- Cubadebate - http://www.cubadebate.cu -

Diario desde La Covadonga: Pabellones paralelos (X)

Antes de irse a la cama, Gabriela comenzó un nuevo capítulo de Los tres mosqueteros y leyó: “Un caballero no hace hoy su camino sino por su valor, comprendédmelo bien: solo por su valor”. Sin embargo, ella teme, todos tememos. El miedo y la valentía pueden estar irremediablemente atados; la cuestión radica en cuál prevalece. “Sois joven, y tenéis que ser valiente”, escribió Dumas.

Gabriela estudia primer año de Química y el voluntariado es, probablemente, uno de sus primeros experimentos de vida. “Vivir con miedo no es vivir”, sentencia desde la lejanía de un chat en WhatsApp. Nuestras salas son contiguas: pabellones paralelos y hace diez días que no nos vemos las caras.

–¿En qué piensas antes de dormir? –le pregunto.

–En cuando nos hagan la prueba; me cuestiono si habremos hecho todo bien durante el día, si cometimos algún error sin querer.

De este lado, en la sala “Mella”, fumigan la habitación de un paciente, cuyo PCR resultó negativo. “¿Qué estoy haciendo aquí, limpiando el hospital junto a tiiiiii?”, le tararea Alejandro “el ruso” a Camila, versionando una canción de Buena Fe. Ella no hace más que reír: “Rusito de mi vida, cámbiame el agua”. Jorgito recuerda al viejo Felipe quien, antes de recibir el alta, le dijo que deseaba volver con su esposa, acostarse en su cama.

Gabriela y Mario trabajan juntos en el pantry de la sala "Muñoz" como voluntarios en la lucha contra la COVID-19. Foto: Gabriela Fernández.

Con el último panqué de la merienda nocturna, el doctor César esboza una clase de Ortopedia. No se ruboriza cuando diserta de nervios, arterias, venas, rótulas, huesos, fracturas, operaciones estéticas. “Los médicos se vuelven fuertes”, añade Rita. César asiente, aunque no esconde que el corazón, por ejemplo, jamás se endurece ante el dolor ajeno.

En algún momento de la lección hace un alto y lamenta las muertes en las calles de otros países por no poder pagar servicios hospitalarios. Habla de las gratuidades de esta Isla, de atención, sacrificio, de la ingratitud de los hombres, a pesar de todo. Agrega que lleva tres meses sin ver a su familia en Nueva Gerona.

A un costado del hospital, un muchacho se mece en un columpio. En el pabellón del frente, Gabriela apaga la luz del pantry. César vuelve al centro de la sala y continúa escribiendo en la mesa de evoluciones. Son las 12:38 am. Ha llegado un nuevo ingreso.

Vista del hospital Covadonga. Foto: Adrián Alejandro Ges

Vea además:

Diario desde La Covadonga: Soldados de pie (IX)