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Jorge Bolaños: Roa revolucionó la diplomacia

Jorge Alberto Bolaños Suárez, embajador cubano. Foto: Cubaminrex/Cubadebate.

Es el caballero de la diplomacia cubana. Habla despacio, pausadamente. Recrea el discurso con una mesura que no le impidió cantarle verdades, de todos los colores, a quienes intentaron mancillar la dignidad de la Isla. Es “un lord”, coincido con Roa. Cómo no hacerlo.

En una hora y media de diálogo con Jorge Alberto Bolaños Suárez descubro que el ser humano esencial del que hablan sus compañeros de generación, el joven que vino de Oriente a estudiar en la capital y se hizo sindicalista para recaudar fondos y apoyar a los barbudos de la Sierra, es el mismo que tengo delante. Conserva el entusiasmo y las convicciones de antaño.

Nació el 7 de noviembre de 1936 en Las Tunas. Ha estado por 54 años en el Ministerio de Relaciones Exteriores y está casado “con la mujer de siempre”: Graciela María Queral-Queral. La rubia de ricitos que lo delataba en el barrio cuando una pedrada era lanzada al aire.

La clandestinidad

¿Es cierto que imprimía periódicos y pasquines revolucionarios en la imprenta de los banqueros gringos?

–Dirigía una célula del Movimiento 26 de Julio que agrupaba a trabajadores del banco y de compañías de seguros, sobre todo americanas. En los bancos se recaudaba mucho dinero, pero la tarea más importante era conservar el acceso a una pequeña imprenta que estaba en un piso de la empresa donde trabajaba.

“Durante el día los americanos imprimían allí sus documentos y estados de cuentas… Por la noche, nosotros duplicábamos la tirada de varios periódicos clandestinos, de los documentos que venían de la Sierra o los pasquines para la Huelga del 9 de Abril. Reproducíamos de 2 000 a 5 000 copias.

“Quien se ocupaba en las calles Galiano y Reina de esa tarea era El Curita (Sergio González López), pero cuando fue preso nos quedamos sin aquella imprenta y recurrimos a esta. También fuimos a la huelga general a tomar el Ministerio de Gobernación junto a 10 hombres. Las armas debieron llegar y nosotros ser 30, pero fue un doloroso fracaso del que aprendimos mucho y que no nos impidió seguir, captando gente para el Movimiento 26 de Julio, luchando”.

El profesor Roa

Llegó 1959. El joven Bolaños estaba en segundo año de Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana. Antes, entre 1957 y 1958, había cursado un año de Economía y otro de Diplomacia. En el aula conoció “la política poética de un gran revolucionario”, siempre “abierto a la charla familiar”. Era el profesor Raúl Roa García.

“En mi proyección estaba terminar Ciencias Sociales y hacer Diplomacia, porque tenía un pariente que había sido diplomático de carrera. Iba a su casa y él nos contaba todas las vicisitudes de la diplomacia para un país pobre, porque en aquel tiempo se robaban el dinero de las embajadas. Ser embajador era una ‘botella’ muy bien pagada”, recuerda.

Bolaños no olvidará nunca cómo Roa, “hiperactivo y sabio”, arremetía sin piedad contra la farsa republicana. “Mandaba a cerrar la puerta del aula, miraba por la ventana, chequeaba si venía alguien y empezaba a ‘echarla’ con una genialidad apabullante. Era una enciclopedia. Cuando él daba clases se desbordaba el aula; gente que no tenía nada que ver con la carrera venía solamente a escucharlo”.

Jorge Bolaños tiene 83 años y un sinfín de historias que contar. Sin embargo, no quiere hablar de su vida, sino de cuánto hizo y puede hacer aun el Canciller de la Dignidad, el compañero que vibró y sufrió la patria hasta el último de sus días.

“Era un diplomático que en su discurso siempre decía la verdad de una forma elegante, culta. Eso impresionaba. Pero lo que disparaba eran rayos y centellas. Roa revolucionó la diplomacia, la hizo antimperialista.

“Estando en Washington me topo con Adlai Stevenson, embajador estadounidense ante Naciones Unidas (1961-1963) cuando Roa era canciller, y me preguntó por el Viejo. Me dijo: ‘Mi tarea más difícil era cuando íbamos a la Asamblea y Roa pedía la palabra; al principio me quedaba, pero luego me iba, ¡porque lo que soltaba!… Primero, yo no era capaz de responderle al mismo nivel, mucho menos con los mismos tintes. Nos ponía muy nerviosos a todos en la delegación de Estados Unidos’”.

