A las 5 de la tarde, cada último domingo de mes, se observa un movimiento especial en la calle A de El Vedado. Yo conozco el caserón antiguo hacia donde la gente camina, despacito cuando falta todavía tiempo para la hora convenida o apretando el paso cuando el reloj empuña el látigo y no queremos quedarnos sin asiento porque somos mayores: los jóvenes y los "medio-tiempo" más avispados, acaparan su pedazo de muro o el laíto que algún conocido les cede, en el suelo de lo que fue un patio triste y --poco a poco-- se ha ido convirtiendo en un delicioso punto de encuentro para tantos. El caso es que ha llovido bastante desde aquel día en que la gordita Sara llegó, pasó su mirada clara por los muros que limitaban el espacio al fondo del caserón donde desempeñan sus labores los amigos del Centro de la décima iberoamericana y, sin encomendarse a otra cosa que no fuera su propia intuición, dijo desde sus adentros: "ya no eres patio", "vas a ser jardín", "mi jardín".
Así comenzó --con muy buen tino-- a anunciarse, en compañía del grupo de músicos que, desde hace mucho tiempo y comandados por su fiel colaborador, Pucho López, participa de todos sus empeños y -claro-mes tras mes, la gente no lo piensa dos veces cuando la imagen contenta de aquélla que no conoce lo que es un llamado sin respuesta o una tonada sin el aplauso por parte de quien se considere amante de la buena música cubana, anuncia un nuevo encuentro en El jardín de La Gorda.. Allí, por encima de todo, se cultiva el "bien estar"; por allí, los asiduos han visto desfilar a los más diversos exponentes de lo cubano hermanados, en ocasiones, con alguien que, en otras tierras, haya orientado sus mejores empeños, con voz propia, hacia el arte de la canción.
Quien más y quien menos, asumió el compromiso de compartir con Sara González la misión sagrada de mantener siempre verde y florecido el trozo de domingo que, una vez por mes, oxigenaba de aquella manera el espíritu y alimentaba de tal forma las ganas de vivir. Entonces se aparecieron los pintores amigos y dejaron cifrados en el muro, así convertido en escenografía ejemplar, infinidad de caminos tentadores por donde asoman los guiños de la imbatible anfitriona, invitándonos a afinar la atención. Una legión de jardineros fieles, remueven el ambiente y lo animan para que no se pierda el contento cuando, por H o por B, el hada madrina ha tenido que llevar las riendas desde otro sitio donde el sagrado deber de recuperar la salud, así lo ha dispuesto. Quién mejor que sus hermanas trovadoras (pienso, sobre todo, en Marta Campos, en Heidi Igualada) o su fidelísimo Augusto Blanca o el inquieto Ángel Quintero.
La ilusión de este último jardín en el año 2011, se completa con la presencia del grupo Manguaré, su sonido, su ritmo y su manera de mirar la música con voz propia, verdadero puntal en la historia del Movimiento de la Nueva Trova. El jardín de la Gorda estará especialmente nutrido esta tarde a las 5. Usted busca la calle A de El Vedado. Si viene de 23, sube cuadra y media por la acera de la derecha. Si baja desde Zapata, tiene que cruzar dos calles, caminando por la acera de la izquierda. A mediados de cuadra, en A entre 25 y 27, verá el caserón y la gente entrando por el costado izquierdo (ya lo ha dicho la gordita Sara en uno de sus estribillos como si hablara desde su propio corazoncito y no me canso de repetirlo: ..."entren todos, que caben cantidá". Esta tarde hay sorpresas. Felicidades.
Almendares, 25 de diciembre de 2011
Sara González: "Andes lo que andes"