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Cuba y sus coladas tardías

Una colada de café puede ser mucho más que la forma, artesanal o moderna, en que el producto, exquisitamente aromático, deja de ser polvo para convertirse en elixir milagroso.

Tan amargo, aunque menos "saboreable" como algunos de sus preparados, resulta en pensar, mientras se disfruta de una humeante taza, el tiempo que hemos tardado en Cuba para lograr, como la canción de Juan Luis Guerra, que llueva café en el campo.

El tiempo de una destilación puede resultar en un congreso interno, una videoconferencia nacional, o hasta alguna de esas internacionales tan en boga ahora mismo, sobre cómo hacernos hoy de ese líquido excitante.

Un reciente y revelador artículo en el diario Granma me devolvía a los tiempos, hace más de 20 años, en que este guajiro de las sabanas camagüeyanas migró en sentido contrario a las manecillas del reloj —hacia el extremo oriente del país—, y comenzó a enterarse y entrenarse en los cultivos serranos del archipiélago, junto a esos dos vocablos que a estas alturas despiertan tantas esperanzas como dudas: "recuperación cafetalera".

Y no se trata con lo anterior de poblar los planes y proyectos previstos en la reconfiguración de nuestro modelo socialista con el trago amargo del pesimismo, sino de llamar la atención —una vez más—, de que en este nuevo impulso en perspectiva no puede desconocerse que el tiempo resulta una de las variables más importantes, incluso apremiantes, de nuestro desarrollo económico y social.

Resulta muy llamativo que avancemos menos en proyectos que contribuyeron a la formación de nuestra nación y de su base económica y social que en otros más complejos, en los que no existía experiencia, ciencia estudiada y aplicada, sincronía con sus cadenas nacionales o monopolios trasnacionales, tecnologías y otros recursos objetivos o subjetivos indispensables.

Para verificarlo, agreguemos a los tropiezos con la producción cafetalera los que sufrimos en la azucarera, así como en otros renglones clásicos de nuestra economía, en los que se acumulan tradición, experiencia, investigaciones y resultados sin generalizarse. Esos atascos se extendieron desproporcionadamente en el tiempo y hoy complejizan el enfrentamiento de la crisis integral a la que somete al país la COVID-19.

Sin hacer traslaciones o comparaciones mecánicas, siempre proclives a graves errores, la respuesta de los investigadores de la biotecnología con la propuesta del candidato vacunal Soberana, ya en fase de ensayos clínicos en humanos, es una manera de actuación modélica para otros ámbitos. En los campos cubanos era común decir que no puede permitirse que los hijos se duerman en la barriga…

No siempre en todos los segmentos de la economía y la sociedad la experiencia y la experticia acumuladas desembocan en respuestas aceleradas, aceradas y contundentes. Más bien pecamos, en múltiples momentos, de afilar planes que se mellan en planazos, y que terminan por cicatrizar sobre las espaldas del bienestar que tanto aspiramos.

Contra dicha tendencia puede resultar muy beneficioso el cambio de una sociedad y una economía excesivamente verticalizada hacia otra más horizontal, con énfasis en el desarrollo local, como está previsto acentuar en las últimas decisiones gubernamentales.

Junto con más posturas de café y plantones de caña y otros cultivos a escala de base, además de otros plantones menos agrícolas, hay que sembrar conciencia y promover incentivos para que se reconozca que el bienestar más inminente se comienza a cosechar allá abajo, y no esperando las bendiciones que se nos prodigan desde arriba. Las políticas públicas no pueden apuntar en otra dirección, porque estará bendecido el país que ve germinar y coger altura la riqueza desde su misma raíz, desde su planta nutricia.

Esto puede resultar arriesgado asegurarlo sin todos los fundamentos, pero a simple vista puede observarse que, junto con otras deformaciones y durísimos escenarios que debimos encarar, no siempre pusimos el mismo énfasis al impulso de la economía productiva que a la de servicios en los últimos años, cuando la producción, sobre todo a escala local, resulta inestimable.

El tiempo perdido en ese empeño puede medirse en las escaseces y ausencias actuales.

Y dejo aquí esta colada, aparto esta taza humeante de tantas ansiedades, con la esperanza de que la recuperación cafetalera y otras recuperaciones tendrán, al fin, en el tiempo preciso, el aroma del éxito largamente esperado.

(Tomado de Juventud Rebelde)