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Experiencias en el Chateau Madrid que he recordado toda mi vida

Una tarde estando yo ocasionalmente en la entrada de la fábrica de perfume, llegó una  “Limousine” -esos autos de siete pasajeros. Aunque ese no era mi trabajo, abrí la puerta del carro y quedé atontado. Allí de cuerpo presente estaba Elizabeth Taylor, aquella mujer que todos admirábamos por sus bellos ojos, no eran ni verdes, ni azules, parecían color lila. 

Vestía un traje negro, su pelo era como azabache, esto destacaba más sus ojos.  El chofer le preguntó si quería bajarse y ella después de mirar a ambos lados, contestó que no deseaba.  No hay dudas de que me perdí la oportunidad de detallarla más detenidamente. Todavía hoy, lo lamento.

Elizabeth Taylor.

Elizabeth Taylor.

Otra gran experiencia fue cuando atendí en la tienda, allí dentro de la perfumería, donde yo trabajaba, al ex-campeón mundial de boxeo, de los pesos completos, Joe Louis, quien venía con su esposa, una mulata alta y de bonita apariencia. Él, que había ganado millones de pesos con sus puños, venía ya vencido y según decía la prensa, con más deudas que riqueza.  Al final, ambos accedieron a tomarse una foto con los que allí los atendimos.  Hablé con el distinguido boxeador  de su pelea, la cual  yo había escuchado por radio en el 1938, con el alemán Max Schmeling y a quien derrotó contundentemente.

Aquí de pie aparece Joe Louis y su esposa, yo estoy agachado a la izquierda.

Aquí de pie aparece Joe Louis y su esposa, yo estoy agachado a la izquierda. 

Hubo otras experiencias, pero no se me quita de la mente aquella vez que le serví de guía, en la finquita de exhibición de plantas y tope de gallos a Christine Jorgensen,  ella o él, era el primer hombre en el mundo a quien mediante una intervención quirúrgica, habían convertido en mujer.  Era alta, delgada, con voz ronca, y fumaba  constantemente. Al final de su visita, me dio dos dólares de propina. Entonces  el dólar tenía el mismo valor del peso cubano.

Christine Jorgensen.

Christine Jorgensen.