Actuación de la Camerata Romeu en la gala político cultural por el aniversario 50 de la Federación de Mujeres Cubanas, que tuvo lugar en la Sala Universal de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en La Habana, Cuba, el 23 de agosto de 2010. AIN FOTO/Sergio ABEL REYES/
Este verano de 2010, plagado de aniversarios y cumpleaños que merecen celebración especial, nos trajo el regalo de un nuevo lenguaje en la manera de enfocar los actos conmemorativos. Así ocurrió -y no tuve la menor duda de que sería saludable comentarlo desde esta columna-con el concierto organizado en el Teatro La Caridad de Santa Clara, para festejar el 26 de julio. Agosto nos trajo otra sorpresa significativa. Se trataba (todavía muchas personas lo tendrán fresco en la memoria) del aniversario 50 de la Federación de Mujeres Cubanas, que se festejaría con una gala (en algún momento reseñada como una velada) la noche del 23. En su segunda parte, se anunció la presencia de la Camerata Romeu, cuya sola mención resulta un buen augurio para cualquier habitante de esta Isla. Algo no calculábamos ni seríamos capaces de medir: la explosión de arte que tomaría por sorpresa nuestro tiempo por el resto de la noche cuando, transcurrida buena parte del programa, nos dimos cuenta de que alguien había tenido el buen juicio de marcar la noche con un concierto donde esta agrupación musical justamente anunciada como única y tan cubana, se mostraría en toda la variedad de gamas y matices que nos hacen reconocerla así.
Zenaida Romeu, directora de la Camerata Romeu, durante la gala político cultural por el aniversario 50 de la Federación de Mujeres Cubanas, que tuvo lugar en la Sala Universal de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en La Habana, Cuba, el 23 de agosto de 2010. AIN FOTO/Sergio ABEL REYES/
La noche del 23 de agosto de 2010 nos alegramos y nos emocionamos con unas cuerdas que sonaban como si se tratara de instrumentos adquiridos por cifras millonarias en esas aparatosas subastas que aparecen en las películas. Una muchacha improvisaba mirándonos fijo y de una forma que no teníamos otro remedio que dejarnos convencer de que el prodigio estaba operando sobre nosotras todas, las mujeres de Cuba, reflejadas ----como en un espejo-- en las madres, tías y abuelas aquellas que no vacilaron en tomar su niña de la mano hace 18 o 20 años o hasta menos y llevarla a hacer su prueba de musicalidad. Detrás de toda esa formación de alegres, disciplinadas y sensibles muchachas que han dado genio y figura al sueño y la vigilia de Zenaida Castro Romeu o -mejor dicho- delante de nuestros ojos, abalanzándose con una fuerza que no tiene vuelta atrás, está la evidencia del medio siglo transcurrido, a veces a tropezones pero siempre al ritmo de la vida, en la historia de la mujer cubana.
Para mí así como para toda persona privilegiada con aquella muestra de arte inenarrable recibida la noche del 23, difícilmente hubiera existido una evidencia más recia y saludable acerca de quiénes hemos sido, quiénes somos capaces de seguir siendo las mujeres cubanas. En esa ocasión las jóvenes integrantes de la Camerana Romeu, a veces de forma individual, siempre apretadas en perfecta formación, soltaron hacia el mundo una lluvia de fuegos nada artificiales, unas luces que ya no son de Bengala sino que llevan impreso el nombre de la calle, el barrio y el pueblecito donde cada mujer músico creció a golpe de sacrificios y abnegación correspondiendo al clima de posibilidades que les ofreció enseñanza gratuita para desarrollar al máximo las luces que cada cual trajo al mundo. Esa misma noche un estallido inmenso de la imaginación me trajo a la mente, una vez más, el centenario que estamos conmemorando en este año 2010, de la gran mujer cubana que fue Zenaida Romeu, semilla, tronco inefable del árbol que plantara un día desde que tomó su niña de la mano y ya no la soltó hasta entregárnosla hecha mujer de bien.
Almendares, 29 de agosto de 2010
La Camerata Romeu interpreta "Camerata en Guaguancó", de Guido López Gavilán