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Omara, a medio siglo de su primer disco (+ Audio)

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Temprano en la mañana de este viernes, con la fresca, me senté a revisar la versión digitalizada de Magia negra, el disco que, en 1960, marcó el inicio de la trayectoria de Omara Portuondo como solista en el mundo de las grabaciones. Yo estaba puliendo con una balleta fina la carátula original que había aparecido bajo el sello Velvet; me importaba cerciorarme de que, al escuchar el CD no tropezaría con algún desaguisado, acaso en el corte escogido para ilustrar mi trabajo del domingo 24. Se trata de una versión que un sello "equis" puso en el mercado latinoamericano a raíz del reconocimiento que, en buena lid, había ganado Omara a raíz de su vinculación a Buenavista Social Club. Me tropecé con esta sorpresa en una tienda de discos de Bogotá y adquirí un par de ejemplares con verdadero entusiasmo, ya que en la selección aparece la primera -excelente-- versión grabada de mi bolero No hagas caso.

"La vida tiene cosas caprichosas que nunca se podrán profetizar", dijo el Maestro Adolfo Guzmán en una canción. Este disco ideado por Julio Gutiérrez, donde se mezclan en una gran variedad de estilos lo ritmático, extremadamente vivo y el tono lento de las canciones y boleros románticos, engarzados en montajes instrumentales que propician el lucimiento de músicos que, años después, alcanzarían la fama y que, en este caso, se proyectaban desde el conjunto, sin siquiera un crédito en el texto de  la contraportada. La idea del autor de Inolvidable era reunir clásicos vertidos al español (por ejemplo, Magia negra -- That old black magic-- de Arlen  o Caravana, de Duke Ellington), otros de la altura de la canción de cuna cubana Oguere, de Gilberto Valdés o canciones latinoamericanas como Ya no me quieres, de María Grever y, siguiendo esta misma línea, desplegar entregas bien diferenciadas entre sí, de clásicos cubanos de tema amoroso como No puedo ser feliz, de Adolfo Guzmán, Noche cubana, de César Portillo de la Luz o las menos conocidas por aquel entonces ¡Qué emoción!, de Orlando de la Rosa y Llanto de luna, del propio Gutiérrez. A ellas se sumaba mi bolero, a modo de estreno absoluto de una autora joven bastante desconocida.

La tónica del trabajo consistía, evidentemente, en aprovechar  la posibilidad de contar con una vocalista a quien, prácticamente podemos escuchar como si fuera un instrumento más, no sólo a partir de las complejidades que presentan tanto el repertorio como los arreglos sino por la carga creativa que asume la cantante en su soltura para manejar la melodía cuando la está cantando según las reglas estrictas del original así como en los pasajes donde se hace evidente la innata comprensión de la armonía que caracteriza a todo aquél que entiende y disfruta el jazz. Nada de adornos, trinos, vibratos, a música limpia como pocas veces  ha logrado en su totalidad disco alguno. Es el esplendor natural de seres (no faltaba más) esplendorosos. Emociona de verdad escuchar los movimientos armónicos o los solos de Julio Gutiérrez al piano, la transparencia del bajo de Salvador Vivar, la promisoria trompeta de El Negro, la audaz presencia en semejante repertorio del acordeón que ejecuta Eddy Gaytán. No me aventuro a asegurar los nombres de otros músicos que, según mi parecer, asumen otras partes. Casi me atrevería a asegurar, según mi percepción muy personal, que en la guitarra se escucha a Carlos Emilio Morales. (no me inclino a pensar en Pablo Cano). En fin, que lo que se anuncia como MAGIA NEGRA así bien grande en amarillo, sobre la estampa de una muchacha de fuego, seguido de un subtítulo en letras más pequeñas que dice Orquesta Julio Gutiérrez y, más abajo y en letras más pequeñas todavía: con Omara Portuondo deviene,  cincuenta años después, una pieza de arte digna de reflexión.

Julio Gutiérrez tuvo el buen tino de encargar parte de los arreglos de Magia Negra a otros músicos. En un momento dado entra un pasaje de cuerdas que --no me cabe duda-suena Guzmán a pulso. Momentos de un jazzismo agudo me ponen a pensar en Rafael Somavilla. Es en este disco donde aparece una hazaña musical inédita e irrepetible entre nosotros. Se trata del arreglo para cinco saxofones que Adolfo Guzmán escribió para que Omara cantara su No puedo ser feliz la pieza que, a manera de retrato en vivo,  acompañarán desde aquí, este domingo, las buenas palabras y los buenos deseos de una vida siempre venturosa para Omara Portuondo en vísperas de la celebración, el próximo 29 de octubre, de sus 80 años de edad.

Almendares, 24 de octubre de 2010

Escuche "No puedo ser feliz", interpretado por Omara Portuondo. Canción de Adolfo Guzmán