Cerca del mediodía, nuestro equipo de Cubadebate llegó a San Lázaro, esa céntrica calle habanera cercana al malecón. Caminamos buscando entre puertas abiertas y muros caídos las historias que Irma dejó tras su paso…
Margarita
Margarita huele a mar. Tiene dos gotas de sal al borde de sus ojos. Me invita a sentarme en el quicio de su casa. Ahora está rodeada de vecinos, pero estuvo sola durante el huracán.
- ¿Por qué pasó el ciclón aquí?
- Porque yo soy minusválida y vivo sola.
- ¿A usted no la vinieron a evacuar?
- Dijeron que iban a evacuar, pero a mí no me evacuó nadie. A mí nadie vino y me dijo “móntate aquí y dale pa' allá”. Porque yo ando con eso (me señala un aparato sobre el sofá, una especie de armadura de plástico que no logro entrever para qué funciona).
Margarita se levanta despacio y entiendo entonces. Su cabeza no se sostiene sobre sus hombros, le cuelga hacia atrás con toda la fuerza que le es posible a la gravedad. Vuelve a sentarse al lado mío y quiebra en llanto.
-¿Y los vecinos? – le pregunto.
-Los vecinos de la cuadra se ayudaron mucho entre ellos.
Ella se quedó en su casa, inamovible.
-¿Usted pasó el ciclón solita?
-¿Con quién lo voy a pasar? Con Dios, mija, na' ma'. Mira el colchón mío donde está- me dice mientras señala un pequeño y mojado colchón personal, recostado a la pared de la acera de enfrente.
-Me mojó el video, el televisor, el equipo de música, los muebles. No tengo agua. La cisterna está contaminada. Por ahí pasó un camión a sacar el agua de la cisterna, pero no ha llegado aquí.
Mientras ella habla recostada a la puerta, alcanzo a ver la silueta de las olas elevarse un par de metros en el malecón.
-El problema es que aquí cada vez que ha habido ciclón, nunca me había entrado el agua. Y entonces yo dije: “si entra el agua, entrará un poquito.” Esto ha sido feo, feo. Yo no pensé que fuera así.
Margarita tiene 56 años. Tiene una hija que vive en El Vedado. Me dice que a las 5:00pm seguro pasa a verla.
Las marcas del agua
Todavía están sacando agua de la casa. Entramos y nos reciben con amabilidad, con empatía, con ganas de contar…
“Aquí vivimos mi hermano, mi hijo y yo. Los tres estábamos aquí durante el ciclón. Mira los colchones, las camas desbaratadas - me dice cuando entro en la casa-. Pase y puede verlo todo.”
“Tuvimos que encaramar los muebles uno encima del otro y encaramarnos encima de los muebles. Mira las marcas del agua. Después nos fuimos para casa de los vecinos. En medio de la inundación nos fuimos para arriba”.
En uno de los cuartos hay dos jóvenes intentando sacar un colchón empapado en agua. El más cercano a la puerta nos dice:
-¿De qué nos sirve evacuar si el problema fueron las cosas materiales? Todo se perdió. Todo se perdió, ese fue el problema. Aquí no había peligro de vida ninguna, el problema son las cosas materiales. El agua entró demasiado rápido.
Su nombre es Hendy de Jesús Castiñeiras. Está en 10 grado de la facultad de San Miguel. Sus libros y libretas se secan, uno al lado del otro, en la ventana que da para la calle.
San Lázaro 502
Carmen nos fue a buscar cuando supo que había dos periodistas entrevistando a la gente. Encendió un cigarro al cruzar la puerta de lo que queda de su casa.
“Aquí había una pared que estaba allá arriba y fui a demoliciones, fui al Poder Popular, al Consejo, para quitar ese muro, para evitar que ese muro se cayera, porque en el otro ciclón no se cayó y se dijo que iba a pasar las cosas y yo fui antes que pasaran.
La delegada, cuando vino, me dijo: "Tú eres priorizada del ciclón, vamo' a ver qué pasa.”
"Pero nada pasó.”-dice Carmen. "Allá arriba no hay nada sano: la cama, el colchón, el escaparate, el multimuebles, todo se me descoj… hablando en plata, todo se me descoj… La puerta esa se abrió porque el mar llegó aquí. El motor del frío se quemó. Yo estaba en la casa de al lado. Me evacué al lado pero dejé mis cosas aquí. No pensé que fuera a ser lo que pasó. Cuando yo abro el domingo por la mañana veo esto. Yo hablé para evitar esto."
Cuando estamos en lo que queda de cocina, veo las escaleras que llevaban al inexistente segundo piso. Escaleras llenas de arena, arena de mar…
“El techo ese vino abajo y jodió la placa esa. En el bulto de allá está toda la ropa mojada. Años, años, años con el muro ese…”
Carmen inhala su cigarro. Hace silencio.
Cuerpo de guardia
Al Dr. Rolando Valdés Cruz nos lo topamos en medio de la calle, en short a cuadros y tenis, ropa informal para tiempos de campaña. Rolando vivió el paso de Irma en el consultorio médico de la familia a donde trasladaron el cuerpo de guardia del Policlínico Universitario Marcio Manduley.
