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La Reina en Juego de Tronos

Queen Elizabeth II

Isabel II mira el imponente asiento hecho de espadas y luego le dice algo a la actriz Lena Headey. Las dos se han sentados alguna vez en un trono: la monarca de Inglaterra ante los plenos de las Cámaras de Parlamento británico, para leer los discursos que los primeros ministros de turno le entregan; Lena Headey lo hizo ante las cámaras de televisión, cuando encarnó a la reina Cersei en la segunda temporada de la serie de TV donde trabaja hace cinco años.

Una pertenece a una dinastía de verdad; la otra lo pretende. Y sin embargo, en ocasiones, ambos personajes son tratados por igual según los códigos de la industria del entretenimiento. Windsor o Lannister, a algunos les da lo mismo: sus bodas siempre dan de que hablar.

Juego de Tronos acaba de anotarse otro tanto a su historia de hitos, con la visita de la jefa de estado británica a uno de sus sets de filmación, específicamente al ubicado en Belfast, Irlanda del Norte. Isabel II hizo un recorrido en el sitio donde se representa la Sala del Trono de la Fortaleza Roja.

A la izquierda del icónico Trono de Hierro, la esperaban algunos de los actores de la serie: Conley Hill (Varis), Kit Harington (Jon Snow) Sophie Turner (Sansa), Maisi Williams (Arya Stark) y Rose Leslie (Ygritte).

Escoltada por David Benioff y Dan Weiss, encargados de adaptar a televisión los libros de George R.R. Martin, la monarca también tuvo un encuentro cercano con toda la parafernalia medieval creada por la filmación de la serie: desde el armamento hasta los muebles y la ropa de los personajes. Fue, en pocas palabras, como recorrer el museo de un mundo que no existe, más allá de la imaginación de los televidentes o de los lectores del Martin, el autor de las novelas que se basa la serie.

El equipo de realización la invitó a sentarse en el Trono de Hierro, pero la Reina de Inglaterra declinó, argumentado que se veía muy incómodo. Curiosamente, esa es una línea pronunciada con frecuencia entre los personajes de la serie y de los libros).

De todas formas, la Reina no pudo negarse a recibir un pequeño regalo y se llevó a Londres una miniatura de la simbólica silla hecha de espadas en la que no quiso sentarse. Por supuesto, la prensa ha sacado provecho de las miradas que Isabel II le dio al Trono de Hierro.

Pura especulación. Los monarcas británicos no necesitan sentarse sobre las espadas fundidas de sus enemigos; pregúnteselo a la princesa Diana.