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La noche que volvimos a ser gente

Foto: Cristina Corrada Emmanuel / Facebook

Foto: Cristina Corrada Emmanuel / Facebook

El Huracán María me dejó una amiga a su paso por Puerto Rico. Desesperada por acompañar a mi familia, encontré a esta joven en pánico, a quien seguí en las redes para darle lo que tenía, apoyo y consejo. Estaba sola con sus tres perritos.Compartimos serenidad y la foto de su madre, que la resguardaba en espíritu. Así que un día, nos conoceremos y será el momento de sonreír. Aquí les comparto el testimonio de Cristina Corrada Emmanuel:

La noche que volvimos a ser gente

Les confieso muchas cosas y una es que debí pasar este Huracán María acompañada con mis amistades o en un albergue. Desde temprano acudí al Roberto Clemente para saber si podía traer mis tres chiquis y entre una cosa y la otra sentía que era mejor quedarme en mi aposento ubicado en un Condominio piso 12. Es mi espacio, donde más cómoda estaba y las chiquis también. Me preparé con suficiente comida, agua, sabanas, toallas y linternas.

Como había pasado en el pasillo el Huracán Irma, pensé: esa es la que hay. Esta vez la opción de poner una hamaca no era porque iba para largo esta odisea y quería mi cama "tirá" en el piso con mis libros, etc. Todo iba bien aunque desde las 6:00pm del martes se empezó a escuchar un silbido horrendo que nunca se me va a olvidar, las puertas cerrando y abriendo en el edificio y constantemente se escuchaba vidrios cayendo.

Como a las 3:00am empieza a caer literalmente un chorro como un río por los ascensores. Esa agua empezó a entrar a mi pasillo, luego una oficina aledaña se cayó su aire condicionado y por esa apertura entraba más agua. La combinación de ambos chorros causó pánico en mí porque estaba con tres perros preocupados y alerta y aparte yo sola.

Decido entrar a mi apartamento pero al intentar de abrir la puerta la presión del aire me empuja y casi caigo al piso.

Hago un segundo intento y la misma situación. Decido "Plan B": vete a las escaleras y cuando intentó abrir la puerta, la misma me empuja. Me entra un poco el pánico porque las opciones eran casi nulas.

Procedo a intentar por tercera vez entrar a mi apartamento. Logró entrar y veo que una ventana se había volado. Por ende, la cantidad de agua que entraba por esa piquete era mucha y mi sala estaba inundada. Procedo a ver mi cuarto y está en muy buenas condiciones y las ventanas intactas, solo un chin de agua en el piso pero la vibración y el viento contra esas ventanas daba miedo. Me niego a quedarme en el cuarto porque se podían reventar los cristales.

Decido ubicarme en el baño, acomodo mi almohada, sabanas, toallas, etc. a todo esto escucho a mis perras llorando en el pasillo.

Intento entrarlas al apartamento pero típicos satos portoricenses odian el agua y no quieren entrar. Decido regresar al baño sola y las chiquis llorando en el pasillo.

Ahí mi gente me desplomé. Empecé a llorar de impotencia, de sentirme frágil y de temer que mis perras, que son mi familia, se murieran solas en el pasillo. Sigo llorando pero lo increíble es que tengo internet a través de mi celular, escribo mi situación por Caralibro y Rosa María Fernández me responde, calma mujer esto va a pasar. Calma que lo mismo me pasó con el Huracán Irma y así estuvo hasta que me calmo.

Logró serenarme y aparte que mi madre estuvo conmigo siempre, siempre la sentía a mi lado aunque falleciera en el 2003 a causa del maldigo cáncer. Rosa, el abrazo va cuando te vea en persona y nunca me voy a olvidar de tu gesto hermoso de solidaridad hermana cubana.

Procedo a buscar uno a uno los chiquis que no fue nada fácil y me ubico en la tina para pasar el resto del Huracán.

No duermo nada y creo que logré una siesta de como 15 minutos porque los ruidos constantes de cristales rotos, los silbidos eran una constante por horas.

Para colmo el edificio se movía como un tembleque y sentía como un deja vu al terremoto de San Francisco del 1989. Esto era peor porque duró horas, un total de 20 horas entre temblores, agua cayendo, ruidos y silbidos.

Esa noche y en esa madrugada tu instinto de sobrevivir te forzó a ser más fuerte y a tomar esos instantes de vulnerabilidad como un acto heroico de vivir, vivir y vivir carajo.

Foto: Cristina Corrada Emmanuel / Facebook

Los tres "satos puertorriqueños" de Cristina. Foto: Cristina Corrada Emmanuel / Facebook

Foto: Cristina Corrada Emmanuel / Facebook

El refugio en medio de la tormenta. Foto: Cristina Corrada Emmanuel / Facebook