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Hembras rosadas y varones azules: A debate la infancia monocromática

Ilustración: elclosetlgbt

¿Qué pasaría si los padres decidiéramos vestir a los niños de rosado y a las niñas de azul? ¿Imaginan un mundo donde no preguntáramos con tanto interés a las embarazadas si esperan un varón o una hembra para luego elegir el color de la canastilla?

Desde que el bebé está en la barriga, a veces hasta de la forma más inconsciente, comienzan las preocupaciones por el color. “¿Y en qué semana me dicen el sexo? Lo necesito saber cuanto antes, para comprar la palangana, el coche, las sábanas, la toalla, y para elegir qué voy a darle al cuarto” ¿Lo han escuchado verdad? No son pocas las familias que buscan afanadamente comprar todo azul o rosado, y las que pueden llegar a sufrir un alto estrés, de imaginar a su hijo bañarse en una bañadera rosada o usar sabanitas de flores o corazones.

¿Eres madre o padre?, ¿estás camino a serlo? Si es tu caso te invito a que mires a tu alrededor, al cuarto de tu hijo, sus juguetes y vestimentas, y reflexionemos juntos: ¿de qué color hemos ido convirtiendo su infancia? ¿Con qué colores se identifican nuestros hijos, y a qué responde esto? ¿Qué se esconde detrás de la decisión de comprar un color u otro?

Un trabajo interesantísimo sobre este tema fue abordado por la fotógrafa surcoreana Jeong Mee Yoon en su obra “El proyecto rosa y azul”, en el que fotografió a niños y niñas junto con sus pertenencias por colores. ¿El resultado? Imágenes tan monocromáticas como la que le comparto a continuación, precisamente porque negarle una tonalidad a un niño o niña es restarle opciones para explorar el maravilloso mundo de los colores.

Niño con sus pertenencias de color azul, captado por la fotógrafa surcoreana Jeong Mee Yoon en su obra “El proyecto rosa y azul”. Foto: El Proyecto Rosa y Azul.

El tema parece cotidiano, pero pocas veces le prestamos la debida atención como madres y padres. Año tras año, seguimos reproduciendo los mismos estereotipos, y apostar por burlarlos resulta difícil en un mundo donde la cultura y el mercado están casi todo el tiempo invitándonos a que hagamos lo contrario. Qué bueno que en Cubadebate tenemos una mirada semanal a las cuestiones de género con las periodistas Ania Terrero y Dixie Edith. Hoy, en De madre y de padre, me aproximo a un tema sobre el que ellas seguramente volverán: los colores de la niñez.

Mi primer enfrentamiento vino justo durante mi embarazo. Quería comprar la mayor cantidad de ropas y artículos unisex posible: verde, amarillo, blanco, crema… pero qué inmensa fue mi sorpresa al descubrir que esto era casi una misión imposible. Entre ropas, toallas, sábanas, coches… muy pocas veces pude encontrar accesorios color neutro.

El mundo del bebé está dominado sin lugar a dudas por dos colores, el rosado y el azul, como para que no queden dudas de quién es la hembra y quién es el varón…

Los más pequeños no suelen darse cuenta de estas cosas. Todavía recuerdo el día en que mi hermanita regaló a mi hijo su casa de muñecas rosada, y no tardaron en llegar los reproches: “Pero eso no es para varones, es rosadita”. En realidad era una casa como cualquier otra, pero el simple hecho de estar pintada de rosado la convertía en un juguete para niñas, le añadía el estigma de “eso no puede gustarte, porque se van a burlar de ti”. Sí, en el caso de los varones hay que reconocer que es peor, porque una niña puede que use ropa azul y la sociedad no la mire mal, pero para el sexo masculino utilizar un coche rosado resulta demasiado revolucionario.

Y muchos quizás se estén preguntando ahora mismo, ¿y qué hay de malo con que las niñas se identifiquen más con el rosado y los varones con el azul? Yo respondería con otra pregunta: ¿en verdad son ellos los que se identifican con esos tonos, o es una marca cultural que le imponemos los padres?

Cada cual debe tener la capacidad de elegir: rosado, morado, rojo, azul, amarillo, da igual… Como dice el dicho, para gustos se hicieron los colores, y por eso deberíamos luchar porque el rosado y el azul dejen de ser símbolos de inequidad de género. Yo sueño con un mundo donde los juguetes no estén codificados por color, y donde el rosado y azul sean solo dos de una amplia paleta de tonalidades, un pequeño paso que dice mucho en la necesidad de apostar por sociedades cada vez más inclusivas y diversas ¿Por qué no educar a los más pequeños en un mundo donde todas las opciones estén abiertas para ellos?

No se trata de vestir a las niñas de azul y a los niños de rosado, pero sí de devolverles la posibilidad de escoger. El tema es complicado, y tiene muchísimas aristas que podríamos debatir, pero es apenas una ventana para invitarlos a reflexionar. ¿Ustedes qué opinan? Déjenme sus comentarios.