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Los yorubas no solo viven en nigeria

Entrevista al Dr. Jesús Guanche Pérez, reconocido antropólogo cubano

Caldero de OgúnRosa María de Lahaye Guerra- Quisiera aprovechar esta oportunidad para conversar sobre su percepción acerca de la religiosidad popular cubana en estos momentos.

Jesús Guanche Pérez- Desde el punto de vista de la percepción personal, recuerda que, por los años 80 del siglo pasado estábamos recorriendo el país con los Atlas «Etnográfico» y de los «Instrumentos musicales», y ya para esa fecha se observaba un proceso, vamos a llamarle, de nacionalización geográfica de la religiosidad popular cubana. No nos olvidemos que hubo una tendencia histórica muy fuerte de determinadas prácticas religiosas, sobre todo de la Regla de Ocha, hacia el occidente del país. No así el caso del Palo Monte, pues históricamente ha sido muy anterior, y se encuentra en toda la Isla, pero con un grado discrecional tal, que no siempre ha sido detectable; es decir, esta es una expresión religiosa presente desde lo más occidental hasta lo más oriental, prácticamente por todo el país, sin el nivel de visibilidad, vamos a llamarle «espectacular», que ha caracterizado a la Regla de Ocha o Santería cubana.

A fines de los años 80 no sucede así, porque incluso, el propio proceso de consagración o iniciación en Ocha, a través de los tambores batá, no se daba mediante el alquiler de los tamboreros desde Matanzas o desde La Habana, sino que había procesos de consagración hacia  otros lugares del país, como fueron los casos de Camagüey y Santiago de Cuba. De esta manera también se nacionalizó (se expandió) en el sentido geográfico del término, estas prácticas religiosas. No ha sucedido lo mismo con otras expresiones de la religiosidad popular que han tendido a reducirse a espacios mínimos, como es el caso de los cultos gangá, más localizado en Matanzas, o el fenómeno arará que se ha visto también algo más reducido. Sin embargo, lo más interesante es el proceso acelerado de internacionalización de la Regla de Ocha y del sacerdocio de Ifá, sobre todo a partir de lo denominado eufemísticamente, como «período especial», o crisis general de los años 90, ocurrida en el país, no sólo en lo económico, pues como bien han demostrado los estudios sociales, es una crisis estructural profunda. Estoy pensando en los trabajos realizados sobre estructura de clases, pobreza, marginalidad, valores y otros, los cuales revelaron que no fue sólo una simple crisis en la economía interna.

Ahora bien, esto ha dado lugar a un intento, vamos a llamarle «oficial», de organizar las relaciones religiones populares-estado. Lamentablemente el modo en que se asesoró a las instancias políticas del país, no fue el adecuado. Lo digo con conocimiento de causa, porque en varias ocasiones tuve acceso al documento, lo discutimos y me opuse al método de eclesializar desde arriba instituciones religiosas que poseen otras características. Fue precisamente el procedimiento más inapropiado. Fue un intento, con el pretexto de una «Asociación cultural», tratar de eclesializar prácticas religiosas que no son dependientes de estructuras eclesiales. No se trataba de iglesias católicas, ni de iglesias protestantes, sino de religiones con un fuerte raigambre popular, herederas de una africanía profunda, con redes familiares y sociales muy específicas y un peculiar sentido incluyente. Se podía haber respetado las estructuras de esas redes de familias religiosas (un tipo de institución tan respetable como cualquier otra, pero no extrapolada del modelo eclesiocéntrico) y facilitar un proceso de mayor democratización a la organización, que hubiera sido perfectamente nacional y múltiple para respetar la diversidad cultural, como se ha hecho con la Convención de la UNESCO del 2005 sobre la diversidad de expresiones culturales, de la cual Cuba es Estado Parte desde el 2007. Como Cuba es firmante de esa Convención tiene carácter vinculante, de modo que forma parte de nuestros compromisos políticos y morales a nivel internacional. Era un acto de respeto a la diversidad religiosa, pero, se debió respetar también las estructuras internas e históricas de cómo se organizaron esas expresiones. Lamentablemente, no se hizo. Se creó una «Asociación cultural» de corte religioso, que ha tenido, como todo lo que se organiza mal, sus problemas y una falta de reconocimiento generalizado entre los propios practicantes. Es un tema para seguir estudiando. Pero, también es importante decir que son problemas que podemos evaluar y tenemos pleno derecho a opinar sobre decisiones adecuadas o inadecuadas. También sé que muchas veces te consultan cuando ya la decisión está tomada y alguna que otra opinión, por adecuada o no que sea, no significa nada.

