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Recordando a Frank Emilio (final)

frank-emilioEntre las numerosas contribuciones de Frank Emilio Flynn a la música del siglo XX figura el haber concebido una herramienta capaz de trazar, con rasgos bien definidos, las coordenadas que harían realidad esa instancia expresiva que desde hace tiempo aceptamos bajo la denominación de "jazz cubano". Dicha herramienta no fue otra que el Quinteto de Música Moderna, cuyas primeras grabaciones datan de finales de la década de los cincuenta y se dieron a conocer fuera del ámbito de los sellos discográficos existentes en aquel momento.

La genialidad de este músico al escoger los integrantes de su quinteto, consistió en apoyarse en la condición de verdaderos virtuosos presente en cada uno de los instrumentistas que le dieron vida. Al seleccionar cada una de las piezas que conforman el repertorio quedarían evidenciados, en igualdad de condiciones, el sólido espíritu de conjunto y el claro, refinado aporte individual de quienes, con nombre y apellido, dejaron impresa esta marca que nos invita a regresar gustosamente sobre los pasajes de grupo donde todo se escucha con claridad así como sobre los solos insuperables que cada músico nos dejó de regalo. Gustavo Tamayo en el gūiro (con quien, precisamente, años más tarde, Frank Emilio grabaría, a dúo, una selección de danzones clásicos), Papito Hernández, el contrabajista de los primeros tiempos del grupo, a quien sucedería el inolvidable Cachaito; Guillermo Barreto en la batería y las pailas y, para redondear, Tata Güines en las tumbadoras.

Resulta difícil, cuando nos enfrentamos a sus grabaciones, deslindar entre el peso que asumen, por separado, lo melódico, lo armónico y lo percutido. El toque del pianista siempre transmitió --desde sus dedos-- una conciencia acústica también presente en la resonancia y el color de la cuerda pulsada que, a manera de respuesta a veces y -en ocasiones-de incitación a un diálogo interminable, llamaba a contar a todos, a partir de la sutileza, la fuerza y el color de los elementos percutivos para  --finalmente-- develarnos esos incontables misterios de que se vale el ritmo cuando decide evidenciar su poderío y ejercer su mandato.

Cuba entera conoció esta manera de hacer música cuando, a comienzos de la década de los sesenta, Odilio Urfé acometió la tarea de organizar una especie de nómina gigante en la que figuraban  todos los formatos instrumentales, vocales y mixtos, representativos de la inmensa riqueza de formas y estilos nacidos para dar vida a nuestra música popular. Frank Emilio se desdobló entre su vocación solista del día a día en bares y restaurantes, su invaluable contribución a la historia musical de los cultivadores de la canción a quienes garantizó el lucimiento preciso en su entrega al público desde los más diversos escenarios en toda la Isla con su labor acompañante. En lo que respecta al Quinteto, tanto la labor en conciertos como la posibilidad de fijar su huella en la discografía nacional se hizo pública y permanece en archivos y discotecas, si bien insuficientemente divulgada.

Años más tarde, el grupo, animado por esa fuerza sin límites que caracterizó a Guillermo Barreto, se reorganizó bajo la denominación "Los amigos" cuya labor en escena y presencia en grabaciones llenaría un capítulo de verdadero peso en la historia del pianista. El trabajo en vivo, ventana abierta a su hermosa vida de relación, adoptó maneras sensibles de entrega al público que siempre siguió sus pasos como -por ejemplo-- la extensa temporada de tertulias dominicales Entre amigos que enriquecieron la vida de cientos de cubanos desde la pequeña Galería Amelia Peláez del Parque Lenin.

La discografía, así como la vida artística de Frank Emilio, estuvieron marcadas, en los últimos años de su vida, por una apreciable presencia en el ámbito internacional. Sobresalen, como ejemplos, el disco Barbarísimo, que compartió -a nivel protagónico-con el flautista Maraca y otros talentosos instrumentistas así como sus conciertos en el Lincoln Center, promovidos y animados por la admiración que el músico inspiró en el trompetista norteamericano Winton Marsalis.

Ya a punto de poner fin a estas jornadas recordando a Frank Emilio en ocasión de haberse cumplido --el 13 del presente mes de abril de 2011-- los noventa años de su nacimiento en esta ciudad de La Habana a la que tanto amó, acerquémonos a su esplendorosa faceta como compositor, disfrutando de un clásico suyo que se ha tornado imprescindible en el repertorio jazzístico contemporáneo; Gandinga, mondongo y sandunga.

La Habana, 24 de abril de 2011

Gandinga, mondongo y sandunga