rige la selección natural que permite evolucionar a los más capaces. En distintos momentos fue posible comprobar lo contrario y hoy día se constata a través de personajes gozando de altares inmerecidos y circunstancias inadmisibles por absurdas o bárbaramente hostiles.

En la calificación y trato dados a las manifestaciones populares se aprecia ese famoso doble rasero que singulariza a unos o reduce a inocuo lo similar o peor hecho por otros. Las extraordinarias y persistentes protestas en Chile, no han provocado que ningún país establezca sanciones contra la administración de Sebastián Piñera, como tampoco las aplicaron sobre un golpista devenido dictador, que con tanta profundidad, malicia y blindaje dejó sembrado sus estigmas. Sus herederos mantienen el infausto legado y no pasa nada.

Tampoco funciona la jerarquización equidistante con respecto a las inmensas y todavía palpitantes expresiones de informidad social y étnica registradas en Estados Unidos, el sancionador por excelencia y vergonzante adepto de la vieja norma sobre la paja en el ojo ajeno, ignorando la viga en el propio. En lugar de justeza se aplican recursos bajos como introducir elementos extremistas incitando o cometiendo violencia, buscado con ello desacreditar peticiones justas y ¿justificando? calificar de animales a los inconformes e incitando a meterles en la cárcel. Así lo planteó Donald Trump en estos días.

En Colombia, se incumple con vileza el acuerdo de paz y se asesina a desmovilizados de las FARC (48 este año) y ultimaron por igual los 226 activistas sociales, (226 durante este inconcluso 2020 y, además, otras 267 personas en estado de indefensión). A semejanza de los carabineros santiaguinos la policía capitalina agrede sin medida y viola, como quien practica un deporte o se entrega sin resistencia a una adición.

La protesta indígena por el robo de tierras, destrucción de su habitad y asesinatos inmisericordes, son similares a los sufridos por los aborígenes brasileños a quienes despojan de sus derechos ancestrales. ¿Dónde están las sentencias para quienes cometen esas injusticias y barbaridades?

Mientras se acompañan con criterio justiciero las protestas en Bielorrusia, se ignoran las ya dichas o las que desde hace meses ocurren en Israel. Desde el pasado año hay demostraciones públicas recurrentes en distintas ciudades judías, sobre todo en Tel Aviv. Al centro de las reivindicaciones está la exigencia de que Benjamín Netanyahu cese en sus funciones como jefe del ejecutivo. El premier hace rato perdió el favor de la mayoría y eso se estuvo expresando durante tres elecciones en apenas año y medio.

Favorecido por reglas específicas y un virtual empate con sus oponentes, logró un pacto con ellos para compartir el poder. Un semestre para cada cual. En tanto, mantiene el cargo apoyado por los sectores religiosos ultraconservadores que, a su vez, reciben de él ciertos privilegios.

A las críticas por la corrupción del mandatario se sumó la mala estrategia seguida con respecto a la COVID-19, provocando que este país tenga una de las mayores tasas de infección (sobrepasa los 280 000 casos confirmados y por encima de las 2 000 muertes, en una población de 9 000 000) y muestre acusadas falencias en su sistema sanitario para enfrentar la pandemia. ¿A qué les suena?

La crisis económica, amplificada por el flagelo del nuevo coronavirus, se une a inconformidades emanantes de las diferencias sociales, de tipo cultural y creyente. La procedencia de culturas muy dispares tiene un peso que en circunstancias poco favorables aumenta.

Evaluados étnicamente, los judíos no integran un grupo homogéneo. El factor cohesionaste es la religión, pero tampoco se ejerce de modo uniforme. Tal como ocurre con otras creencias hay variaciones en la liturgia y en los conceptos de diferentes principios, sobre todo en cuanto a conducta y hábitos o con la vertiente del judaísmo adoptada.

Los judíos reformistas o los ortodoxos u otras variantes de la fe, se desenvuelven en rencillas soterradas y, a veces, por medio de las simpatías políticas. La existencia de corrientes más o menos enfrentadas hace que algunos politólogos consideren el asunto “una amenaza a largo plazo a la estabilidad del estado de Israel, donde la mayoría es no practicante pero el poder político y religioso está en manos de los ortodoxos”.

Israel, un nación marcada por las castas de origen. Foto: AFP.

Lo partidos ultrareligiosos cuentan con 16 diputados en el Parlamento y con ellos refuerzan a los 36 legisladores logrados por el Likud de Netanyahu, en los últimos comicios, cuando tuvo apenas un punto sobre Beny Gantz el ex general con el cual acabó logrando una alianza de gobierno.

Distintos medios periodísticos o políticos hebreos consideran que esas facciones religiosas no deberían ocupar puestos en las estructuras del poder. La proyección directa sobre la ciudadanía en lo más reciente, se evidencia con la propuesta de las autoridades haredíes (temerosas de dios) para dejar a las niñas fuera de las escuelas con la reapertura del curso tras el confinamiento por la COVID-19, y darle a los varones el debido distanciamiento. Ese cuidado, sin embargo, no existe entre ellos al realizar sus ceremonias. Por eso en sus barrios e instalaciones, se registra la tasa más alta de infección (el 40% de los contagios), pero ello no provoca apremios oficiales aun cuando ahonden diferencias.

Fuera de privilegios, o no, hay cansancio en otros sectores sociales y estamentos de influencia dentro y fuera del estado hebreo. A escala interna uno de cada cuatro ciudadanos no comulga con Netanyahu. Las franjas de jóvenes por debajo de los 30 años, vienen clamando por desarrollo personal, pero ahora se colocan junto a quienes rechazan al premier.

En todo esto hay motivaciones de orden ético sumadas al estrés provocado por la administración sionista pues, como se sabe, el premier está siendo enjuiciado por corrupción, fraude y abuso del poder. Si para diciembre no logra un acuerdo presupuestario, será preciso convocar, por cuarta vez en 2 años, a elecciones en marzo de 2021, algo que Netanyahu quiere evitar porque con el nuevo año se reinicia el juicio en su contra.

Nada explica que se estigmatices a Corea del Norte por su programa nuclear o a Irán por el suyo de tipo civil, o se sancione a Rusia sin darle posibilidad de participar en investigaciones o explicarse con respecto a temas como el hipotético envenenamiento de Alexei Navalny, y se permita a Israel poseer armamento atómico sin someterles a supervisión, o que victimice a los palestinos negándoles toda posibilidad de tener una parte de su suelo nativo.

En lo inmediato, a escala local, además, no sería imposible que Gantz se quede con el deseo de transitar su tramo en la jefatura del país. Para él y para su coyuntural aliado, no existe, por ahora, temor a juicios externos motivados por las protestas ciudadanas. Son la consabida excepción de la regla.

Israel, país bíblico. Foto: www.radiosefarad.com.