- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

Lo que no pudo contar Raúl Díaz-Argüelles

Raúl Díaz-Argüelles García. Foto: Archivo.

Cuentan que en la madrugada del 11 de diciembre de 1975 fue el primero en despertar en el puesto de mando de Hengo, Angola. Había llegado a tierras africanas en agosto de ese año, designado por la dirección de la Revolución cubana como jefe de la misión militar de la Isla en aquel país. Dejaba en Cuba a tres hijas de 16, 15 y 14 años. La posibilidad de no volverlas a abrazar fue, quizás, la duda impenitente para él, mientras peleaba por la independencia angolana.

Con el alba de aquel diciembre, el comandante Raúl Díaz-Argüelles García se puso de pie antes que el resto de la tropa cubana. La humedad del clima en las selvas angolanas le provocaba un dolor intenso en su tobillo derecho, fracturado al escapar de un tiroteo con la policía batistiana. Tal vez sintió la misma molestia que le hacía cojear, pero nadie lo supo entonces. No pudo contar lo que sucedería ese día.

Antes, el 23 de noviembre en la localidad de Ebo, a 400 kilómetros al sur de Luanda, cubanos y angolanos derrotaron a los invasores sudafricanos. Díaz-Argüelles decidió que tenderles una emboscada, justo en el puente sobre el río Mabassa, podría definir la victoria de las Fuerzas Armadas para la Liberación de Angola (FAPLA) y las tropas de la Isla. “Aquí es donde hay que detenerlos”, dijo. Y los detuvo.

Sobre la batalla de Ebo, el exministro de Defensa de Angola, Iko Carreira, diría que aquella victoria se debió, fundamentalmente, a Díaz-Argüelles quien, desde entonces, se convirtió en una leyenda para la historia del país africano.

El 11 de diciembre fue la ofensiva. “No creo que vuelvan a atacar. Pero no te preocupes, si lo hacen, no pasarán”, le había dicho el combatiente internacionalista cubano al nuevo jefe de la misión militar de la Isla en Angola, Leopoldo Cintra Frías. Sin embargo, los sudafricanos lograron aproximarse a la zona de Condé y Díaz-Argüelles ordenó cerrarle el paso a las fuerzas invasoras.

Viajaba rumbo a Hengo para el combate con el enemigo en esa zona del centro del país, cuando se detuvo la marcha. El terreno estaba minado. Tras el trabajo de los zapadores se reanudó el trayecto de la columna. De pronto, una explosión en uno de los BTR. El blindado que trasladaba al comandante Raúl Díaz-Argüelles había caído en una mina antitanque que le destrozó las piernas y le fulminó, en pocas horas, sus cortos 39 años.

Natasha, su hija mayor, supo la noticia al día siguiente. Tenía 16 años cuando su madre le dijo “tu papá sufrió un accidente”, y ella salió corriendo de la casa. Lloró. Sabía que su padre “no estuvo nunca en el vértice de las acciones, siempre se introducía en la tempestad”. Lo había demostrado antes cuando luchó en el Directorio Revolucionario contra la dictadura de Batista, cuando se unió al grupo guerrillero de esa organización en el Escambray y el Che lo hizo Comandante, cuando cumplió misión en Guinea Conakry, Sierra Leona, Somalia, Guinea Bissau, y cuando estuvo en el centro de la lucha independentista en Angola.

Raúl Díaz-Argüelles, o el coronel Domingo da Silva —su nombre de guerra en Angola— , no pudo ver a su hija Natasha graduada de los Camilitos, ni con su título de Licenciada en Relaciones Internacionales. La guerra le impidió volver a abrazar a los suyos. Una mina le quitó el deseo que todo hombre tiene de conocer, con los años, a sus nietos.

Sobre él, diría el comandante de la Revolución, Guillermo García:

“No era fácil llamarle la atención, era una gente de un carácter serio, rígido, muy fuerte, exigente, cumplidor. Era una gente joven pero madura, había madurado muy temprano. Tenía mucho criterio y lo discutía a la saciedad siempre que pensaba que tenía la razón”.

Y verdad que tuvo la razón. Lideró una emboscada contra los invasores sudafricanos y la ganó. No se equivocó, pero las minas no creen en la razón, ni creen en la entereza de un hombre. ¡Quién sabe si Domingo, quién sabe si Raúl, hubiera salido también victorioso en Cuito Cuanavale!