Otro tema que ha tomado fuerza, es lo que se conoce como «religiones a la carta», es decir, cómo muchas prácticas religiosas populares han pasado a los niveles internacionales de mercado, de modo tal, que cada expresión tiene su argumentación y su criterio de validez. Recuerdo las razones de un oriaté en Guanabacoa, que decía, -bueno, si en Miami y en California cobran mucho más caro y nosotros somos auténticos, ¿por qué nosotros no vamos a cobrar a ese mismo nivel?-. Efectivamente, muchos oriatés, muchos babalawos y muchos santeros han mercado fuertemente con estas prácticas. También sé de alguno, y lo cito en un libro que se publicará en varios lugares, el Léxico intercultural sobre religiones afroamericanas, donde hay planteamientos muy contundentes de babalawos respetables, que denuncian el tema del mercantilismo, y del mal comportamiento moral de personas que lucran con esas prácticas. Algo que no se puede desvincular de situaciones propiamente religiosas existentes y caras, pero, no es 40 mil, ni 50 mil dólares, como cuesta una iniciación en Obatalá en California o en Miami. De modo que eso también ha sido un fenómeno interesante a tomar en consideración. Cada quien tiene su justificación desde su punto de vista. Unos han sido objeto de denuncia, otros han sido objeto de discusión, de debate. Es muy interesante también conocer las opiniones y los argumentos de sacerdotes de Ifá en otras partes del país respecto de cómo se maneja este asunto asociativamente desde La Habana. Cuando esto se conozca en detalles, se abrirá la Caja de Pandora.

Sin embargo, hay un fenómeno muy interesante que estamos consultando con algunos colegas a iniciativa de los poseedores tradicionales de esa información, y es el valor revelador que en el caso de la sabiduría de Ifá tiene la documentación existente en Cuba, y es muy importante porque no se puede uno olvidar que si bien Nigeria propuso y logró que la UNESCO declarara al Oráculo de Ifá como patrimonio oral de alcance mundial, fue una visión limitada sólo a Nigeria como si los yoruba fueran únicamente de Nigeria. Evidentemente, son mayoría en Nigeria, pero los hay en Benín, en Togo y en otros lugares de África. Sin embargo, lo paradójico es que la inmensa mayoría del oráculo de Ifá donde más se consulta hoy día es en América y no en África. Allá estas prácticas religiosas no llegan al 5% de la población, debido al peso tan grande que tiene tanto el islamismo como el cristianismo. Esta es una cuestión reconocida por los propios estudiosos africanos. Para el caso cubano es algo bien importante, porque acá existe una documentación con lujo de detalles, con diferentes versiones, como resultado de la posibilidad temprana que tuvieron muchos cubanos de escribir lo que para sus ancestros criollos y africanos solo se transmitía mediante la oralidad. Ese sinfín de patakíes, de historias sagradas, de mucha información que existe se puede proponer y presentar, primero como Memoria de la Nación, tan digna como cualquier otra colección documental de carácter histórico, porque es, de igual forma, un documento valioso de la sabiduría popular. Esa memoria oral-escrita, que ya no es sólo un tema de libretas de santería, sino de personas que se han ocupado de digitalizarla y sistematizarla, sobre todo con el debido respeto de su propia memoria colectiva. Esto sería un excelente ejemplo de exponentes del patrimonio cultural vivo.

En este ámbito no sólo se mueven fuerzas mercantiles, sino también fuerzas muy preparadas de estudiosos y practicantes, y es un tema que puede ser objeto de comparación, pues he tenido contacto con unos cuantos babalawos en Venezuela, y admiran no sólo las prácticas como se realizan en Cuba, sino igualmente el alto rigor de los estudios que se efectúan aquí.

Te concluyo que en este asunto se mueven muchas fuerzas contrapuestas: la del turismo, al que le sigue interesando más el sol y la playa que la cultura nacional, de lo cual sobran ejemplos; la fuerza mercantil ya internacionalizada; se mueve la fuerza del respeto a la religiosidad; pero también se mueven fuerzas que cuestionan o niegan la legitimidad de estas prácticas religiosas.

(Continuará)