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¿Fue el marqués de Santa Lucía, el Salvador Cisneros Betancourt deportado en 1851?

Los apellidos en el Camagüey pueden convertirse en una verdadera trampa para quienes pretendan hablar de los camagüeyanos sin atender a las redes de parentescos tejidas por años de matrimonios entre los miembros del patriciado. Así desfilarán ante ojos no avisados, entre muchos ejemplos posibles, más de un Ignacio Agramonte, Carlos Agüero o Salvador Cisneros. En este último caso pueden citarse al menos, a Salvador Cisneros Duque Estrada, Álvarez de Castro, de la Pera, Varona, Gerardo, Agramonte, Hidalgo y Betancourt.

El dilema puede tornarse más interesante cuando coinciden los dos apellidos en contemporáneos con similares inclinaciones políticas, lo cual puede convertir esta curiosidad genealógica en un problema historiográfico, como en realidad ha ocurrido.

Con dieciocho años de diferencia nacieron en Santa María del Puerto del Príncipe, dos Salvador Cisneros Betancourt. El primero lo hizo el 26 de julio de 1810, y era hijo de Manuel Cisneros Betancourt y de Catalina Betancourt Miranda. Los padres del segundo, nacido el 10 de febrero de 1828, fueron José Agustín Cisneros y Quesada —primer marqués de Santa Lucía— y Ángela Betancourt y Betancourt. Dada la identidad de los nombres, para diferenciarlos sus coetáneos utilizaron una práctica muy extendida en la época, utilizar algún sobrenombre. El primero fue identificado como Tina, por ser ese el apelativo de su madre y el segundo, llegado el momento, como el Marqués.

Como es presumible Tina y el Marqués, estaban emparentados —en aquel Puerto Príncipe era muy difícil no ser, al menos, primo de alguien—. Sus padres lo eran en primer grado al ser nietos de Manuel de Cisneros y Agramonte; por lo tanto, ellos lo eran en segundo. Parentesco mucho más cercano tenía Tina con El Lugareño —dato muy interesante para comprender su participación en los hechos que motivaron la referida expulsión de la Isla— pues su padre era hermano de Loreto de Cisneros, la madre de Gaspar Betancourt.

Árbol genealógico parcial, sólo se representan los antecesores de El Marqués, Tina y El lugareño para entender su parentesco.

Árbol genealógico parcial, sólo se representan los antecesores de El Marqués, Tina y El lugareño para entender su parentesco.

La contemporaneidad de estos dos Salvador Cisneros Betancourt en el Puerto Príncipe de mediados del XIX ha ocasionado confusiones a la hora de historiar los sucesos de 1851 puesto que una persona de ese nombre aparece vinculada a la Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe creada a fines de 1849 con el fin de lograr la separación de Cuba de España. Las actividades de la Sociedad debieron ser lo suficiente manifiestas como para llamar la atención de las autoridades españolas quienes el 3 de mayo de 1851 tomaron las primeras medidas represivas, al dictar órdenes de prisión contra los principales implicados, de los cuales, Manuel de Jesús Arango, Francisco de Quesada, los hermanos José y Fernando Betancourt, Francisco Varona Batista y Salvador Cisneros Betancourt fueron desterrados a España, sin que mediase la celebración de un juicio o cualquier otro trámite legal.

Ahora bien este Cisneros ¿era Tina o el Marqués? Importantes autores identifican al protagonista de estos hechos como el marqués de Santa Lucía, lo cual es erróneo, pues fue Tina el condenado. La causa de esta confusión puede tener dos explicaciones, no necesariamente excluyentes una de la otra. La primera sería la ignorancia relativa a la existencia de Tina y la segunda, el desconocimiento de la biografía del Marqués en estos años.

