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Sobre cómo bañarse en playas de Cayería Norte es asunto burocrático o monetario

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Caricatura: Michel Moro.

Por: Katia Siberia

Casi del mismo modo en que te acribillan los mosquitos, así te aguijonean las dudas a las puertas del pedraplén avileño, donde algunas respuestas repelan interrogantes y solo consiguen ahuyentar, por escasísimos segundos, la pregunta que de nuevo harás.

"No sabemos": así se noquea a una periodista que le lanza por qué tras por qué a un funcionario del Punto de Control o a un empleado de Turismo.

Pero una vez repuesta, continuará preguntándose ¿por qué quienes pagan 3.00 CUC (y consumen 2.00) pueden acceder a la Cayería Norte y los que no abonan esa suma deben portar una carta de autorizo? ¿Es el dinero un pase de entrada? ¿Por qué condicionar el acceso a las playas a tales opciones? ¿Por qué si en el Punto de Control son comprobados, en ambos casos, los datos de las personas que cruzarán, se necesita un autorizo que no contiene otra cosa que los mismos datos que allí toman? ¿Cuál es el objetivo del trámite? ¿Y por qué los extranjeros y cubanos residentes en el exterior ni pagan ni necesitan permisos, solo identificación? ¿Dónde se sustenta el privilegio? ¿Quiénes emiten las restricciones y por qué?

Notas ¿al margen?

Ni en Cubanacán, Cubatur, Havanatur, Gaviota e Islazul supieron explicar por qué las agencias de Turismo establecen diferencias entre sus clientes. Todas condujeron al mismo punto: "no sabemos"; aunque algunos informadores compartieron la duda acerca del contraste entre clientes internos y del exterior, sobre todo cuando las estadísticas de 2014 muestran a los turistas nacionales con un aumento del 12 por ciento respecto al año anterior y constituyen el segundo segmento turístico que más llega a las instalaciones de Cuba, después de Canadá. A estas alturas cualquier rezago o diferencia en el tratamiento carece de actualidad (de antes ni hablar).

Lo sabe Juan González Hernández, quien lleva más de seis años en el buró de ventas que Cubatur ubicó justo a las puertas de la Cayería Norte, en el municipio de Morón; un punto que, reconoce, vende el consumo mínimo de 2.00 CUC y cobra 1.00 por facilitarlo (algo así como pagar para que te permitan comprar ). Ese, sin embargo, no parece ser el precio más alto del servicio, sino la interpretación que se ha hecho. "Si pagas, entras. Y si no, tienes que acudir al papeleo", asegura Leinier Hernández, un avileño residente en Estados Unidos, que desde que vive allá apenas debe adquirir un voucher por su familia, "yo solo enseño el pasaporte".

Segundos después de que dos personas salieran del buró de Cubatur con su ticket, las autoridades solo pidieron sus identificaciones, no los autorizos, dando por sentado que dejar un CUC a la agencia y comprar dos cervezas, por ejemplo, justifican el paso por el pedraplén.

"Algunos pudieran creer que vendemos la entrada al Cayo, quizás por ese CUC que, al final, no gastan, mas esa asociación no es correcta", asegura Juan González.

¿Y si lo que pretendo es bañarme en la playa y traigo los refrescos de casa y no quiero consumir en Cubatur, o no puedo, y solo muestro mi identificación, ustedes me dejan pasar?, pregunto y ambos agentes, sin respuesta a mano, tal vez confusos, aluden a "lo establecido" y me remiten a instancias superiores.

En el Punto de Control, el pasado 25 de agosto, fueron tácitos en su respuesta: "Nosotros cumplimos órdenes y la entrada está regulada por la Resolución 113, que emitió el Gobierno Provincial." Lo han dicho sin saber que llevo dentro de la agenda el reglamento confeccionado hace más de 20 años para regular el acceso a la cayería y que, precisamente, por eso pregunto, por las dudas. Reconocen, asimismo, que, cada día, otros hacen las preguntas que les he hecho.

Aun cuando entienden que desde la oficina de control puede procesarse toda la información de un ciudadano (desde direcciones anteriores hasta centros de trabajo, antecedentes, huellas...) y tales comprobaciones serían suficientes para conocer quién entra, con la razón de su lado, afirman que ellos solo cumplen lo establecido. No lo cuestionan.

