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La última moda californiana: Beber agua cruda y sin tratar

Las supuestas potencialidades del agua cruda o raw water, última moda en California, no han sido comprobadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos. Foto: CostinT / Getty Images.

¿Ha escuchado hablar sobre el agua cruda? En caso negativo, sepa que este tipo de agua no es más que aquella que se bebe sin tratar, recogida directamente de cualquier fuente o manantial sin someterla a ningún análisis que determine, entre otras cosas y sobre todo, si es incluso potable.

El periódico estadounidense The New York Times se hacía eco hace unas semanas de esta nueva “moda” que triunfaba en California. Incluso hay empresas que venden toda la infraestructura necesaria para que cualquier hijo de vecino pueda recolectar su propia agua de lluvia y consumirla directamente sin potabilizar.

Todo esto, aliñado con dosis de teorías de la conspiración sobre “lo que le ponen al agua del grifo” y la idea de que lo que naturaleza crea por ella misma es algo vivo y benéfico per se, lleno de probióticos y de bacterias buenas, en contrapo­sición al “agua muerta” que sale por el grifo.

Una insensatez y una frivolidad peligrosa de país rico que olvida que la falta de acceso al agua potable –que sufren 2 mil 100 millones de personas en el mundo– es una de las mayores causas de mortalidad, tal y como no se cansa de recordar la OMS, cuando dice que, por ejemplo, cada año mueren por esta causa 361 mil niños menores de 5 años.

El agua contaminada –siempre según la OMS– también está relacionada con la transmisión de enfermedades como el cólera, la disentería, la hepatitis A y la fiebre tifoidea.

El "agua cruda" proviene de manantiales -o fuentes de agua- puros, según sus promotores. Foto: Getty Images

La necesidad de una conexión con lo natural no es nada nuevo y ha formado parte de otros movimientos relacionados con la alimentación. “La industrialización de la producción alimentaria produce en ciertos individuos la percepción de que tenemos menos control sobre lo que ingerimos”, explica el antropólogo Francesc Xavier Medina, director de la Cátedra Unesco de Alimentación y Desarrollo Humano de la UOC. En este sentido, volver a una alimentación “más natural implica, para estas personas, volver a recuperar el control”, añade Medina. Es un paso más en esta magia simpática que a veces atribuimos a los alimentos.

“La creencia, infundada, de que las propiedades de lo que ingerimos pasan a nuestro cuerpo”, dice este antropólogo. Eso y la confusión entre lo que es natural y lo que es sano, como si todo lo que es natural tuviera que ser, obligatoriamente, saludable.

La lógica dice que si se asocia lo industrial a lo dañino desde el punto de vista de la salud, por oposición lo natural tiene que ser en consecuencia y de forma necesaria sano. Ni la primera ni la segunda parte de esta especie de silogismo alimentario acaban de ser ciertas, y como observó el alquimista, médico y astrólogo suizo del siglo XV Paracelso, “el veneno sólo depende de la dosis”.

El agua mineral natural –como el agua cruda– no recibe ningún tipo de tratamiento, pero porque no lo necesita, ya que es pura en origen y se ha analizado previamente para saber todas sus características y asegurar que es apta para el consumo humano.

Por el contrario, el agua que se ha puesto de moda en California no se trata con la excusa de preservar todas las propiedades que promete y que supuestamente le confiere la naturaleza, aunque cuando se lee la letra pequeña todas las empresas que comercializan este tipo de agua advierten que las afirmaciones y promesas de beneficios que hacen no han sido evaluadas por la FDA, la agencia de seguridad alimentaria de Estados Unidos.

(Tomado de La Vanguardia)