Me contó un amigo que habiendo llegado los primeros instantes del 2010, su padre le dijo: "camina por la calle, hijo, maleta en mano, para que este año tengas un viaje bonito".
Pensó el joven que haría el ridículo saliendo con aquel objeto típico de todo peregrino, pero sus temores se disiparon súbitamente cuando, al doblar una esquina, divisó a más de un coterráneo avanzando entre risas y dicharachos de sus seres queridos, con maleta, mochila, o algún otro objeto similar. Aquello era el desfile de los tercos viajeros, de los esperanzados que no esconden sus ilusiones en rincón alguno sino que las comparten sin rubor, con toda pasión e inocencia.
En este traspaso siempre notable de un año al otro, el cubano se luce con todas sus añoranzas, aguardos y supersticiones. No solo se le puede ver caminado con una maleta llena de sueños, sino también quemando lo viejo que se va; o botando en un balde salvador, en forma líquida, todos los sinsabores vividos en los últimos doce meses.
Son actos purificadores, abluciones en las cuales se pone toda fe en mejores días por venir. Y esos rituales se mezclan con la fiesta de estrenar un tramo virgen del tiempo; con el comer excedido al borde de la mesa donde no faltará la carne de cerdo -aunque sea pequeña-, ni la yuca, ni el tomate, ni los frijoles, ni los dulces. Tentaciones en las cuales no caemos con frenesí durante el resto del año, pero que en la jornada de traspaso de un lapso al otro, se vuelven imprescindibles.
Así es como el cubano va llenando las hojas blancas del guión de su existencia: con quimeras, obsesiones pequeñas y certezas que son como antorchas en medio de la penumbra, como antídotos contra la incertidumbre, palabra con la cual el Hombre moderno suele nombrar su aguda pérdida de la esperanza.
Antorcha en mano, los hijos de esta Isla arrancaron en esta carrera del año 2010. Aguardan lo mejor, lo supremo, lo más feliz. Y se han preparado a través de infinidad de abrazos, y de escenas que han sido como el ensayo de la vida real que será, esa que queremos suceda a imagen y semejanza de nuestros anhelos.
