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Reconciliación sin rendiciones

bruno kerry01Por Hiram Guadalupe

La sentencia emitida la semana pasada por el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, en medio de la ceremonia de izamiento de la bandera estadounidense en la embajada de su país en Cuba, fue clara: “No somos ni enemigos ni rivales; somos vecinos”.

Así el funcionario envió un mensaje contundente a los detractores de los acuerdos que han establecido ambos Gobiernos con el propósito de restaurar sus relaciones diplomáticas, incluyendo los esfuerzos que se encaminan para poner fin al bloqueo económico que, desde 1962, se ha impuesto sobre el pueblo cubano.

Para los rivales de Cuba, en su mayoría exiliados cubanos, el camino hacia la normalización de las relaciones entre ambos países es desconcertante, toda vez que el anhelo político por concretar cambios en el orden gubernamental e ideológico de ese país está lejos del panorama.

Ante eso, se tornan intolerantes y rezan por la culminación de los acuerdos. Asimismo, se ha vuelto consigna de moda entre ellos, y algunos analistas, la pregunta desatinada con aires de frustración cuestionando qué cambios ha provocado en la mayor de las Antillas las negociaciones con su vecino del norte.

La intención pretende reducir el valor de los convenios e imponer en la opinión pública el viejo y malogrado discurso ideológico y hostil que personalizan contra la figura de Fidel Castro y que clama por un Estado “más abierto y democrático”.

La pregunta con seriedad, sin embargo, debería plantear qué podemos pedirle a Cuba cuando su reclamo es el respeto a las leyes internacionales y la culminación del acorralamiento ilegal que, por décadas, ha practicado Estados Unidos contra su pueblo sin justificaciones.

No obstante, entre las voces de los enemigos del Gobierno cubano permanece el reclamo insistente de que, en medio de un nuevo escenario de relaciones diplomáticas, Cuba debería pedir perdón a Estados Unidos.

Pero ¿por qué tendría que doblegarse el Gobierno cubano ante la presencia de la bandera estadounidense en el malecón de La Habana? ¿Por qué atacar la política del presidente Barack Obama cuando asoma visos de avance hacia la restitución de un ordenamiento de relaciones mínimamente cordiales entre países vecinos?

Hay sectores que, mientras sueñan ver de rodillas al Gobierno cubano, pasan por alto que se enfrentan a un país digno que, entre muchas cosas, ha logrado el mayor índice en el desarrollo de la educación de América Latina y el Caribe, a juzgar por el más reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, en inglés).

Ese mismo país también tiene el sistema de salud accesible y más desarrollado para su población en el hemisferio, como confirma la Organización Mundial de la Salud, y, como si fuera poco, es el único en el mundo que gracias a su inversión en la investigación científica ha logrado la eliminación de la transmisión de madre a hijo del VIH y la sífilis congénita, según ha sido validado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, en inglés).

La permanencia de esas y otras conquistas sociales logradas en Cuba durante el último medio siglo no están en discusión ni negociación en medio de la vorágine que ha desatado la normalización de relaciones entre los Gobiernos cubano y estadounidense.

Mas recordemos que esas políticas sociales se han logrado gracias a la permanencia de un orden político que ha sabido sobrevivir sin rendirse a las pretensiones de las naciones imperialistas y del capital.

Estados Unidos ha fracasado en su enfoque hacia Cuba. No hay justificación para la existencia de una política hostil que, mediante un bloqueo económico, trata de aislar al ciudadano cubano del resto del mundo apostando a su empobrecimiento y a la estrategia que, una vez colocado contra la pared, el pueblo se alzaría contra el proceso revolucionario y pediría a gritos la salvación de sus vecinos del norte.

Nada de eso ha ocurrido ni ocurrirá. Los detractores deben entenderlo.

(Tomado de Metro)