La delegada del Ministerio del Turismo (MINTUR) en el territorio, Iyolexis Correa Lorenzo sí lo hace: "¿Quién exige que para entrar a los cayos haya que tener el voucher? ¿Y si ahora mismo quitamos el punto? Lo podemos trasladar hasta para Florencia si queremos; lo que se puso ahí, intencionalmente, para aprovechar el flujo de turistas y vender una opción, que como el nombre lo indica, es opcional, pero no para regular la entrada a la playa", opina la delegada rechazando cualquier arbitrio de su entidad.

"Quizás las restricciones, de alguna manera, se justifican por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA)", se aventura Iyolexis.

No obstante, el delegado del CITMA en la provincia, Rafael Pérez Carmenate, desecha tal posibilidad y habla de soleadores construidos para que la gente no apele a la naturaleza en su intento por cubrirse, de las pasarelas en las playas que protegen la duna e impiden que el bañista se lleve arena en los pies, de las áreas de parqueos colectivos... Ofrece, además, un antecedente importante. "Las inversiones que se acometen tampoco tienen que limitar el baño en la playa; no ha sucedido en Varadero, por qué pensar que aquí sí."

Sin dejar margen a dudas, la Delegada del Turismo refiere un elemento definitivo: "no hay nada escrito que diga que para entrar a las playas hay que comprarle un voucher al MINTUR".

De espaldas a esas declaraciones, la vacacionista Yaneisy Bridger le agrega interrogantes al asunto. "¿Y por qué hace falta un papel para consumir en La Silla o en Gaviota si allí aceptan efectivo? ¿Cuál es el objetivo del papel si directamente puedes adquirir los productos unos kilómetros más adelante? ¿Qué quieren garantizar, que sea lucrativa la entrada al Cayo? Lo podría entender si del otro lado no quedaran las playas que hoy, por esa causa, están limitadas", considera la joven, residente en la cabecera avileña.

Teoría reglamentada

El reglamento de las medidas para garantizar el control del acceso en el territorio de la Cayería Norte (así se titula el documento) es hoy un manuscrito en vías de aprobación, que en su versión preliminar muestra Yusvany Moreno Carballea, jurídico de la Asamblea Provincial del Poder Popular. Tal disposición vendría a sustituir la desactualizada Resolución 113, que desde el año 1993 viene normando la entrada a los cayos avileños.

Las variaciones son mínimas, coincide el especialista, después de compartir opiniones sobre lo dispuesto. A primera vista sobresale que ninguno de los artículos hace referencia al "polémico" punto de Cubatur. Solo indica, igual que la vigente resolución, los tipos de pases emitidos a las personas que laboran en las instalaciones u ocupan responsabilidades que exijan la entrada a la cayería.

En cuanto al resto de la población, informa que se expedirán cartas de autorización a personas o grupos de personas naturales, mediante documento firmado y acuñado, y establece quiénes estarían facultados para otorgar dicho permiso (similar también al actual reglamento): Primer Secretario del Comité Provincial Partido Comunista de Cuba, Presidente y Vicepresidente de la Asamblea Provincial del Poder Popular; Delegado Provincial del Ministerio del Interior y su representante en la Cayería; Primer Secretario del Partido en Morón, así como Presidente y Vicepresidente de la Asamblea Municipal allí.

No hay otra manera de acceder, en teoría: solo cartas de autorizos. Sin embargo, el propio sistema, más de una vez, ha quebrado las ganas. En dos ocasiones, Yosmelys González (primero en enero y luego en mayo) solicitó cruzar el pedraplén para un baño en la playa y la recepcionista del Gobierno Provincial ni siquiera lo remitió a las oficinas que otorgan dichos pases, pues "eso solo se da en el verano". No obstante, le preguntó de qué organismo era, como si pertenecer a Educación o Salud Pública fuera un aval para un día de playa. ¿Acaso tendría que avalarse algo? ¿Y si no tuviera vínculo laboral?

Algo similar le espetaron a esta periodista. Y cuando preguntó por qué no podía bañarse en marzo, a no ser que pagara 3.00 CUC, hubo silencio. Luego se identificó para, una vez dentro, despejar dudas.

En la práctica, muchos desconocen que cualquier persona puede dirigirse a esas oficinas y solicitar la carta, que no es otra cosa que un papel donde se coloca el nombre de la persona que la requiere, el organismo al que pertenece, la fecha, la chapa del vehículo, y la cantidad de personas que viajarán.

