- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

Amado Maestri, el incorruptible

Maestri, expulsando del terreno al magnate Pasquel.

Maestri, expulsando del terreno al magnate Pasquel.

Cuando el 8 de noviembre de 2014 se celebró el coloquio para la Refundación del Museo del Béisbol Cubano y Salón de la Fama, no podía faltar entre los elegidos, una de las figuras más excelsas de nuestro deporte nacional: Amado Maestri. A todos nos vino a la mente la sentencia martiana: “Honor a quien honor merece”. Ya en 1990 había sido electo al Salón de México, en la ciudad de Monterrey.

En Cuba hemos tenido árbitros excelentes, buenos, regulares… desde el siglo XIX hasta las Series Nacionales. De aquella época selecciono al Chino Raúl Atán, José María Magriñat, Eulogio Peñalver, Bernardino Rodríguez, y un poco más acá Rafael de la Paz, quien falleció joven víctima de un accidente automovilístico. Había actuado en la Liga Profesional Cubana y continuó en las primeras ediciones de los actuales clásicos invernales; su hermano Alfredo Paz, y Panchito Fernández Cordón, marcaron un hito.

Entre estos últimos, para mí el más completo fue Alfredo, recientemente fallecido, quien tenía uno de los mejores conteos detrás del plato. Cuando una bola venía hacia el bateador, lo alertaba: --Cuidado, es peligrosa, quítate. –Y las iba narrando: --Bajita, por el medio, ¿por qué no le tiraste? --Así se hace muy difícil discrepar con los jueces.

Todos dejaron su impronta, mas uno se mantiene en la cumbre: Amado Roberto Lázaro Maestri Menéndez. Nació el 8 de diciembre de 1909 en Regla (en otras fuentes aparece 1908), La Habana y falleció próximo a cumplir los cincuenta y cuatro años de edad, el 25 de septiembre de 1963, víctima de un fuerte ataque de asma. Se recuerda por justo, de carácter recio y conocedor profundo de las reglas.

En sus años mozos había sido receptor en los torneos juveniles, y en 1928 estuvo con el Cubanaleco, de la Liga Nacional Amateur, adscripta a la Unión Atlética de Amateurs de Cuba, donde temprano dejó de jugar, por una seria lesión en el brazo de tirar.

Como árbitro actuó en campeonatos rentados y amateurs. En la Liga Profesional Cubana llevó la voz cantante durante muchos años. Valía la pena ir al Gran Stadium de La Habana, hoy Latinoamericano, para verlo impartir justicia detrás de home. Entonces no todos actuaban como árbitros principales, otros se especializaban en las bases. Maestri estuvo detrás de home en la inauguración del Gran Stadium de la Habana, el 26 de octubre de 1946 y dieciséis años después, con su actuación en el primer desafío, dejó inauguradas las Series Nacionales, en 1962. Se mantuvo en el oficio hasta que la enfermedad lo dejó sin vida.                                  

Había comenzado en esas funciones en abril de 1936, con la Liga Nacional Amateur, en el terreno del Vedado Tennis Club. Honesto, firme en sus decisiones, implacable contra lo mal hecho, fue célebre por sus discusiones, al extremo de ser sancionado más de una vez por la Liga Profesional Cubana, donde debutó como imparcial en 1939-1940, continuando su trabajo en 1940-1941 y 1946-1947, hasta el final de la misma, en 1961.

Tom Lasorda, hoy miembro del Salón de la Fama de Cooperstown, quien lanzó con el Almendares y posteriormente se destacaría como manager de las Grandes Ligas, trató de enfrentarse a Maestri.

La energía y emoción del béisbol cubano sorprendió a los jugadores que venían de los Estados Unidos, y nadie estaba más asombrado que Tommy Lasorda, quien “pichó” en Cuba a principios de los 50. Una noche se acercó al plato de home para cuestionar un par de bolas/strikes dados por el umpire cubano Orlando (Amado) Maestri. Conforme Lasorda se acercaba, Maestri abrió su chaqueta lo suficiente para que el pitcher pudiera ver una enorme pistola que tenía ajustada a sus pantalones. –Maestri, --gritó Lasorda al tiempo que se volvía y apresuraba a regresar al montículo, --eres el mejor umpire que he conocido.[1]

Todavía se recuerdan las discusiones del árbitro con Tomás de la Cruz, Sungo Carreras, Carlos Colás y el manager norteamericano Leo Durocher. Su maestro principal fue José María Magriñat, célebre como jugador desde el siglo XIX, y también árbitro. En la temporada 1940-1941, el Director de Deportes, coronel Jaime Mariné, lo suspendió durante diez días, por no esperar el tiempo suficiente para expulsar a un jugador.

En 1937-1938, Maestri había estado a punto de decretar un forfeit en contra del Santa Clara, cuando el estelar zurdo Manuel Cocaína García, lo amenazó con pegarle un batazo. Un año después se vio envuelto en una gran trifulca, pues el receptor del equipo llamado Cuba, Bill Cy Perkins, dejó pasar de manera intencional un lanzamiento del venezolano Alejandro Carrasquel para que golpeara al árbitro y la bola le pegó en la mano izquierda. Todo sucedió debido a una discusión entre Perkins y él a causa de un conteo, lo que también provocó la expulsión del manager Joseíto Rodríguez. Al final, Perkins fue multado con diez días de salario y Joseíto estuvo ausente como manager en quince encuentros.