1963, de sindicalista a diplomático

En junio de 1959, Raúl Roa García fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Revolucionario. Tras asumir el cargo, propuso que la Cancillería cubana cambiara de nombre. El 23 de diciembre de 1959 dejó de existir el Ministerio de Estado y se fundó el Ministerio de Relaciones Exteriores.

Bolaños era entonces dirigente del Sindicato Nacional Bancario. “Los treinta y pico sindicatos que existían antes del triunfo se redujeron a 14, quienes formábamos parte de la dirección nacional fuimos ubicados en diferentes organismos”, cuenta.

“Roa, que había sido mi profesor, me dijo siempre que debía ir para el ministerio. Por él y por el insigne Pelegrín Torras de la Luz entré al Minrex en 1963. Después de la Revolución, todas las materias que tenían que ver con la formación diplomática de la Facultad de Ciencias Sociales se integraron en la carrera de Licenciatura en Diplomacia. Nunca dejé de estudiar, y me gradué”.

Un “lord” en La Habana

Por aquellos días, Jorge Bolaños devoraba el Prontuario diplomático. “Lo releía de la A a la Z. Ese fue nuestro primer manual, el ministro lo explicó en su introducción: ‘Este es un resumen que permite tener a mano los requerimientos elementales del oficio’. Vivía pendiente de cada detalle, nunca empachado de jerarquías”, insiste en regresar a Roa.

“Nos enseñó a representar con pasión a la Revolución, a fajarnos cuando había que fajarse y, sobre todo, a no escondernos nunca, a no evitar el debate, el diálogo”. Porque la verdad de Cuba se tenía que imponer cualquiera que fuese el contrincante.

“Cuando entro en el ministerio, para mí un diplomático era una persona de cuello y corbata, muy estirada. Bueno, en la diplomacia en general suele ser así, pero Roa decía que ‘en la diplomacia cubana no es así, no se puede ser ignorante. No se puede decir boberías y chabacanerías, cada palabra por muy fuerte que sea debe tener un sentido profundo’. Era muy celoso con el discurso.

“Cogía un mazo de lápices con las puntas bien afiladas y se ponía a escribir, a escribir… Estaba escribiendo y de repente se reía ‘ja, ja, ja’. ‘¿Qué le pasa, doctor?’, le preguntaba. ‘Que lo estoy jodiendo… ja, ja, ja’.

“Él empezó a echarle con el rayo a muchos de sus contemporáneos que se habían pasado a las filas de Batista, aunque también trató de rescatar a algunos que antes de la Revolución habían sido embajadores, funcionarios... A quienes se portaron bien, los decentes, él luchó por preservarlos y porque no abandonaran la diplomacia”, rememora Bolaños en la instantánea que reconstruye este diciembre de 2019 en La Habana.

Era un hombre que trataba de hacer equipo, pero a la vez era solitario en su creación. “Los discursos los escribía él. Siempre pedía insumos, pero me daba cuenta de que los utilizaba poco. Verdaderamente, no los necesitaba. Era un tipo atento a todo lo que tenía que hacer la diplomacia y a la coyuntura internacional en la cual se insertaba Cuba.

“Me decía ‘lord’ y a mí me daba pena. Imagina, en aquel momento, con la lucha de clases, los lores no cabían mucho. Era por mí manera de ser; me gustaba ir a la universidad bien vestido, con guayabera. Así me siguió diciendo siempre, y para colmo, me mandó para Inglaterra. Cuando regresé de Londres era más ‘lord’ que nunca”, cuenta el embajador entre risas.

Embajador a los 34

A los 34 años, Bolaños fue designado embajador de Cuba en Polonia (1971–1974). “Me recibió Osvaldo Dorticós. Cuando salí de hablar con el presidente, por la otra puerta vi que se asomaba Raúl y me decía: ‘Deja ver a qué edad tú eres embajador’. Me impresioné tanto que el número nunca me salió de los labios. Entonces, siguió: ‘No te pongas nervioso, que para ser embajador no se puede ser nervioso’. Ahí conocí a Raúl Castro.

Luego, asumiría la embajada en Checoslovaquia (1974–1977) y, más tarde, en el Reino Unido (1977–1981), donde ya había estado “en contingencia” años atrás.

“Fue en una etapa muy difícil. Había un colectivo muy grande, como de 20 personas. Londres era una plaza muy importante para Cuba, sobre todo comercial, y esas oficinas se quedaron vacías tras varias deserciones. El embajador traicionó al Gobierno Revolucionario -y a sus compañeros-. Fui como consejero hasta que nombraron al nuevo jefe de misión”, afirma.

