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El Partido Republicano no está sincronizado con los cubanoamericanos

“Es probable que yo tenga seis abuelas cubanas y diez madres cubanas”, bromeó el entonces gobernador de la Florida Jeb Bush en la cena anual del Consejo de la Libertad Cubana hace diez años, en la que fue el invitado de honor. “Siempre pueden contar conmigo para que haga lo que yo pueda para asegurarme de que la causa de una Cuba libre esté al frente en Washington”.

Eso fue en 2004, no mucho después de que los primeros del milenio llegaran a la edad de votar. Por entonces, la “causa de una Cuba libre”, como la describía Bush, estaba clara para la comunidad cubanoamericana. Nada de eliminar el embargo. Nada de normalizar las relaciones. Nada de reconciliación.

Quizás no deba sorprender a nadie que luego de regresar al escenario político tantos años después, la posición de Bush acerca de Cuba no haya cambiado en absoluto.

“No estamos ni un paso más cerca de la libertad de Cuba a consecuencia de las medidas que el presidente está tomando”, dijo la semana pasada. Ni tampoco debiera ser notable que el senador Marco Rubio (republicano por la Florida) , un cubanoamericano que se crió en el establishment republicano de la Florida a partir del año 2000, declarara poco después de anunciar su propia campaña que sus planes eran “dar marcha atrás a cada una de las decisiones que [el presidente] haya tomado” con respecto a Cuba.

Nada ha cambiado, excepto una cosa: la propia comunidad cubanoamericana. El terreno político ha cambiado radicalmente durante la pasada década, algo de lo que ni Bush ni Rubio parecen haberse dado cuenta.

Como reportó recientemente The Post, “Hace veinte años, 70 por ciento de los cubanoamericanos se autodescribían como republicanos.  En la última Encuesta de Cuba de la Universidad Internacional de la Florida, esa cifra había descendido a 53 por ciento”. Es más, las encuestas a boca de urna en la Florida en 2012 mostraron que Obama ganó el voto cubanoamericano, gracias en gran medida a la avalancha de 26 puntos entre los electores menores de 45 años –una hazaña increíble, teniendo en cuenta que casi 80 por ciento de los cubanoamericanos en la Florida votaron por George W. Bush ocho años antes. Al igual que el resto de los electores norteamericanos, los cubanoamericanos más jóvenes son más liberales y demócratas que sus mayores, y sus opiniones respecto a las relaciones con Cuba no son una excepción.

En junio pasado, meses después de que Obama anunciara sus planes, la encuesta de la FIU mostró que 52 por ciento de los cubanoamericanos que viven en el condado de Miami-Dade se oponen al embargo, incluyendo 62 por ciento de los que tienen entre 18 y 29 años. Adicionalmente, 68 por ciento de los encuestados el año pasado favorecieron la restauración de las relaciones diplomáticas con Cuba, cifra robustecida por un sorprendente 90 por ciento de jóvenes. Más recientemente, una encuesta nacional por parte de Bendixen & Amandi International arrojó que una mayoría de cubanoamericanos apoyan el plan de Obama de normalizar las relaciones con Cuba, incluyendo 69 por ciento de jóvenes entre 18 y 29 años, 60 por ciento de las personas entre 30 y 49 años, y hasta una pluralidad de 47 por ciento entre los de 50 y más años. En cuanto a si los lazos renovados mejorarían el nivel de vida de los cubanos comunes y corrientes, la encuesta también arrojó que 97 por ciento de los residentes de la Isla creen que la normalización será buena para Cuba.

Este es el poder de la política exterior del milenio. Para 2016, los del milenio serán más de un tercio del electorado. Y aunque Rubio pudiera querer creerse que él es una “decisión generacional”, esta nueva generación ya ha decidido. Quiere un compromiso diplomático. Quiere cautela en vez de intervención. Quiere las lecciones que la historia nos ha enseñado tan claramente acerca de los límites del poder, para informar la manera en que nuestros presidentes lo ejercen.

Esta convicción del milenio influirá en los resultados durante la campaña de 2016, y quizás, de manera consecuente, en ningún lugar como en la Florida. Aunque la prevalencia en el Estado del Sol ciertamente no garantizaría una victoria de colegio electoral para los republicanos en 2016, el camino del partido hacia la presidencia se hace casi insalvable sin ella. Y en un estado decisivo diverso que el presidente Obama ganó por menos de uno por ciento en 2012, el bloque cubanoamericano de electores podría demostrar ser el más importante del país.  Como escribió en diciembre Nate Cohn, analista de encuestas de The New York Times, “en resumen, los cubanoamericanos son el pequeño y singular grupo demográfico que fácilmente podría decidir unas elecciones presidenciales”.

Todo esto brinda una clara oportunidad a Hillary Clinton, Martin O’Malley y otros potenciales candidatos demócratas.  Ellos no solo pueden presentar a sus rivales republicanos como aferrados a una mentalidad de Guerra Fría, sino que pueden demostrar lo desconectados que están los republicanos de los mismos electores que pretenden representar.

Por allá por 2004, el New Yorker publicó que “Jeb Bush es responsable en gran medida del hecho de que la mayoría de los cubanos de Miami sea republicana”. Si la mayoría de los cubanos de Miami se convierten  en demócratas en 2016 –y si los republicanos pierden la Florida como resultado– Bush y Rubio pudieran tener una gran cuota de responsabilidad.

(Tomado de The Washington Post. Versión de Cubadebate)