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Luna llena en Bolivia y toda América Latina

Se cumplieron los vaticinios y Evo Morales ratificó que cuenta con un nivel de aprobación ciudadana jamás visto por mandatario alguno en Bolivia, al cabo de su mandato. Se convertirá Evo en el Presidente que por más tiempo haya gobernado el país del altiplano en la historia y, ciertamente, ya puede acreditársele como uno de los presidentes más exitosos en la historia de América Latina.

Morales, de 54 años, asumió la Presidencia de Bolivia en 2006 y pasó a ser el primer mandatario indígena del país y el de mayor número de seguidores de población originaria (62% del total de sus habitantes, de acuerdo con cifras del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD). La recuperación del Estado de Bolivia y la redistribución de la riqueza han sido sus metas fundamentales.

Al proclamar la victoria que le dio la voluntad popular, Morales dijo que “ha ganado la dignidad y la soberanía del pueblo boliviano”, atribuyó el triunfo a su pueblo “anticolonialista y anticapitalista” y lo dedicó a Fidel Castro, “líder histórico de la revolución cubana”, a Hugo Chávez “comandante eterno de la revolución bolivariana” y a “toda persona que lucha por la liberación de toda Bolivia”.

La victoria de Evo demostró que no tiene sentido impedir la reelección presidencial de un líder en quien la voluntad popular ratifica su confianza de manera tan evidente como en el caso de Evo Morales. Lo antidemocrático sería imponer una limitación del tiempo de mandato que no sea la que apliquen los propios votantes en las urnas, especialmente cuando esa voluntad deriva de un ejemplar desempeño anterior en el cargo presidencial y el pueblo tiene la certeza de que el sistema electoral del país es capaz de reflejar fielmente su veredicto.

Evo Morales, su vicepresidente Álvaro García Linera y su Movimiento al Socialismo (MAS) asumieron en 2005 la dirección de un país fragmentado, discriminado por prejuicios racistas contra las poblaciones originarias del continente y en una extrema pobreza de ninguna manera atribuible a una carencia de recursos naturales para el desarrollo, ¡todo lo contrario!

Un balance de propósitos y logros del proceso transformador que desde entonces ha encabezado Evo Morales muestra una singular combinación de la nacionalización de los recursos fundamentales del país, con amplias políticas sociales para la redistribución de la riqueza. Todo ello aparejado a un marcado incremento de las reservas financieras del país en función de tales objetivos.

Pero la conjugación revolucionaria de estos factores en el terreno económico no habría bastado para llevar a Bolivia, del rezagado lugar que ocupaba en el continente hace apenas una década, al que ahora ocupa en muchos renglones del desarrollo político y social.

Los resultados del modelo económico pos neoliberal puesto en práctica por Evo Morales resultan de la nacionalización de los hidrocarburos que permitió, en un primer momento, casi triplicar el PIB per cápita (de US$1.010 en 2005 a US$2.757) pasando las reservas internacionales del país de US$1.714 millones en 2005 a US$14.430 en 2013.

El salario mínimo se incrementó de 440 bolivianos (USD63) en 2005, a 1200 bolivianos (US$173) en 2013; a la vez que la tasa de desempleo urbano cayó de 8.1% a 3.2%, la menor tasa de todos los países de América Latina.

La pobreza extrema en Bolivia se ha reducido del 38.2% en 2005 al 21.6% en 2012. Desde 2011, Bolivia dejó de ser el país más pobre de América Latina, ahora lo es Paraguay.

La reducción de la desigualdad (medida por la diferencia de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre) que era de 128 veces en 2005, se redujo a 46 veces en 2012.

Al agradecer la confianza de su pueblo, Evo recalcó que “aquí se debatían dos modelos: la privatización y la nacionalización”. Y ciertamente la consulta electoral en Bolivia forma parte un debate mayor que tiene lugar en toda América Latina y que por estos días espera nuevas contundentes respuestas en Brasil y Uruguay.

Mediante sangrienta represión, Operación Cóndor incluida, las oligarquías y el poder continental hegemónico lograron frenar por mucho tiempo la llegada al poder de representantes verdaderos de los pueblos. Pero siempre que los pueblos latinoamericanos logran imponer una consulta popular democrática, verdaderamente libre de fraudes y manipulaciones, en aras de obtener una gobernabilidad justa, quienes resultan electos son los candidatos más fieles a los intereses populares.

La victoria de Evo enseña que, cuando son los pueblos los que deciden, en América Latina y el Caribe lo hacen por el progreso, la justicia y la independencia de cada uno y la unidad de todos.