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Violencia de género en la prensa cubana, en busca de espejuelos violetas

Postales que acompañan el estudio desarrollado. Imagen: Karla Callava / IIPJM - Oxfam.

Series de televisión, programas especializados, entrevistas a expertos, trabajos en la prensa, páginas en redes sociales, campañas de comunicación… Durante los últimos meses -quizás más- la violencia de género ha ganado cada vez más visibilidad en medios de comunicación y espacios de debate público. Es otro resultado del trabajo desplegado desde mucho antes por la academia, instituciones y organizaciones diversas, que buscaron visibilizar y solucionar este conflicto aún latente en la sociedad cubana.

La creciente visibilización de este desafío está acompañada por un compromiso evidente del Estado cubano para prevenirlo y sancionarlo. Por solo poner un par de ejemplos, durante el 2020, el país aprobó la Estrategia Integral Cubana de Prevención y Atención a este problema y la Línea 103 amplió sus servicios para responder a denuncias de violencias de género y de otros maltratos que ocurren en el escenario familiar.

En paralelo, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) lanzó la Campaña Junt@s por la No Violencia para visibilizar el compromiso institucional con su eliminación. Además, fue aprobado y puesto en vigor, mediante decreto presidencial, el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM), que destaca la necesidad de cambios normativos y legislativos acompañados de una mayor capacitación sobre género y violencia.

Sin dudas, suponen pasos de avance importantes, pero el camino por recorrer para eliminar definitivamente la violencia de género en Cuba todavía es muy largo. De hecho, que el conflicto gane visibilidad y aparezca cada vez más en las agendas políticas, mediáticas y públicas entraña nuevos desafíos. Ya no basta con hablar del tema, hay que hacerlo bien. No es casual que el trabajo con la comunicación pública sea una de las áreas claves definidas en el PAM.

En ese contexto, asoman nuevos retos para los medios de comunicación. Hacer visible la violencia de género desde estas plataformas puede marcar la diferencia, por ejemplo, entre que las personas entiendan que existe, sepan cómo se manifiesta, sus consecuencias y reconozcan los caminos posibles para enfrentarla. Por el contrario, si no se aborda correctamente, los medios terminan reforzando estereotipos.

Postales que acompañan el estudio desarrollado. Imagen: Karla Callava / IIPJM - Oxfam.

Las concepciones de género están instaladas en el imaginario social y no pocas veces la prensa las reproduce, las naturaliza, incluso sin ser conscientes. No solo se trata de hacer notar dónde está la violencia, sino de comenzar a romper el ciclo de formación y reproducción de modelos estereotipados de hombres y mujeres.

Con el objetivo de identificar cómo lo estamos haciendo hoy, cuáles son los aciertos y deudas de nuestra prensa en dichos temas, una investigación realizada por estas periodistas a partir de una alianza entre OXFAM en Cuba y el Instituto Internacional de Periodismo José Martí (IIPJM), monitoreó productos periodísticos sobre violencia de género publicados entre enero de 2019 y julio de 2020.

Tras analizar 56 trabajos de todos los soportes (radio, periódicos, prensa digital y televisión) y de varios territorios, publicados en medios de prensa nacionales y territoriales o presentados al XIII Encuentro Iberoamericano de Género y Comunicación “Isabel Moya Richard in Memoriam”, confirmamos que, si bien el tema ha ido ganando cada vez más espacios en la prensa y en muchas ocasiones con buenas prácticas evidentes, aún queda mucho por aprender y explicar al respecto.

Entre los principales problemas identificados estuvo la poca sistematicidad y el mayoritario uso de géneros informativos. El hecho de que más de la mitad de la muestra fueran noticias implica que no siempre se profundiza en las características del fenómeno ni se ven más allá de situaciones o coberturas puntuales. Además, casi siempre son las mismas personas (casi todas mujeres), quienes abordan estas problemáticas.