En realidad es muy difícil encontrar datos sobre Tina. Poco se puede añadir a lo publicado en 1997 por Gustavo Sed y Luis Álvarez en El Camagüey en Martí donde señalan, además de los datos de filiación familiar ya expresados, que cursó estudios en su ciudad natal, y posteriormente ejerció el magisterio en el Liceo Calasancio y en otros centros docentes y que, luego de su salida obligada hacia España, al quedar comprendido en la amnistía decretada en 1855, marchó a los Estados Unidos y fijó su residencia en Nueva York, donde también ejerció el magisterio y fundó la revista El Tourista Hispano-americano, en julio de 1892. Nunca pudo regresar a Cuba.

La información biográfica del Marqués es más conocida. Enviado por su familia a estudiar a los Estados Unidos, regresó de ese país en 1846 tras lo cual entró en posesión del título de Castillo como herencia de su padre fallecido en 1841. Resulta fácil comprobar la presencia del Marqués en Puerto Príncipe pues tuvo una activa vida pública, lo cual despeja cualquier duda sobre su supuesto destierro en 1851 y su permanencia en los Estados Unidos hasta 1866; pues fue alcalde ordinario del Ayuntamiento en tres ocasiones, director de la Sociedad Filarmónica y de la Diputación Patriótica. También su vida familiar comprueba su presencia en la ciudad pues sus siete hijos nacieron en estos años, como consta en los libros de bautismo de la Parroquial Mayor.

Llegado a este punto podrá preguntarse el lector ¿tuvo el Marqués vínculos con los sucesos que desembocaron en el alzamiento de San Francisco de Jucaral? Sí, pero no tanto como su pariente. Los investigadores que han revisado documentos de Cisneros Betancourt conocen cuan preocupado solía ser por los detalles históricos, máxime si se relacionaban con su persona. Por ello debe resultar concluyente que en ninguno de los escritos autobiográficos dirigidos a Julio Rosas y a Néstor Carbonell, conservados en el Archivo Nacional de Cuba, aparezca una referencia explícita a su participación en la conspiración del 51 salvo la que expresa que tomó “parte en todos los negocios políticos que ocurrían, así fue, que el año 1851 estuve mezclado en el movimiento de Joaquín de Agüero y Narciso López; pero cuando yo entré de lleno en la vida política fue desde el año 1866.”

Es posible que alrededor de treinta años después los dos Salvador Cisneros hayan coincidido en la emigración cubana en los Estados Unidos y José Martí hubiera conocido a Tina, o tuviese referencias de él por alguno de los camagüeyanos que le fueron tan cercanos en aquellos días. A su muerte ocurrida en Nueva York el 27 de septiembre de 1894, el Apóstol escribió una nota necrológica de elevado tono que hizo publicar en Patria el 2 de octubre de ese año y que tituló: “Salvador Cisneros” y en la que señala:

No había en las visitas cubanas, que eran ya su único mundo, caballero más cortés, ni de recuerdos más plácidos y melancólicos. En los álbumes de las muchas casas de su amistad era su ofrenda la más fina y florida, y de su Camagüey, de señorío trabajador, fue siempre la imagen con que loaba el hogar y la niñez. De maestro pasó por el mundo, y no cayó en pedante. Llevó cana la cabeza por muchos años, pero nunca baja; defendió una vez la libertad en Cuba, y jamás volvió a vivir en esclavitud, ni a ver en ella a los demás con indiferencia, o con rabiosa envidia, que viene de apetecer secretamente con el deseo el oprobio que en alto se condena por el puntillo de la fama. Aún viven, aun habrán renovado la promesa al borde de su fosa —porque no basta vivir en el destierro para curarle a la patria la desventura— los que con él, en tiempos de hombres conspiraron al lado de Gaspar Betancourt. Ellos dieron con el remedio de la deshonra de todos, que ha sido siempre el sacrificio de algunos […] A España lo desterraron, que es útil camino, para aprender de raíz cómo no hay nada que esperar de allá […] Y en el destierro de New York, después de la dignidad de su alzamiento, vivió Salvador Cisneros conforme a ella, y orgulloso de ella. Tenía al morir ochenta y cuatro años.