“En medio de aquella inundación recibimos personas. Inclusive, a algunos los tuvimos que remitir hacia el hospital.
Llegó un paciente con una cardiopatía isquémica, procesos con dolores en el pecho y desde el consultorio que teníamos habilitado se remitieron, las ambulancias vinieron y se los llevaron.
Hubo una paciente que llegó con una colecistitis aguda, que ahora está en un período de recuperación. La atendimos sin corriente, pero bueno, alumbrándonos con lámparas que nos ofreció el policlínico. Ahí se le brindó servicio médico a todo el que lo necesitó durante este proceso.
Respecto a la evacuación, nosotros priorizamos por el sistema de salud lo que es embarazadas y niños menores de un año que vivieran en bajos, porque sabíamos que en alto era muy difícil que el agua llegara.
Según el Instituto de Meteorología había dicho, iba a llegar la penetración, y se evacuaron a todas aquellas mujeres, niños y personas ancianas desvalidas, ya sea auto-albergados en casa de familiares un poquito más arriba o en un albergue que se solicitó, que es la Escuela de Ballet que está en Zanja y Oquendo. Ahí fueron todas las embarazadas con sus familias, inclusive las que necesitaban ser evacuadas, también fueron para allá.
El Dr. Cruz nos cuenta que la prioridad número uno es darle servicio de 24 horas al centro. Con estusiasmo, me dice que hoy hicieron la desinfección total con cloro de todo el cuerpo de guardia del policlínico.
"Estamos habilitando el mobiliario para después del mediodía, quizás, mover el cuerpo de guardia para acá."
No podía dejar mi casa sola
Una mujer interrumpe en la conversación cuando Margarita me cuenta su historia:
“Lo hemos perdido todo: equipos, televisor, refrigerador, la comida se echó a perder."
Ella escuchó el carro que decía: “Evacúense, evacúense”.
-¿Por qué usted decidió quedarse?
-Porque yo tengo dos niños y no podía dejar mi casa sola. Porque esto se presta pa' una pila de ladrones. Yo no podía dejar mi casa abandonada y evacuarme.
“El agua entró hasta el techo. Ya cuando vi que era demasiado brinqué para el frente. En medio de la inundación, vinieron los vecinos y me dijeron: sale, sale. Y con el agua hasta aquí (señala su cintura) salí con uno cargado y mi hermano que tiene 14 años.
Vi que era demasiado, que me moría y dejé la casa abierta de par en par más de doce horas. Ahí estuvo el agua entrando. Nunca dejó de entrar el agua. Y menos mal que dejé la puerta abierta, porque si no me hubiera roto todo. El yale se fue completo.
La China
Desde el año 57 la China vive ahí, al fondo de un pasillo en la calle San Lázaro. Cuando el Wilma, ella pasó el ciclón en casa.
"Yo me iba pa' casa de mi hermana que vive en Buenavista pero no había vehículo pa' irme para allá, y a pie no me iba a ir. Entonces estaban las guaguas ahí, la policía estaba evacuando a la gente y la señora de enfrente me montó en la guagua y me fui pa' ahí, para la empresa láctea que está en San Rafael y Lealtad. Ahí montaron unos cuantos, mija."
-¿Cómo pasó la noche?
-Sentada, bien. La verdad es que nos trataron muy bien y nos dieron comida, mucha comida, más de la que uno se podía comer: pan con queso, pan con hamburguesa, refresquito Coral, dieron arroz con frijoles y pollo.
"Desde el viernes por la mañana hasta el domingo. Yo vine a pie. Ya yo quería venir pa' mi casa a ver si esto se había caído o estaba parado o había agua.
Hubo personas que llevaron colchonetas (para el albergue). Pero yo iba con la mudá, porque yo soy sola. ¿Quién me va a ayudar? Y más con este brazo (el izquierdo) que lo tengo malo.
Yo lo que quería era salvarme. No llevar los colchones ni llevar el ventilador. Todo eso se queda. Lo que hay que salvar es la vida. Lo demás no importa. Después que tú te mueras ¿pa dónde tú vas?, ¿qué te llevas? Lo tuyo nada más: lo bueno y lo malo que hayas hecho aquí en la tierra; es lo único que te llevas. De lo demás no te llevas nada: ni las prendas, ni las joyas, ni el dinero. Lo disfruta el que menos se lo merece."
La China, Cecilia Reinoso Caballero, tiene 93 años, pero luce fuerte. Es una mujer muy fuerte.
Irma se aleja; aún golpea hondo
A la gente del malecón ya fueron a medirle las puertas afectadas. En tiempos de desastres, las direcciones son complejas, se bifurcan. Todos necesitan ayuda. Y la ayuda llega, llegará a todos, eventualmente. La sensibilidad de todos se vuelve necesaria, imprescindible.
San Lázaro abajo, mientras vemos la demolición de un edificio, comienza la bulla general en una o dos cuadras, un murmullo popular que se propaga como las olas del malecón: ¡Llegó la luz!