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La Yemayá verdadera es la que tiene la gente en su casa

YemayáEntrevista con la santera Regla (4)

R.M.L.G.: ¿Usted ha visto a Yemayá en sueños?

Regla: En sueños, despierta y en todos los lados yo veo a Yemayá.

R.M.L.G.: ¿Cómo se le aparece en sueños? ¿Qué figura tiene?

Regla: Igual que la tengo allí, que te enseñé. A veces la veo como mar, o en el mar.

R.M.L.G.: ¿Y cómo es cuando está en el mar?

Regla: Azulita.

R.M.L.G.: ¿Pero qué forma tiene?

Regla: No tiene forma. Es mi sopera. Claro, cuando yo te digo "mi sopera", es mi sopera con todo lo que tiene dentro, porque la sopera vacía no es nada.

R.M.L.G.: Pero a mí me han contado muchos santeros que Yemayá es una mujer negra, de abundante pelo, de grandes senos...

Regla: Mira, eso es lo mismo que las anécdotas. Si te están hablando de anécdotas, está bien, pero no de la vida real. Ninguno de esos santeros se para delante de una negra a pedirle, y todos tienen que pararse delante de sus soperas a hablar con Yemayá, porque yo no me imagino cómo puede ser de otra forma. Yo voy a la iglesia, y allí ponen a Yemayá como si fuera una muñeca negra, pero eso es una forma de adornar la iglesia. La Yemayá verdadera es la que tiene la gente en su casa.

R.M.L.G.: Entonces, hay muchas Yemayá, tantas como santeros...

Regla: No, mi hijita. Yemayá es una, pero los creyentes hablan con ella a través de sus posibilidades, y sus posibilidades son ponerla en soperas o en recipientes de barro, o de otros materiales. Pero, si es verdad que existe, es una y muy grande.

R.M.L.G.: Yo he oído que algunas personas dicen que Yemayá es el mar, y otros dicen que es la dueña del mar. ¿Cómo es la cosa?

Regla: Claro, Yemayá es el mar y es la dueña del mar.

R.M.L.G.: Entonces, ¿cómo usted me dice que Yemayá es esa sopera?

Regla: Mi hijita, porque yo no puedo tener el mar en mi casa, y la manera que tenemos de tener a Yemayá cerquita es tenerla en la sopera.

R.M.L.G.: Ah, ya entiendo. Lo que usted tiene en su sopera es como una parte del mar...

Regla: No, para nada. El mar está allá, lejísimos, y Yemayá es ésta. Mira, deja ver si me hago entender de una buena vez. Yo no estoy en contra de que digan que Yemayá es el mar o es la que dirige el mar. Eso es una cosa, y otra cosa es que yo, que necesito a Yemayá, que no puedo ya vivir sin Yemayá, que ella es todo para mí, yo tengo a Yemayá cerca de mí, en mi casa. Y todos los santeros igual. No es por comodidad, ni nada de eso. Es que cada cual tiene lo suyo, y así son las cosas. A mí eso que dice la gente me parece bien, pero la vida de todos los días es ésta, la que yo te estoy contando. Y en fin de cuentas, ¿qué resuelvo yo con fajarme con la gente, porque hay quien dice que Yemayá es el mar? Fajarse y discutir con la gente no da nada. Lo que sí es efectivo es que cada uno tiene lo suyo muy cuidadito en su casa.

R.M.L.G.: ¿Asiste usted a fiestas en honor a Yemayá?

Regla: Antes sí. Hace años que ya no voy a ninguna.

R.M.L.G.: ¿Cómo eran aquellas fiestas?

Regla: Bueno, eran una gran comelata. Se bailaba toda la tarde y la noche, y luego uno les pedía sus cositas a los santos. Le llevaba también algunas cosas. El colorido que siempre tenían es algo que las distingue de otras fiestas religiosas.

R.M.L.G.: ¿Como cuáles cosas usted llevaba?

Regla: Flores, dinero, dulce, y a veces le llevaba además ron y tabaco al dueño de la casa, porque con eso él podía hacer algunas actividades dentro de la fiesta. Tú sabes, el tabaco tiene propiedades mágicas dentro de las ceremonias santeras.

R.M.L.G.: ¿Tuvo la oportunidad de ver posesos de Yemayá?

Regla: Sí, muchas veces. Pero creo que algunos de ellos son fingidos. Todo el mundo no lo hace de verdad. Tú sabes cómo es eso, siempre hay gente para todo. Yo cuando iba a cada rato a esas actividades me encontraba con gente que ni eran santeros ni ocho cuartos, y de pronto se paraban en el medio de la sala a dar volteretas. ¿Tú crees que se podía creer en eso? Pero esas son personas que son así en todo, en la religión, en la vida privada, en su trabajo... Son excéntricos, les gusta que los miren, que los halaguen, que hablen de ellos como los elegidos. Muchos son esos, unos aparecidos.

(Continuará.)