Fidel y las misiones especiales

Jorge Bolaños fue vicecanciller para América Latina, el Caribe y Europa, de 1981 a 1986 se desempeñó como viceministro primero del Minrex. Foto: Cubaminrex/Cubadebate.

Jorge Bolaños asegura que los recuerdos que le hacen latir el corazón están asociados a su mujer, sus hijos, los amigos que murieron y no disfrutaron del triunfo revolucionario, y a Fidel.

“Fidel me empezó a dar tareas importantes, algunas bien confidenciales. Me decía: ‘Cuando te mande un cable, me lo respondes a mí’. Era muy exigente con la discreción. La más emotiva fue cuando le llevé una carta suya al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, de Bolivia, para el regreso de los restos del Che.

“Fidel me incluyó en la comisión que dirigía el Comandante Ramiro Valdés, con la tarea de buscar, encontrar y regresar los restos del Che Guevara. Confieso que yo era uno de los pesimistas, y me decía: ‘Ellos no lo mataron para que regresara espiritualmente, lo mataron para desaparecerlo’.

“Cuando llegué a Bolivia muchos me comentaban que al Che, después de matarlo, lo habían quemado. Me reuní con el presidente Sánchez de Lozada y repitió esa versión: ‘Esa es la información que yo tengo’. Le respondí que Fidel tenía otra información, que Ernesto sí estaba enterrado y lo íbamos a buscar. Sánchez de Lozada me acompañó a la puerta y susurró: ‘Estoy dispuesto a ayudar, pero si los militares me dicen que no, no puedo ayudar, porque me tumban’. Le dije: ‘Lo entiendo, pero haga todo lo posible’.

“El día que tuve el encuentro con él para entregarle la carta de Fidel, ya para el regreso de los restos –se suponía que estaríamos solos–, al lado de Sánchez de Lozada estaba el jefe de la Inteligencia Militar. Cada cosa que el presidente decía, miraba antes hacia donde estaba el coronel”.

Años después, siendo embajador en México, Bolaños descubriría que su homólogo boliviano en ese país era uno de los hombres que había participado en la captura del Che.

“Andaba en silla de ruedas, estaba inválido, había sufrido un atentado en Francia. Vino a pedirme una audiencia, teníamos relaciones con Bolivia, pero yo no quería relaciones con alguien que había pertenecido al batallón que capturó al Che. Me indicaron recibirlo porque no teníamos señales de que hubiese sido uno de los esbirros. Confieso que lo recibí con tal grado de rechazo interno que se me notaba en la cara. No podía. A veces cuesta mucho ser diplomático”.

En México vivió momentos de tensión diplomática con el Gobierno de Vicente Fox…

–En marzo de 2002 se celebró la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo en Monterrey, convocada por Naciones Unidas, a la cual Fidel acudió y pronunció su discurso. Como siempre, el mejor.

“Pero los mexicanos se pusieron muy bravos, porque ellos se habían acercado a mí para que le pidiera a Fidel que no fuera, pues Bush no quería coincidir con él. Cuando les dije que Fidel sí iba, y que cumplimentaba una invitación de la ONU, que México solo era la sede del evento, me dijeron: ‘Dile que venga, dé el discurso, se coma un cabrito y se vaya’.

“Inmediatamente mandé a decir eso para acá. A Fidel y a todos nosotros nos cayó como una bomba, que el mismo presidente de México hiciera tal cosa. Después supimos que, 10 días antes, los estadounidenses le habían advertido a Fox que Bush solo iría si Fidel no estaba allí”.

Ahí viene la famosa frase de “comes y te vas” en la conversación telefónica entre Fox y Fidel, que sería revelada por razones de fuerza mayor luego de que el presidente cubano dejara Monterrey con aquella declaración: “Debido a una situación especial creada por mi participación, me veo obligado a regresar de inmediato a mi país”.

–Me enteré de que Fox iba a llamar a Fidel, porque me llamaron directamente de la Presidencia. Se lo comuniqué a Fidel y me dijo: ‘Qué bueno, que me llame, para decirle lo que debo decirle’. Fidel, formidablemente, le dijo todo lo que se merecía.

“Cuando el Comandante se fue de México, el canciller Jorge Castañeda Gutman empezó a decir que Fidel era un payaso y que lo había inventado todo, que no había existido ‘ninguna presión, influencia, gestión, solicitud, sugerencia o insinuación’ para precipitar la salida de Fidel. Y el Comandante me decía: ‘Diles que no sigan diciendo mentiras que voy a explotar la situación’. Tres veces se lo dije al canciller Castañeda. Y ellos seguían.

