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Verde Olivo: más que una opción, un sentido de la vida

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La revista Verde Olivo nació hace 55 años. Fue el primer medio de prensa creado por la Revolución al llegar al poder. Las referencias históricas fijan el principio en Ciudad Libertad, durante una reunión entre los comandantes Camilo Cienfuegos, Ernesto Guevara y Raúl Castro, en el período en que se diseñaba la Sección de Cultura –hoy Dirección Política– del Ejército Rebelde –nuestras FAR–. Ocurrió simbólicamente el 10 de abril, día fundacional de la República y día de la Patria, al decir de José Martí.

Era un tabloide semanal que devino revista con igual periodicidad. En los años ochentas pasó a ser mensual, hasta que el país ingresó al crítico período especial. Entonces desapareció de los estanquillos y, aunque por espacio de 16 años hizo apariciones esporádicas como tabloide o revista, no fue sino hasta 2006 que la publicación volvió por el espacio que siempre le perteneció.

Tuve el privilegio de integrar su redacción en 1983, a poco tiempo de haberme graduado de periodismo político-militar. Para nuestra generación era como ingresar a un templo por el que habían pasado o colaborado plumas maestras como las de Marta Rojas, Alejo Carpentier, Ángel Augier; donde alineaban ya otras no menos reputadas, como las de Jesús Casal Guerra, Juana Carrasco, Héctor de Arturo, José Casañas. Carlos Rafael Rodríguez y el Che habían sumado sus filosas letras al proyecto; Sergio Canales y Perfecto Romero sus fotografías; Wilson, Orlando Alba y Silvio Rodríguez sus ilustraciones… Todos son nombres hoy imprescindibles en un recuento del periodismo nacional.

No faltaba información. Fue desde las páginas de Verde Olivo que nuestro pueblo conoció de los juicios a los criminales de guerra de la dictadura –esos que la historiografía revisionista silencia o tergiversa hoy oportunistamente–, del doloroso proceso de la microfracción que minaba la vital unidad, sin la cual no habría sobrevivido la Revolución, y donde brilló especialmente la conducción de nuestro actual Presidente. Allí quedaron, para la historia, el parto complejo del Partido Comunista de Cuba y todas las demás organizaciones políticas y de masas, las polémicas en torno a lo que hoy se conoce como quinquenio gris. También están los testimonios de las misiones internacionalistas, de las guerras y conflictos internacionales, en una visión reflexiva poco común.

Tampoco faltaba polémica –¡y no solo deportiva, artística y literaria, sino sobre los asuntos más medulares y estratégicos de la economía y la política del país y de la realidad internacional!– De esos de cuya ausencia nos quejamos, sobre todo los que la curiosidad o el interés popular reclamasen, a partir de los silencios propios y los generados a nuestro alrededor. Ni faltó luz sobre los temas más difíciles, como las primeras y respetuosas dudas sobre lo que ocurría en el campo socialista y la URSS; ni siquiera reflexiones críticas sobre la conducta de los militares, el desempeño de sus unidades o el funcionamiento de su industria.

El General de Ejército, como Ministro de las FAR, y el entonces Jefe de Estado Mayor General y Viceministro, general de división Ulises Rosales del Toro, nos dieron a los dirigentes de la Dirección Política y a los periodistas, en ese sentido, numerosas lecciones de acuciosidad profesional, de responsabilidad y de audacia política, que permanecen como guía de acción para enfrentar todavía cada jornada de nuestras vidas como trabajadores de las ideas.

Cuando las condiciones económicas del país forzaron su cierre temporal, la revista, comprometida con la rectificación de errores y el desempolve que propugnaban Fidel en el país y Raúl dentro de las FAR, había puesto en práctica un estilo de hacer periodismo y unos métodos de interacción con sus lectores que, en determinado momento, la llevaron a competir con la más antigua y popular de las publicaciones cubanas: Bohemia. Era su momento estelar, pero supo privilegiar la salvación de la Patria por sobre todo.

Los que integramos aquella redacción-escuela de periodistas curtidos y bisoños, de militares y civiles, nos repartimos y multiplicamos por otros medios de comunicación del país, incluso se nos asignaron otras tareas; pero puedo asegurar que llevamos con orgullo, como marca de hierro candente en nuestra conciencia, carácter y formación, esa escuela extraordinaria que, siendo una opción, fijó el sentido de nuestras vidas. Nunca mejor dicho, seguimos de Verde Olivo.