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Manos arriba

Son abastecidos los mercados Agropecuarios Estatales en la ciudad de Bayamo. Foto: Armando Ernesto Contreras / ACN

Del otro lado del escenario, sea en plaza abierta convocada para el goce colectivo o desde las lunetas y balcones teatrales, nos contagiamos con las interpretaciones bailables de orquestas y grupos musicales preferidos, para cuyo disfrute hasta hicimos colas en las taquillas de ventas de entradas. Y en la espontánea interrelación divertida obedecemos a los vocalistas tras la orden de ¡manos arriba!, un recurrente y repetitivo recurso convertido en  identidad homogénea ante el cual con frecuencia me pregunto si necesariamente tiene que ser el  único y si llegará a desgastarse, escaso de originalidad.

Aun así con todos esos reparos muy  personales, la prefiero mil veces ante el imperativo a la inversa de ¡arriba las manos!, que nos hace un guiño del tiempo de la infancia cuando fijamos imágenes de las llamadas películas de vaqueros en las que asaltaban diligencias, o para atracar o neutralizar a rivales en la perenne lucha entre el abuso y la justeza.

Al menos esa antaña frase se apodera de mi mente cada vez que acudo a la contienda por una balanceada y sana alimentación en nuestros agromercados y me ocurrió hace unos días en uno de los clasificados de ofertas y demandas ante  tomates ofrecidos a 15 y 20 pesos la libra, mientras en otro, de los denominados topados supuestos a proteger el bolsillo menos favorecido, en mi área de residencia, consumidores pugnaban por capturar esmirriados frutos aprovechables, sin que la tablilla  de cotización disminuyera los números.

Se suele argumentar que los productos de la tierra aparecen en los mostradores y valen según las estaciones y estamos precisamente en la de los tomates.  Aunque no puedo dejar de compartir junto con otros que al igual que yo han permanecido durante algunos años en Vietnam, tan similarmente tropical y húmedo, la admiración experimentada ante  la presencia de vegetales y frutas, cualesquiera que sean los meses.

La fijación de los precios, tal como responsables decisores, economistas expertos y colegas entendidos, han coincidido en apreciar sigue siendo una de las más sensibles asignaturas pendientes dentro de un integral enfoque macroeconómico, en el que intervienen entre otros factores la producción de bienes, la productividad y la polémica diferenciación salarial.

Pero entretanto el comprador común que cuenta  con límites cada cup o cuc  disponibles según sus necesidades  debería por lo menos sentirse a salvo de la sensación de verse conminado  a levantar las manos ante un virtual atraco, por pequeño que pueda parecer, si alegando falta de moneda fraccionaria se apoderan de parte de tu vuelto, pagas a un precio alterado, nunca a tu favor, te venden equipos caros y muchas veces de dudosa calidad y recortadas garantías, y si son  alimentos a días de caducar con rebajas irrisorias, ridículas.

Uno que como periodista anda anónimo, mezclado en el público, advierte  la insatisfacción  ante las ofertas de ropas y calzado en tiendas, caras y además constituidas en asalto al buen gusto, y escucha preguntas compartidas, a propósito de quiénes eligen y  compran dichos artículos en  el exterior y quiénes acaso eventualmente se benefician. Entonces se miran las ofertas y se sigue de largo.

No es  para asombrarse entonces ni llamarnos a engaño por  las bien conocidas preferencias hacia otras fuentes alternativas, privadas,  de suministros que abiertamente se las arreglan para lograr una mejor sintonía con los consumidores.

Si me piden manos arriba lo hago gustoso a favor de la coherencia.