Ninguna de las dos secretarias facultadas para otorgarlas (ya contienen la firma) pregunta quiénes son los acompañantes ni se fijan si el carro tiene exactamente esa chapa. No se solicita tampoco un carné de identidad. Todo ese muestreo, riguroso, lo hacen en el Punto de Control, lo que nos llevaría a catalogar de innecesario portar la carta: un autorizo que, en papeles, no se le niega a nadie ni se condiciona a determinados meses del año.

Si a ello sumamos que un habitante de otro municipio (exceptuando Morón y Ciego, que poseen las oficinas) o de las provincias vecinas tendría que venir por el papel un día antes, un baño en la playa terminaría siendo un asunto burocrático... o monetario.

Nohemí Iglesias Falcón, vicepresidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular, afirma que, ciertamente, se limita el acceso a la cayería por el nivel de construcciones y no está contemplada la entrada masiva fuera de los meses de julio y agosto, en los que se hacen visibles el apoyo y los recursos del Gobierno para que los avileños disfruten de las playas, con módicos precios de transporte.

Alude a restricciones por ser esa una zona fronteriza, deshabitada y de interés especial para la Isla... aunque tales argumentos no convenzan a varios entrevistados.

"Los guardafronteras, la Policía... mucha gente podría ocuparse de custodiar la zona y estar atentos a un recalo de drogas o a una salida ilegal del país. No veo necesidad de ir a una oficina a buscar un papel, habiendo un Punto de Control frente a la cayería", sostiene uno de los salvavidas que tenía a su cargo la franja de playa del campismo en Cayo Coco.

Hasta allí, precisamente, intentaba llegar Enrique Pérez, mientras se preguntaba por qué un día en el campismo es una opción, solo cuando van más de 10 personas y abonan 250 00 pesos, equivalente a 10.00 CUC. "Eso reduce las alternativas de la cayería que ya están bastante distantes del bolsillo", resumía Enrique. Una llamada a la dirección de la Empresa de Campismo lo confirmaría, mientras el porqué apuntaba al mismo sitio: "lo establecido".

Dicho contratiempo no es, sin embargo, el más incomprensible, si de entrar a Cayo Coco o a Cayo Guillermo se trata. El asunto más discordante del reglamento instituido para acceder a la zona está en su disposición especial (también se repite en la nueva versión) al plantear que "no se aplicarán las disposiciones contenidas en el reglamento para el acceso a la Cayería Norte, a los turistas y otros extranjeros relacionados con la actividad del turismo".

A la postre, se ha entendido que turistas son únicamente los extranjeros, desconociendo que hoy los cubanos que sustentan la industria del Turismo son más que los alemanes, o los italianos, o los españoles... ¿con qué criterios se establecen entonces las diferencias? ¿Por qué exigirle a un nativo la autorización que un norteamericano, por ejemplo, no necesita?

Según Nohemí Iglesias esas son "indicaciones del país", si bien la oficina adscrita al Consejo de Estado, que rige los cayos, desde Villa Clara hasta Camagüey, niega cualquier orientación en ese sentido y reitera que las normas para acceder a estos son definidas por sus respectivos gobiernos.

Inconclusas

Durante un programa "En cuestión", de la Televisión Avileña, que abordó ligeramente el tema, Neisa García Castro, fiscal jefa del departamento de protección de los derechos ciudadanos, de la Fiscalía Provincial, apoyaba el criterio del abogado Edelso Pérez Fleita cuando refería que la Constitución de la República de Cuba era clara en cuanto al carácter público de nuestras playas, a las que todos tienen derecho sin distinciones.

A pesar de las trabas, las playas de la Cayería Norte continúan en la preferencia de los bañistas avileños.

"No tenemos conocimiento de algo que lo impida o lo limite", explicaba la Fiscal, quien agregó que, hasta ese momento nadie había acudido a la Fiscalía a formular una queja por dicha violación.

Y lo cierto es que los criterios, al respecto, se mueven en otras direcciones; comentarios populares que ni siquiera aparecen reiterados en las rendiciones de cuenta: nada comparable a los salideros, los baches o las fallas eléctricas. Pero cada vez son más quienes consideran que la lejanía ya supone una restricción natural, pues no todo el mundo posee carro, combustible y comida (reforzada) para darse un baño cada domingo, siquiera. No aquí en esta provincia, aun con el más alto salario promedio del país.

Agregarle restricciones a las playas, sobre todo si no están bien fundamentadas o expuestas a la luz pública, puede irritar tanto como el sol o los mosquitos que, en ocasiones, se hacen irresistibles en la cayería. No hay repelente tan efectivo como la respuesta a un por qué.

(Tomado de Invasor)