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Murió en Miami el periodista cubano Luis Ortega

Luis Ortega Sierra, uno de los más importantes periodistas de la vida republicana en Cuba, murió en Miami este sábado a la edad de 94 años, según pudo confirmar Cubadebate.

Ortega, quien nació el 21 de junio de 1916 en La Habana, trabajó en los diarios La Discusión, Radio Audición, Resumen, Cuba Nueva y Misterio. Estuvo entre los fundadores de la Revista Orígenes y terció, a favor de José Lezama Lima, en una célebre polémica con Jorge Mañach.

Fue columnista de Prensa Libre, donde escribió la sección Pasquín, una de las más leídas en el país, la cual firmaba con el seudónimo Sol.

Formó parte del Consejo Consultivo del régimen instaurado el 10 de marzo de 1952. Luego, perseguido por Batista, se marchó del país tras el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de Julio de 1953, cuando fue clausurado el periódico Pueblo, del cual era propietario y director desde 1952.

Regresó a Cuba en 1959, pero a los pocos meses se radicó en Estados Unidos, donde escribió en la prensa hispana de Nueva York y de Miami.

Hombre polémico, de duras diatribas y espectaculares bandazos políticos, es sin lugar a dudas una de las más brillantes plumas del periodismo cubano.

El equipo editorial de Cubadebate prefiere recordarlo como lo conoció, paseando por La Habana y conversando con los periodistas de La Jiribilla en octubre de 2002, como lo muestran estas fotos. Publicamos también una de las crónicas que entregó a ese semanario digital por esos días:

Luis Ortega en La Jiribilla

Luis Ortega en La Jiribilla

Luis Ortega en La Jiribilla

Luis Ortega en La Jiribilla

Luis Ortega en La Jiribilla

Luis Ortega en La Jiribilla

Luis Ortega en La Jiribilla

Luis Ortega en La Jiribilla

LA DOLENCIA ES LA REPETICIÓN

Luis Ortega | Miami

Carlos Alberto Montaner, que ha heredado todas las características de su difunto padre, lo cual no puede ser considerado como un elogio, ya no publica artículos en El Herald sino folletines. Es decir, largos mamotretos que terminan en un oprobioso "continuará mañana". El estilo es el mismo de Eladio Secades aunque la técnica es la de Félix B. Caignet .

Lo que asombra en el sujeto es el desparpajo con que habla de la vejez cuando él, precisamente, con su calvicie mal disimulada, se está aproximando peligrosamente a la edad de la jubilación. Lo típico del viejo es que pierde el sentido de la brevedad. En ocasiones, Montaner se ha metido hasta una página entera del suplemento en español (y digo español por cortesía) para expresar las mismas ideas que se le ocurren y que son siempre las mismas. La dolencia de los canchanchanes del anticastrismo es la repetición.

A ninguno se le ha ocurrido revisar eso que llaman ideas y que no pasan de ser consignas, las mismas que suministraron los americanos a partir de 1959. En el último folletín de Montaner lo que usa para atacar a Castro es el tema de México, es decir, haber dado a la publicidad las palabras privadas del presidente mexicano Fox. Ahí se equivoca de medio a medio Montaner. En rigor no es reprochable lo que hizo Castro al revelar la intimidad de la conversación con el presidente Fox. Lo que sí se le puede reprochar a Castro, precisamente, es que en 43 años no haya revelado las conversaciones que ha tenido con otros presidentes latinoamericanos y hasta funcionarios americanos. Ese silencio podría señalarse como complicidad.

Durante 43 años Castro ha estado oyendo por teléfono, y en conversaciones privadas, cosas que revelaban la duplicidad de sus interlocutores. Una cosa decían en privado y otra en público. El caso más notorio es el del pícaro Carlos Menem, que iba a Washington a decir horrores de Castro y luego lo llamaba para decirle lo contrario. En América Latina los políticos tienen dos caras y a veces hasta tres.

Castro debiera establecer la costumbre de que de que lo que se habla en privado pueda repetirse en público. Lo que ha hecho con el escurridizo Fox, que sigue siendo un gerente de la Coca Cola, acostumbrado a lamer las botas de los americanos, debiera establecerse como norma general. Uno debe ser lo que es, en publico y puertas adentro. La norma es aplicable al pícaro Montaner, que anda por el mundo con su calvicie y seis o siete caras, según sea la ocasión y según sea la cantidad que está picando. Pocos cubanos hay en el mercado que tengan unos antecedentes más enredados que Montaner...

El sueño de Montaner, que es un discípulo del español Adolfo Suárez, es que Fidel Castro, un buen día lo llame para que se ocupe de la transición, lo cual revela una audacia increíble. Y, además, ingenuidad. Se atreve a creer que la gente no lo conoce.