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"Fajardistas” o estrellas

3-victor-mesa-y-roger-machadoConcluyó otra Serie Nacional de aciertos y desaciertos, con la peleada y merecida victoria de Granma, un equipo que supo crecerse en los momentos complejos, mientras otros cedían al empeño. Mis sinceras felicitaciones al buen amigo Carlos Martí, que parece resurgir de sus cenizas cual Ave Fénix, después de tanto bregar por los terrenos de la patria y buena parte del exterior. Me gustaría verlo al frente del Cuba en el Clásico Mundial, reúne todos los requisitos y lo merece.

Lo conocí cuando visitaba en el Fajardo a mi hermano Francisco José, Panchy para la familia, Catibo en la pelota. Excelentes amigos. Lo he tenido como invitado en la Peña Deporte y Cultura del Centro “Hermanos Loynaz”. Culto, inteligente, capaz de reflexionar ante los imponderables, respetuoso que concomita con la seriedad, la sencillez y la cubanía. En su hablar pausado dicta sentencias, respeta a los rivales y no se cree sobre los demás.

Carlos ha sido uno de los criticados en su condición de director, por no arrostrar una leyenda beisbolera en las costillas, ni conectar jonrones o lanzar un cero hit cero carreras. Simplemente es un estudioso de la pelota, capaz de pensar con profundidad; virtud mayor. No solo se juega en los torneos élites. Todos los cubanos, más que menos la hemos jugado.

Yerra por mortal, arremete contra lo mal hecho con palabras sinceras y busca los entuertos ajenos para descifrarlos a su favor. Que si dejó un poco más a aquel pitcher y se arriesgó, que debió mover el orden al bate y cambiar la alineación, comentario de acá y de acullá. Lo cierto es que ganó con arrojo y maestría, una pareja de virtudes que no debe faltar.

Los rivales cayeron luchando, nunca rindieron las armas. Se necesitaron siete juegos para destronar a Matanzas, equipo que se desempeñó al tope durante toda la campaña y alcanzó un récord para la historia de 70-20; una proeza. Granma no fue favorito en ningún momento, mucho menos ante los campeones de dos años consecutivos. Pero sí el que mejor jugó y también a quien mejor le salieron las cosas, otra virtud imprescindible.

Ahora viene la Serie del Caribe en Culiacán, México, con un equipo mejor reforzado aún. En estos tiempos, el país necesita hacer un buen papel en esa lid donde, hasta hoy, solo tenemos el siempre endeble cartel de invitados. Ojalá devuelva la victoria de los Vegueros de Pinar del Río hace un par de años. Estos y aquellos menesteres, los dejo en manos de la prensa especializada. Y vuelvo al afán que encabeza este trabajo ¿”Fajardistas” o estrellas?

El béisbol es un deporte que carga una buena dosis de ciencia. Derivado del cricket y el rounder ingleses, como es reconocido en casi todas las latitudes, conlleva una buena dosis de filosofía. Según Leonardo Padura, juegos como el fútbol, el baloncesto y otros, tienen influencias militares de ataque, defensa y contraataque. Pero la pelota, además de cumplir esos requisitos, posee tantos resquicios que uno pudiera pensar que fueron sabios los norteamericanos que la inventaron.

Medidas exactas entre las bases para hacer difíciles las jugadas, tiempo para reflexionar las estrategias y las tácticas, un papel protagónico desde el Puesto de Mando, como no sucede en ningún otro deporte, y tantas cosas más. Cuatro y a veces hasta seis árbitros que en ocasiones deben reunirse para refrescar el libro de las reglas en jugadas complejas.

Para los cubanos es fácil, nacimos con él y, al parecer, también moriremos con él, aunque algunos pretendan quitarnos ese sueño antológico que llevamos en las costillas y el corazón, entregándose a las facilidades de la tele para variar un proceso cultural de tantos años, aunque sea con buenas intenciones.

Hace unos días conversaba con Cristian, mi joven vecino, que como tantos otros se ha sacudido el polvo beisbolero para apropiarse del fútbol televisivo (no ve ninguno intrafronteras), simplemente prefiere a Messi, Ronaldo y compañía. Y, para corroborar las complejidades de nuestro deporte nacional, le puse un ejemplo que no pudo rebatir.

