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Lucky Luciano en persona

Lucky Luciano. Foto: ABC.

El gobierno norteamericano presionaba, pero el presidente Ramón Grau San Martín no cedía. Tendría al fin que hacerlo cuando Washington dispuso la suspensión de los embarques de drogas de uso medicinal hacia Cuba, con lo que se privaría a la Isla de importantes medicamentos. Entonces Charlie Lucky Luciano, el zar del hampa, fue internado en la Estación Cuarentenaria de Tiscornia y se le formó expediente de expulsión. Hacía seis meses que vivía en La Habana.

Culminaba así el proceso iniciado desde que autoridades estadounidenses detectaron la presencia del capo de todos los capos en la capital cubana. Aunque no es improbable que funcionarios de la Oficina de Narcóticos del Departamento del Tesoro de Estados Unidos hubiesen seguido sus pasos desde Italia, Luciano cometió descuidos inadmisibles en un hombre de su posición. Entusiasmado con una joven norteamericana a la que conoció aquí de manera casual y que se volatizaría luego como el humo, se exhibió con ella lugares públicos y fue fotografiado. Esas fotografías sellaron su suerte.

Lucky Luciano en La Habana. Foto: ABC.

Antes de salir de Italia dejó creada una extensa organización para pasar narcóticos por Cuba con destino a EE.UU. Se sentía seguro en la Isla, donde contaba con amigos y había gente muy poderosa interesada en que permaneciera en el país. El senador Paco Prío, hermano del Primer Ministro, estaba entre sus íntimos, como también lo estaban Pablo Suárez Aróstegui, esposo de una de las sobrinas del Presidente, e Indalecio Pertierra, dueño del hipódromo y del cabaret Montmartre. Grau, por otra parte, era renuente a expulsarlo. Alegaba el mandatario que Luciano, llegado a Cuba con pasaporte legal y visa expedida por el consulado cubano en Roma, tenía sus papeles en regla y llevaba en La Habana una vida apacible. No hay argumento legal, seguía aduciendo Grau San Martín, que lo obligue a salir del país si sigue comportándose de una manera tan digna. Estados Unidos, sin embargo, no cejaba en su empeño. Si no expulsaba a Charlie Lucky Luciano, Washington cortaría todo embarque legítimo de narcóticos y la Isla quedaría sometida a un embargo de medicamentos.

Mientras el premier Carlos Prío maniobraba en secreto para que el gobierno saliera lo mejor parado posible ante la injerencia extraña, políticos de todos los partidos y tendencias, reunidos en la casa de Neno Pertierra, buscaban una solución airosa al problema. Desde su exilio dorado de Daytona Beach, el ex presidente Batista dejaba saber su opinión. Recomendaba que Luciano se trasladara a Venezuela donde su antiguo ayudante, el comandante Jaime Mariné, regenteaba el hotel más importante de Caracas, propiedad de Batista y del propio Mariné. La otra sugerencia del mayoral de Kuquine era audaz, pero totalmente absurda e irrealizable. Si Estados Unidos suspende la venta de medicamentos a Cuba, decía Batista, Cuba suspende la venta de azúcar a Estados Unidos. Luciano, que tenía a Batista como un hombre con los pies bien puestos en la tierra, esta idea pareció demasiado peregrina. Sabía que el gobierno de Grau no se compraría una bronca como esa ni tenía pantalones para ello. Se resignó a que lo expulsaran de Cuba.

Ya para entonces los jefes de las familias mafiosas se habían dado cita, entre el 22 y el 26 de diciembre de 1946 en el Hotel Nacional de Cuba, para discutir, convocados por Luciano, sobre esferas de influencias, problemas territoriales, tráfico de drogas y la apertura del imperio de Las Vegas. Fue un intento de Luciano por recuperar su hegemonía torpedeada por las ambiciones de Vito Genovese y las traiciones de Buggy Siegel. La prensa cubana no publicó una sola línea sobre esta reunión. Ni nadie ajeno a ella pudo alojarse ni usar de los servicios del hotel en esos días.

Llegó así el 23 de febrero de 1947. Mientras almorzaba en un lujoso restaurante habanero, un agente de la Secreta pidió de favor a Luciano que lo acompañara. No había acusación contra él. Solo aquella orden de repatriarlo a Italia que Washington obligaba al gobierno de Grau a ejecutar. Ya internado en Tiscornia, Luciano expresó a Lansky, su lugarteniente, la preocupación por sus hombres que quedaban en la Isla. Pero ninguno fue molestado, se reanudó el flujo de medicamentos desde Estados Unidos, y el tráfico de drogas siguió su curso indetenible, ahora bajo el control de Lansky, que resultó a la postre el máximo beneficiado con la expulsión de Luciano.

El senador Eduardo Chibás denunció por sus nombres a los principales asociados cubanos del jefe mafioso, y la denuncia provocó un sonado incidente en el Senado cuando, durante el receso de una sesión, Paco Prío lo agredió físicamente al tiempo que gritaba: “Esto te lo manda Lucky Luciano”. Agresión que en otro receso ripostó Chibás y fue el preámbulo de un duelo a espada entre los dos parlamentarios.

El 29 de marzo de 1947, Charlie Lucky Luciano embarcaba hacia Italia, en un camarote de lujo, a bordo del barco turco Bakir. Paco Prío no resistió la tentación y acudió al puerto a despedirse de su amigo.

Lucky Luciano. Foto: La Voz de Galicia.