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A 30 años de la liberación de Mandela

Nelson Mandela y su mujer Winnie saludan a la multitud tras la liberación de Mandela de la prisión Victor Verster, el 11 de febrero de 1990. Foto: AFP.

Este 11 de febrero, a treinta años de la liberación del gran líder sudafricano y del mundo Nelson Rolihahla Mandela, recordamos su modestia y humanismo infinitos.

Ese hombre de valores vitales excepcionales, hasta en los peores momentos que oprimían su libertad se mantuvo al tanto de los acontecimientos mundiales; de manera particular, procuraba noticias sobre la Revolución cubana, su repercusión internacional y sobre todo, su apoyo a los pueblos africanos que en temas de contribución a los movimientos de liberación nacional, de salud y educación para los más desfavorecidos del planeta, no tuvo precedentes. Así pudo desde muy temprano reconocer el papel de Cuba en la dignificación de la especie humana.

Pocas semanas después de la liberación acaecida un día como hoy, Mandela asistió en Namibia al día de la independencia añorada que tanta sangre costó a la tierra de hombres bravos. Recuerdo aquel 21 de marzo en que fue arriada la bandera sudafricana y ondeó para siempre la namibia.

En ese emocionante momento de la historia, Sam Nujoma prestó juramento como primer presidente de su país. Allí, en el principal estadio de fútbol de la capital compartían emociones el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, quien presidió la delegación integrada por Jorge Risquet, el General Leopoldo Cintras Frías, el viceministro del MINREX, Giraldo Mazola, y varios compañeros más. En medio de las celebraciones me correspondió realizar las coordinaciones con Joe Slovo [1] para efectuar un encuentro memorable el cual Giraldo Mazola ha narrado en varios momentos como una simpática anécdota: el encuentro de Mandela y la delegación cubana.

Comandante Juan Almeida, Nelson Mandela, Jorge Risquet, el General Leopoldo Cintras Frías, el viceministro Giraldo Mazola, el Dr. Batista y Ángel Dalmau Fernández.

Resulta que cuando Almeida supo que Mandela estaba en Namibia dio indicaciones para solicitar un encuentro. Así comenzó un breve intercambio de mensajes a través de los funcionarios encargados que evidencia claramente la modestia y humanismo que ambos compartían. Mientras el Comandante de la Revolución con sencillez argumentaba que debía ser él quien acudiera al lugar donde estaba Mandela debido a su estatura política mundial, este último insistía también modestamente en que él era un simple ciudadano de Sudáfrica y que Almeida era un héroe de Cuba y además vicepresidente del país, al que mucho debían las naciones africanas.

Cuenta Giraldo Mazola:

“Almeida se regodeó en la nueva respuesta y al reiterar su solicitud nos indicó añadir que en efecto conocíamos los cargos actuales de Mandela pero que para Fidel y los cubanos era el líder indiscutido de los sudafricanos y el símbolo permanente contra el Apartheid y como argumento final, que se apartaba del protocolo, pidió le dijeran que él no podía regresar a Cuba e informar a Fidel que ‘recibió’ a Mandela, sino que tenía que decirle que fue a visitar a Mandela”.

La revolucionaria porfía la ganó el Comandante Almeida, pues el encuentro se produjo en la casa donde estaba alojado el prestigioso líder mundial antiapartheid.

Otra anécdota está relacionada con la pasión cultivada por Mandela durante sus largos años de prisión, por la impresionante carrera deportiva del más famoso campeón olímpico y mundial, amateur de peso completo, Teófilo Stevenson. El líder sudafricano había sido boxeador en sus años mozos y había seguido desde la prisión en Robben Island los éxitos de quien se convirtiera en un ídolo para él.

Un buen día, Teófilo Stevenson arribó a Sudáfrica para participar en uno de los seminarios internacionales sobre boxeo. La sede escogida fue una de las provincias del norte del país, pero al terminar el evento el campeón pasaría día y medio en Pretoria, por lo que me correspondió realizar las gestiones pertinentes para garantizar la entrevista con el presidente.

Mandela recibió a su ídolo cubano Teófilo Stevenson con sus brazos bien abiertos. Me acomodé en una butaca a escuchar aquella agradable conversación sin necesidad de servir como intérprete, porque Teófilo se comunicó directamente en inglés, se desenvolvió muy bien todo el tiempo en su conversación con ese gran hombre de África y del mundo. Al final, Mandela le pidió de favor que le permitiera una foto con él para poder mostrársela con orgullo a sus nietos y a sus amigos cercanos.

En esa y otras ocasiones el presidente sudafricano se refirió a la sociedad no racial, a la cual la máxima dirección del ANC (Congreso Nacional Africano, traducido al Español) y del PCSA (Partido Comunista Sudafricano) aspiraban fervientemente. En sucesivos encuentros sentía que presenciaba una reunión entre viejos amigos con motivaciones comunes.

Hoy como ayer vienen a mi mente pasajes del libro autobiográfico de Mandela titulado: El largo camino hacia la libertad, en el cual se resalta desde el principio, la modestia como virtud cimera de ese gran hombre que lo acompañó toda su vida; y mientras más grande es una persona ante su sociedad y el mundo, mayor es el mérito de esa virtud.

A treinta años de su salida de prisión, la que no melló los valores que exhibió por siempre, razono que no basta con repetir de memoria el pensamiento sublime martiano sobre la modestia expresado en la frase: toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, la modestia no se hereda, no es genética, debe ser formada.

Nota:
[1] Uno de los hombres más destacados en la lucha contra el régimen del apartheid. Blanco, de origen lituano, quien llegó a ocupar la máxima instancia de dirección de su partido y cargos de muy alta responsabilidad en el ANC.

Vea además:

Mandela y Fidel: lo que no se dice