En paralelo, en más del 75% de los productos analizados no se contextualiza la violencia de género y en casi el 60% abunda la confusión o mal empleo de términos. Suele utilizarse “violencia doméstica” como sinónimo de “violencia de género”, no se aborda el acoso sexual callejero en toda su dimensión y las agresiones sexuales no son identificadas como violencia de género, por solo poner algunos ejemplos.

Se aprecia, además, un uso marcado del masculino genérico -incluso cuando se refiere a colectivos donde son más las mujeres- y se abusa del término “fémina” como sinónimo de mujer, cuando en su origen esta palabra proviene del latín “la que amamanta”, lo que las reduce a su capacidad reproductiva. Estos podrían parecer asuntos menores, pero el lenguaje contribuye, en formas menos evidentes, a naturalizar o simplificar las primeras manifestaciones de violencia. Y ahí radica el peligro.

Postales que acompañan el estudio desarrollado. Imagen: Karla Callava / IIPJM - Oxfam.

La investigación confirmó que la reproducción de prejuicios sexistas ocurre más en las imágenes que en el discurso, y que los estereotipos en los textos se relacionan sobre todo con la idea de que las mujeres disfrutan o necesitan los piropos. Esto ocurre, sobre todo, en las voces de personas entrevistadas, pero aún se revictimiza, culpabiliza o ataca a las víctimas de violencia de género sin quienes construyen la noticia sean capaces, muchas veces, de identificarlo y, por supuesto, de evitarlo.

La muestra estudiada, evidenció, igualmente, que muchas veces, los casos de violencia de género se entienden y presentan como hechos aislados y no desde su connotación social y su interseccionalidad. Como consecuencia, no se evidencia transversalización de la perspectiva de género en la mayoría de los trabajos y faltan posibles soluciones, análisis del marco jurídico, herramientas de ayuda y orientación.

Felizmente, no todas son malas noticias: en más del 30% de la muestra se identificaron buenas prácticas. Estos trabajos brindaron elementos que posibilitan pensar sobre la problemática, aportaron diversidad de criterios de personas entrevistadas de géneros diversos, ofrecieron información de interés sobre campañas nacionales por la no violencia hacia las mujeres y las niñas y evidenciaron una intención por utilizar un lenguaje inclusivo, por solo mencionar algunas.

A esto se suman otros avances con respecto a investigaciones similares de hace una década: ahora la violencia de género está en la agenda, sobre todo en los medios territoriales; se reconoce la existencia de todas sus formas; aparecen algunas historias de sobrevivientes y se utilizan algunas estadísticas, aunque todavía se relativizan y se comparan con las de otros contextos.

Suponen puntos de partida imprescindibles para sistematizar la educación en torno a estos temas -más allá de los esfuerzos de un grupo de periodistas con especialización en el tema- y para realizar abordajes más complejos y profundos de los mismos. Pero queda mucho por hacer. La investigación intenta trascender la caracterización de los fallos e identifica, en los avances evidentes, recomendaciones para los próximos empeños.

Resulta necesario, entonces, conocer elementos teóricos sobre género y sobre violencia de género para, a partir de ahí, identificar las relaciones de poder y la cultura patriarcal que están en su origen. Hace falta llamar a las cosas por su nombre, sin eufemismos y, sobre todo, articular esfuerzos creando espacios de capacitación.

Urge visibilizar el carácter multidimensional de la violencia de género y, en paralelo, no exponer la intimidad de las personas ni lesionar su dignidad; usar un lenguaje preciso, respetuoso e informativo. Se trata, en definitiva, de no convertir los casos de violencia en espectáculos mediáticos, de explicar las causas del fenómeno que está en sus orígenes, sus características y consecuencias. Para que cada vez sean más quienes miren el maltrato, de cualquier tipo, con espejuelos violetas.

Postales que acompañan el estudio desarrollado. Imagen: Karla Callava / IIPJM - Oxfam.