“El 22 de abril Fidel compareció ante la prensa en el Palacio de Convenciones de La Habana. Me había avisado: ‘Voy a revelar cómo sucedió todo’. Y explotó la cosa. Hay que decir que todos le creyeron, hasta la derecha mexicana protestó por el tratamiento que se le había dado a Fidel. Decían que si había un responsable, ese era Fox, y también lo era el canciller, que era un príncipe diabólico; ellos armaron el tinglado porque los estadounidenses los estaban presionando”.

Y en mayo de 2004 habría otra crisis, a raíz de varios eventos que confirmaban el viraje en la política hacia Cuba bajo el Gobierno de Fox, que rompía con una tradición de décadas. México retiró a su embajadora de La Habana y a usted le dieron 48 horas para abandonar ese país.

–Como cubano al fin, les dije: “En 24 me voy”. Regresé el 5 de mayo de 2002. Fidel me llamó enseguida al aeropuerto: “¿Cómo hiciste para recoger?”. “Traje a mi mujer, las maletas se quedaron”, le respondí. “Eso es lo que había que hacer”, me dijo riéndose.

Los artículos publicados por aquellos días reseñan que nunca un embajador fue despedido en México con tantos honores.

–Las relaciones entre el pueblo mexicano y el cubano siempre han sido excelentes. La etapa más oscura fue la del presidente Fox, porque era un hombre incapaz. Cuando se anunció que fui expulsado, la gente empezó a venir, tantos que no los podía recibir uno a uno. Se aglomeraron frente a la embajada. Llovía, pero no se iban.

“Y fue el pueblo mexicano el que presionó para que iniciáramos las conversaciones y regresáramos. Es un principio de la diplomacia revolucionaria: contar con los pueblos y unir a los pueblos. Yo era un embajador acreditado ante el presidente, pero mantenía excelentes relaciones con todos los sectores del pueblo”.

Y durante las conversaciones posteriores para restablecer las relaciones, el Gobierno mexicano puso como condición que usted no regresara, sino que fuera nombrado otro jefe de misión.

–A Fidel se le informó que todo marchaba según lo previsto, solo que nos pedían cambiar al embajador. El Comandante no aceptó: ‘Bolaños representó a Cuba dignamente y se queda’, dijo.

“¿Por qué Fidel tomó esa decisión? Porque el hecho de que yo me quedara demostraba que Cuba no se había equivocado, que habían sido ellos los que tuvieron una actitud soez, inaceptable, para unas relaciones entre pueblos y gobiernos”.

Menos de tres meses después, el 25 de julio, Jorge Bolaños y su esposa regresaron a la capital mexicana.

2008, jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington

De 2007 a 2012, Jorge Bolaños se desempeñó como jefe de la Sección de Intereses de Cuba en Washington.

“No había relaciones. Pero me tocó vivir el momento en el cual la opinión pública estadounidense estaba a favor de las relaciones en más de un 70%. Algunos pensaban, incluso, que eran tan necesarias para hacer bien como para hacer mal.

“La Cámara de Comercio, la más importantes del mundo, poderosísima, estaba a favor; la Comisión Nacional de Agricultores quería vendernos pollo y trigo; las agencias de viajes decían que cuando se restablecieran las relaciones vendrían 700 000 estadounidenses en el primer año. Hace poco ya estábamos por esa cifra, ¿verdad?”.

¿El restablecimiento de relaciones era predecible?

–Cuando Obama fue elegido, él tenía todas las condiciones para materializar lo que le estaba pidiendo la sociedad estadounidense: el pueblo, los empresarios, las figuras influyentes.

“Un día, en la Universidad de Stanford, al concluir una conferencia sobre Cuba, una jovencita me pidió que me tomara una foto con ella y sus amigas. Otra le decía: ‘Si lo hacemos, mi papá me va a matar’, pues la muchacha insistía. Eran hijas de cubanos, me contaron que en la casa no podían mencionar nada positivo sobre Cuba, pero que les había encantado la conferencia y que me iban a pedir visa para venir a nuestro país. Ese era y es el sentir de aquella sociedad.

“Sí había condiciones maduras para que se restablecieran las relaciones, completamente. El paso que dio Raúl fue para tener unas relaciones de igual a igual, pero los americanos querían a su ritmo. Y los entiendo, lo que no comprendo es la debilidad tremenda de Obama. ¿Por qué no dio el paso en el primer periodo, sino tres años antes de irse?

¿Cuánto caló la lucha por la libertad de Los Cinco en el embajador Bolaños?