Por su recia personalidad, fue respetado dentro y fuera de Cuba. Ha pasado a la historia aquel encuentro con Jorge Pasquel, el millonario mexicano que quiso emular con las Mayores, al frente de la Liga Profesional del hermano país, quien le había ofrecido un buen contrato que Maestri aceptó. Poco después el magnate se equivocó, pues bajó al terreno acompañado de los guardaespaldas para pedirle cuentas al árbitro por una decisión cerrada, que le perjudicó.

Sucedió en 1947, en el ya desaparecido Delta Park, de la Ciudad de México. Sin pensarlo dos veces, Maestri lo expulsó del terreno.

-Señor Pasquel, usted manda en las altas esferas de esta pelota, pero en el terreno mando yo. Ahora mismo, usted y quienes le acompañan vuelven a los palcos, o doy por terminado el desafío.[2]

No quedó más remedio al adinerado que cumplir la orden del subalterno. Cuenta Elio que al otro día Pasquel le ofreció disculpas, pero Maestri había decidido regresar a su país. Y así lo hizo.

Fue un martiano convencido. El 26 de noviembre de 1952, un grupo de revolucionarios, encabezados por José Antonio Echeverría, se lanzó al estadio del Cerro en protesta contra la tiranía de Batista, con el propósito de convocar al pueblo para el día siguiente, a un acto de condena en la escalinata de la Universidad de La Habana. Los esbirros corrieron para aplacar la acción a golpes, pero Maestri se antepuso y la asumió como propia; en el diamante, él mandaba. Los asesinos se llevaron a los jóvenes, pero respetaron al corajudo e incorruptible juez.

El hecho se repitió el domingo 4 de diciembre de 1955, cuando otro grupo de estudiantes al mando de Juan Nuiry, presidente de la FEU en ejercicio (José Antonio estaba herido y arrestado), se lanzaron a la misma instalación en un partido entre Habana y Almendares, los eternos rivales. La golpiza no se hizo esperar, pero surtió el efecto deseado.

Todos después fuimos detenidos. Recuerdo la posición digna y valiente asumida por el árbitro Amado Maestri.[3]

Unos años antes, en 1941, tampoco vaciló para enviar a las duchas al polémico y escandaloso manager Leo Durocher, de los Brooklyn Dodgers, quienes venían de perder la Serie Mundial con los New York Yankees y decidieron visitar La Habana para una de las llamadas Series Americanas. El director quiso coger los mangos bajitos, vino por lana y salió trasquilado, gracias a la firmeza de un ampaya que nunca olvidaría, pues lo mandó para las duchas.

-Míster Durocher, usted es un malcriado que gusta de robarse el show a costa de los árbitros, pero aquí no va a poner en ridículo a los jueces cubanos.[4]

Fue el primero en llegar para ponerse al lado del árbitro Bernardino Rodríguez, a quien el 7 de enero de 1945 el estelar Roberto Ortiz agredió y puso fuera de combate de un puñetazo, cuando salió en defensa de su hermano Oliverio. Otras veces se defendió con la careta ante el peligro y desfiguró alguna cara. Cuando Maestri se ponía colorado, se la quitaba y partía hacia el peligro.

Solía celebrar a Martín Dihigo como el mejor lanzador cubano antes de 1959, y a Manuel Alarcón en las primeras Series Nacionales. El propio Cobrero le protestaba con un tono hilarante, pues acusaba al receptor Ramón Hechavarría de provocar la equivocación del ampaya, quien no pocas veces levantó la mano con idea de expulsarlo, pero solo esbozo alguna sonrisa: –Oye Hechavarría, estás comiendo mierda y haces que el ampaya se equivoque, ubícate bien, co…

Cuando se equivocaba miraba al perjudicado con la culpa reflejada en el rostro. Tan bueno fue, que le protestaban poco. Se mantiene en la cima por la profesionalidad, el amor al trabajo y el estudio constante, unido a un valor a toda prueba.

Amado Maestri ha trascendido como ejemplo de anteriores, presentes y futuras generaciones de árbitros. Tanta admiración despertó, que Eladio Secades, aquel periodista de los años cuarenta y cincuenta, de brillantes estampas costumbristas, escribió en su Prólogo a un libro sobre el béisbol del Caribe, de Víctor Vitico Muñoz: "En Cuba se le da más importancia a un out apretado en home que a la caída de un ministro, afortunadamente, pero todo no estará perdido mientras tengamos fe en la chaqueta negra de Amado Maestri…"

En él deben inspirarse nuestros oficiales. Quizás por ello hace rato que en cualquier localidad de Cuba, cuando un árbitro actúa con firmeza, la gente corea: “Ése es nuestro Maestri…”

Leyenda:

[1] Michael M. Oleksak y Mary Adams Oleksak: Béisbol. Latinoamericanos en las Grandes Ligas. EDAMEX. Col. Del Valle, México, 1991, p. 104: “

[2] Elio Menéndez García: Swines a la nostalgia. Ediciones Mecenas. Juventud Rebelde. Cienfuegos, Cuba, 2005, p. 120.

[3] Juan Nuiry: Desafío sin precedentes. Periódico Granma, 6 de diciembre de 2005.

[4] Elio Menéndez García: Ob. Cit., p. 121.

Maestri sale en defensa de José Antonio Echeverría y sus compañeros.

Maestri sale en defensa de José Antonio Echeverría y sus compañeros.

Junto a Camilo Cienfuegos.

Junto a Camilo Cienfuegos.