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Gente que es La Tizza

Pensar que a los jóvenes no les interesa la política es un error. O al menos eso cree Iramís Rosique. Respalda su argumento con veintitantos años y una evidente pasión hacia ella. El problema está en “cómo hacemos, incluimos y sumamos a determinados jóvenes a un tipo de política específica, revolucionaria, socialista”, dice.

Esa interrogante lo mueve -a él y a otros amigos- en la búsqueda de una respuesta desde un camino complejo: el pensamiento.

Llevan consigo par de ideas que los impulsan:

Con ellas, como base, crearon un emprendimiento virtual diferente en febrero de 2017, un espacio para reflexionar sobre las problemáticas de Cuba, su Revolución y socialismo. Lo nombraron La Tizza.

Cuenta Ernesto Teuma, uno de los fundadores de esta revista digital, que la génesis del proyecto data del 2010 -o bien del 2011- cuando estaba en su apogeo el fenómeno de las redes sociales y “la creación de una blogosfera cubana atravesada por los conflictos de la sociedad”.

En ese contexto comenzaron a interactuar y conocerse un grupo de jóvenes. Muchos de ellos terminaron coincidiendo en el curso “El marxismo de Marx”, impartido por Fernando Martínez Heredia en el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.

“Al final del curso, sus asistentes, electrizados, decidieron generar un espacio de articulación colectiva llamado La Red de Jóvenes Anticapitalistas de Cuba. Aunque tuvo una vida breve animó un blog y un grupo de espacios de difusión, debate, pensamiento, reflexión y movilización. De los remanentes de esa red y de su grupo de Comunicación, en particular, es que se rearma La Tizza”, explica.

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Rosique señala que el público de La Tizza es diverso, incluso, no está seccionado generacionalmente aunque el foco esté en los jóvenes:

“Es una comunidad política. Tenemos lectores tan disímiles… desde los compañeros del Comité del Partido de la UNEAC hasta fieles lectores como los estudiantes y profesores de la Facultad de Física. Lo que los une realmente es una identidad ideológica, una manera específica de entender la Revolución cubana, de sentir las urgencias del momento a las que La Tizza le da determinado tipo de explicación”.

Asimismo, Ernesto relata que en su desarrollo el proyecto “ha tenido que ir en contra de intuiciones, incluso de algunos dogmas inflexibles sobre las discusiones en las redes:

Por ejemplo, todo el mundo dijo que La Tizza nunca alcanzaría un público de ningún tipo si proponía artículos largos con un corte teórico y de temas políticos, que era un contenido al que debía dársele un enfoque más superficial,  breve, de divulgación. Y que el espacio digital era, por lo tanto, ajeno al pensamiento o por lo menos hostil a él. 

“Nos hemos encontrado que no, que sí hay un público en Cuba y en el mundo que consume, necesita y busca teoría,  textos de corte político,  largos…y los lee, los discute, los comparte y retroalimenta sus propias prácticas políticas y teóricas. Ese es principalmente el público meta de La Tizza, aquel que encuentra lo que hacemos útil para sus reflexiones, para la renovación necesaria de la imaginación política, los discursos y las prácticas del socialismo en Cuba”. 

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Ernesto, ¿cuáles son los principales desafíos para llevar a cabo este proyecto? 

-El primero tiene que ver con la organización del trabajo y el tiempo. La Tizza funciona sobre todo a través del trabajo voluntario de todos sus integrantes que tenemos hijos, familia, vidas privadas, pero también espacios de militancia y laborales muy diversos. 

“No existimos como un colectivo homogéneo y único que tiene una oficina, lugar fijo, un mismo centro de trabajo sino que nos desplazamos y movemos en distintos espacios y latitudes de este país, e incluso del mundo. Por lo tanto ahí hay un primer desafío: superar esa distorsión y convertir la diversidad en una fuerza. 

“Otro sería el espacio digital. Por sus características técnicas, pero también por sus elaboraciones posteriores, parece ser un espacio más dado para la superficialidad, los placeres inmediatos, los olvidos fáciles. 

“Además, impone junto a esas características un entorno hostil y agresivo en contra de cualquier cosa que se asemeje a las ideas socialistas, revolucionarias, a la posibilidad misma de una nación cubana digna de su nombre, hecha y hacedora de una sociedad emancipada. 

“Generar actores políticos, textos que impliquen actitudes y obliguen a la gente con sus verdades a ser consecuentes con ellas. Creo que ese sería el último y más importante desafío”.

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Este proyecto tiene el sello de otros nombres: Alejandro Gumá, Disamis Arcia, Josué Veloz, Fernando Luis Rojas, Dayron Roque, Luis Emilio Aybar  y Leyner Javier Ortiz. 

Ellos, junto a Iramís y Ernesto -más sus colaboradores- buscan “llegar” y movilizar en un entorno cada vez más polarizado, y por momentos, de aparente apatía a los “temas complejos”.  En su espacio,  único y profundo, siembran el incentivo a la crítica y la reflexión como vía para dilucidar el camino a recorrer.

“La práctica sin teoría es ciega”, sentencia Rosique. 

Mientras, avanzan. Continúa la búsqueda de mecanismos para conectar con los jóvenes cuando se habla de política. ¿Vamos bien?