–Para mí, Los Cinco eran un deber. Los asumí como lo que son, héroes, por lo que hicieron y por tener una actitud como la que tuvieron en prisión. Tenían un espíritu que, cada vez que veía a uno, salía fortalecido por el ejemplo que me daba. En la cárcel eran ejemplo, los delincuentes los admiraban. Una de mis grandes preocupaciones era que un preso llegara a matar a alguno de ellos; pero no, los cuidaban. Ellos llegaron a movilizar al pueblo estadounidense, a la opinión pública.

Carta enviada por el embajador Jorge Bolaños a Gerardo, por la muerte de su madre

Washington, DC., 2 de noviembre de 2009

Año del 50 Aniversario de la Revolución

Mi querido Gerardo:

No sabes cuánto pensé en ti al conocer la noticia del fallecimiento de tu querida madre. Me tranquilicé al saber que Adriana te lo había comunicado.

Conozco la dura tristeza por la que inexorablemente pasan los hijos, en tu caso la tristeza es aún mayor. Cuando falleció la mía, al menos pude llegar y acompañarla en su entierro. Tú ni siquiera tuviste ese angustiado consuelo.

Así transcurre la vida, así van y vienen las cosas cuando el amor a la Patria y el deber ante ella marcan el destino de sus hijos, que lo asumen con coraje, decoro y honor.

Recibe mi apretado y largo abrazo. Tu mama murió como mueren las madres de los héroes, orgullosa de ti.

Jorge Alberto Bolaños Suárez

Pasión y principios

Al regresar de Washington, Bolaños presidió el consejo asesor del ministro para la Política Exterior. “Sigo siendo miembro, tengo ese compromiso con el Minrex. Ya no soy profesor de Política Exterior, pero todavía estoy vinculado al ISRI. Ahora estoy revisando 11 tesis de grado”.

Jorge Bolaños fue vicecanciller para América Latina, el Caribe y Europa. De 1981 a 1986 se desempeñó como viceministro primero. Ha sido subordinado de los seis cancilleres de la diplomacia revolucionaria cubana.

Cuando cambia el ministro, ¿cambia la política exterior cubana?

–Realmente se mejoraban las cosas que creíamos que no estaban bien, pero la esencia del ministerio nunca cambia. Primero, porque tenemos una dirección revolucionaria, lúcida, y contamos con una de las personalidades más geniales y destacadas del siglo XX, Fidel Castro, que “viaja al futuro, regresa y lo explica”.

“Segundo, Cuba es un país líder en el escenario internacional. Cuba es una isla pequeñita, pobre, con millones de problemas por el bloqueo norteamericano, pero que no se ha rendido, que sigue y seguirá en combate. Eso nos hace muy fuertes e inamovibles. Somos antiimperialistas por convicción prenatal.

“Tercero, la diplomacia cubana tiene principios. Eso no lo tienen todos los países, sino muy pocos; unos más, otros menos. Diplomáticos de potencias me confesaban que ellos quisieran tener la influencia que tenemos nosotros.

“Por último, nuestra diplomacia, que ha sido revolucionaria de principio a fin, no solo se define por la defensa que hace de la patria, sino por la solidaridad con otros pueblos. Esa solidaridad no existe en un país de la dimensión de Cuba. Quizá podría existir en una potencia, pero siempre en beneficio de sus intereses. Sin embargo, la solidaridad de Cuba va más allá de sus intereses, siempre a través de los principios, aunque a veces los principios choquen con nuestros intereses inmediatos”.

¿Cuál ha sido el mayor acierto de Cuba en 60 años de diplomacia revolucionaria?

–Cuba ha hecho tantas cosas en 60 años, pero lo mejor que hemos hecho es haber manejado con una excelencia y una dignidad tremendas las relaciones contra nuestro principal enemigo. Más que pasión, más que racionalidad, la diplomacia revolucionaria ha sido un arte. A veces tenemos unas ganas terribles de irnos para ‘caramba’ y tenemos que hacer un discurso ‘amigable’.

“El cuerpo diplomático cubano es respetado en todo el mundo. El diplomático cubano se caracteriza por su preparación, su cultura y dedicación al trabajo. Nunca trabajé tanto estando en Cuba como en el exterior. Nunca llegaba de la embajada antes de las 10:00 p.m., porque el trabajo hay que hacerlo con pasión. Hay que tener capacidad, pero sobre todo pasión por representar a Cuba y a su gran pueblo. Hay que defender a ultranza la Revolución. ‘¿De qué país eres?’. ‘De Cuba, de la patria’”.