Las reglas del fútbol no dejan de ser un folleto de pocas letras, ahí está todo. El béisbol necesita un libro bastante grueso y, no obstante, aparecen cosas que olvidaron los fundadores. El ejemplo de marras fue: Sentemos solo en el estadio a un científico alemán (por decir alguno) que jamás haya visto un partido de béisbol y al final pregúntele qué sucedió. Ni siquiera se apropió del 20%. Y haga lo mismo con un indígena del Amazonas ante un juego de fútbol. En un rato incorporará los rudimentos de esas reglas y al final del partido ya conoce el 75%; quizás haya quedado corto. Cristian no tuvo respuestas.

Toda esta introducción quizás no baste para desentrañar una paradoja que viene desde fines de los años sesenta, cuando la dirección del país, con la anuencia de Natilla Jiménez, entregó la batuta de los Azucareros al joven Servio Tulio Borges, egresado de la Escuela Superior de Educación Física (ESEF), “Comandante Manuel Fajardo”. Allí se forjaron, ciencia incluida, jóvenes que revolucionarían la pelota cubana. Pero tuvieron y tienen sus detractores, siempre los hay.

“Quien no haya sido un buen jugador, no podrá dirigir”. “Esos muchachos van a desgraciar la pelota”. “Una cosa es la escuela y otra el terreno, se necesita haber jugado”. Proliferaban los adagios, cuando apareció Servio por el centro del país, después el laureado Eduardo Martín, Dr. en Ciencias del Deporte; Carlos Gómez y Miguel Borroto por el Camagüey, Francisco Escaurido, Héctor Hernández, Higinio Vélez, Carlos Martí y Frangel Reynaldo en Oriente; Francisco José Martínez de Osaba, Charles Díaz, Manolo Cortina, Jorge Fuentes y Jorge Hernández por Occidente; Eugenio Wilson, Humberto Arrieta y tantos otros por la capital, quizás la provincia donde menos se destacaron.

Decisión que comenzaría a cobrar fuerza cuando Servio ganó el legendario Mundial de República Dominicana 1969. Quizás se haya cometido el error de absolutizar a favor de los “fajardistas”, como les llamó el inolvidable Emilio Salgado, calificativo que proliferó por todo el país. Otros se endosan el epíteto, pero a quien primero se lo oí fue al Sanga, como cariñosamente le llamábamos.  Ahora que algunos pretenden desdeñar las posibilidades de Carlos Martí al frente del equipo Cuba para el Clásico Mundial, refrescaré las memorias: Desde la XI Serie Nacional (1971-1972), aquellos que fueron jóvenes egresados del Fajardo acumularon 14 gallardetes: Servio (1), Carlos Gómez (1), Jorge Fuentes (5), Eduardo Martín (1), Higinio Vélez (3), Héctor Hernández (1) y Carlos Martí (1).

Si nos vamos a las 21 Series Selectivas, los torneos más fuertes del país (ojalá regresen), que se desarrollaron entre 1975 y 1995, arrasaron los “fajardistas” con 16 títulos: Carlos Gómez (1), Eduardo Martín (3), Carlos Martí (1), Jorge Fuentes (5), Frangel Reynaldo (2), Higinio Vélez (3) y Servio Borges (1).

Algunos podrán pensar que bato alas con las dos manos por los que fueron “muchachos del Fajardo”, y no es así. He disfrutado como pocos, a favor o en contra, con las direcciones de Pedro Jova, Alfonso Urquiola, Roberto Ledo, Pedro Chávez, José Miguel Pineda, Roger Machado, Rey Vicente Anglada, Pedro Medina y el mismísimo Víctor Mesa, polémico y entusiasta en exceso, a quien un día se le rendirá honores por su entrega infinita a la pelota, a pesar de los pesares.

Nuestro deporte, maltratado en los últimos años por la fuga de talentos y decisiones internas, está abocado a continuar hacia delante, rompiendo tabúes y con la frente en alto. No se trata ni de “fajardistas” ni de estrellas en el terreno. Nunca ha sido bueno estar en los extremos y mucho menos en los misterios. Solo se rinde culto a quien lo merece por su entrega total.

Brindemos por Granma, Carlos y la pelota cubana de siempre.